¿Cuán resilientes somos?

Perder a un ser querido, asumir el divorcio, someterse a un examen, descubrir roturas hidráulicas en la casa, cambiar de trabajo, terminar con una relación amorosa, comprender la enfermedad de un hijo…Cualquiera de estas situaciones u otras similares son las que enfrentamos a diario, y no siempre podemos hacerlo de la manera más saludable, más consciente y menos traumática. ¿De qué depende? Los especialistas manejan el término de la resiliencia, asociado a la física en tanto se refiere a la capacidad de los materiales de volver a su forma cuando son forzados a deformarse; pero es muy empleado, desde el punto de vista metafórico, en las ciencias sociales.

Tal vez usted lo ha notado…Personas que, a pesar de vivir en condiciones de adversidad, son capaces de desarrollar conductas que les permiten una buena calidad de vida. ¿Es su caso? Puede que sí, puede que no…Los estudiosos del tema dirigen su mirada al enfoque de los factores de protección para identificar cómo es posible que algunos seamos más resilientes que otros.

El doctor en Ciencias Médicas y jefe del Grupo Nacional de Pisquiatría Infantil del Ministerio de Salud Pública, Cristóbal Martínez Gómez, defiende la tesis de que el método de la resiliencia parte del concepto de que vivir en un ambiente psicológicamente insano es una condición de alto riesgo para la salud física y mental y por ello, intenta promover procesos que involucren al individuo y su ambiente social, ayudándolo a superar la adversidad, adaptarse a la sociedad y tener una mejor calidad de vida.

En su libro Vivir sin violencia, el también coordinador de la Sección de Violencia Intrafamiliar de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, afirma que la resiliencia reduce la intensidad del estrés y produce el decrecimiento de los signos emocionales negativos como la ansiedad, la depresión y la ira, a la vez que aumenta la curiosidad y promueve la salud mental y emocional.

“La resiliencia refuerza la resistencia al estrés y por eso hay una menor susceptibilidad a este y disminuye la potencialidad de verse afectado por eventos negativos y algunos daños. El concepto visto desde la pediatría, la psiquiatría, el psicoanálisis infantil y la salud pública propone trabajar sobre la capacidad para afrontar los factores de riesgo, poniendo en juego sus fortalezas individuales.

“No es la resiliencia una capacidad estática. Es el resultado de un equilibrio entre factores de riesgo, factores protectores y la personalidad del ser humano. Los individuos resilientes son, por tanto, aquellos que al encontrarse en una situación de adversidad, al estar expuestos a un conglomerado de factores de riesgo, tienen la capacidad de utilizar los factores protectores para sobreponerse, crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como seres adultos competentes, pese a los pronósticos desfavorables”.

- ¿Cómo identificar a una persona resiliente?

- Grotberg propone un modelo en el que la persona reconoce lo que tiene, lo que puede y cómo está. Si tiene personas en quienes confiar y que le demuestran afecto, que le ponen límites, que le muestran la manera correcta de actuar, que le ayudan en momentos difíciles, que le enseñan a desenvolverse solo…Si además se autorreconoce como una persona por la que otros sienten cariño y deseosa de ayudar a los demás, si es capaz de aprender y ser comunicativo con los otros…Si está dispuesto a responsabilizarse por sus actos, reconocer sus tristezas e inseguridades y es capaz de hablar de aquello que le inquieta, buscar la manera de resolver sus problemas, controlarse cuando se irrita y expresar su afecto…

- ¿Acaso la resiliencia puede promoverse?

- Martínez Gómez afirma que sí. Una familia bien llevada, el apoyo de un adulto significativo, la integración social y laboral  así como la seguridad, la autoestima, la facilidad para comunicarse, entre otros, son factores protectores que pueden estimularse desde antes del nacimiento.

“La madre durante el embarazo debe comunicarse con su bebé cantándole, hablándole, acariciándole a través del vientre. Debe prepararse para una lactancia exclusiva en los primeros 6 meses, alimentarse adecuadamente y comprender la importancia de traer a un nuevo ser al mundo que necesitará atenciones y cuidados.

“Precisamente el nacimiento es una de las crisis que el ser humano tiene que enfrentar pues es una verdadera prueba de resiliencia biológica y psicológica tanto para el bebé como para la familia y en especial, su madre. Se recomienda iniciar la lactancia inmediatamente después del parto, hablarle al bebé, abrazarlo e incorporarlo rápidamente a la familia.

“El niño necesita del afecto emocional a medida que crece, sin que dependa proporcionalmente de su comportamiento, y la familia debe propiciarle el ambiente adecuado para que desarrolle su confianza como sentimiento positivo hacia el mundo. De ese modo aprende a confiar en los cuidados que le brindan y en el afecto que le dan, y gana en confianza en sí mismo.

“Se debe alabar al niño ante sus logros y progresos, estimularlo para que realice acciones de manera individual, ofrecer explicaciones con disciplina, apoyarlo en situaciones de estrés, mantener la comunicación con él, enseñarle a aceptar responsabilidades…”

Martínez Gómez subraya que en la adolescencia es vital estimular las capacidades de escuchar, de expresar verbal y extraverbalmente lo que se siente, prepararlo para manejar su enojo en determinadas circunstancias y para analizar posibles soluciones a disímiles problemas. Agrega que reforzar los conceptos de protección familiar, aclarar los roles en el hogar y fomentar la confianza a partir de la comunicación constituyen acciones fundamentales para lograr un desarrollo de la resiliencia en esta etapa de la vida. 

Son estas algunas de las estrategias de prevención durante la lactancia, la niñez y la adolescencia que la familia puede desarrollar para lograr un individuo resiliente. Será en su etapa adulta una persona capaz de enfrentar situaciones límites sin deprimirse y no encontrará en la violencia el camino para solucionarlas.