Emoji: para expresarnos mejor…

Hace unos días Sandra y yo estuvimos filosofando, profundamente, como hacemos siempre, sobre las cosas de la vida: la inutilidad de un calzador de zapatos, el cambio climático, nuestras mascotas… y terminamos calculando el tiempo que te ahorras compartiendo un emoji en lugar de escribir la palabra completa que expresa tu estado de ánimo en el chat. Resultó, dependiendo del emoji y la palabra, un ahorro de tres segundos y medio aproximadamente. En ese momento fue que le encontramos una posible ventaja al uso de esos muñequitos tan simpáticos que todos usamos en el chat.

Los emoji surgieron a inicios de los 90 en Japón y la palabra significa: E, que en japonés es dibujo y moji, que es carácter. Los primeros eran más rudimentarios que los que conocemos hoy, además de que solo se podían compartir desde el teléfono que fuera de la compañía japonesa Docomo. El primer Emoji conocido es un símbolo de corazón que esta empresa creó para que los jóvenes utilizaran sus servicios.

Aunque el primer uso intencionado de una imagen que expresara emociones dentro de un texto, fue propuesto por un profesor de la Universidad Carnegie Mellon, en Estados Unidos, en 1982. Estos pictogramas: feliz y triste; eran dos caritas típicas en blanco y negro como las pintamos cuando somos pequeños.

Los emojis que compartimos en nuestra cotidianidad surgieron gracias a la implementación del sistema a nivel internacional en iOS 5, el sistema operativo móvil de Apple, en 2011. Pasito a pasito, los usuarios de smartphones comenzaron a utilizarlos como parte de su lenguaje, añadiendo sentimientos y una mayor capacidad de expresión a los mensajes.

De todas formas, las diferencias en los diseños persisten al día de hoy pues cada sistema tiene sus propios emojis para decir: estoy contento, o triste, o bravo. Tanto Apple como Google muestran íconos diferentes para los mismos clásicos. Por ejemplo, Microsoft representa el emoji de pistola con un revólver, mientras que Apple lo hace con una pistola de agua. Así que uno es más dócil que el otro. Tú elijes que tan malo o mala quieras ser en tu mensaje, dependiendo del sistema que usas.

Estas imágenes nos facilitan el modo de expresarnos de manera digital. Pero aunque sustituyan las palabras que queremos usar para decir nuestras emociones, debemos tener filtros a la hora de compartirlos. No vamos a usar emojis en una conversación o un correo electrónico de trabajo, por ejemplo.

Eso sería como decirle a un secuestrador: “No dispares, porfi…”; o que un policía te diga: “Carné, porfi”. Sabemos que por favor y porfi son equivalentes, pero una se utiliza para conversaciones coloquiales con personas de mucha confianza y la otra no.

Además, salvando la utilidad del emoji, podemos comunicarnos con personas que hablen un idioma diferente al nuestro sin necesidad de traductor, pues las emociones son iguales en todos los países del mundo, excepto en Bulgaria que si giras la cabeza de derecha a izquierda quiere decir Sí y si la subes y bajas quiere decir No, pero allá los búlgaros que son tan raros.

En definitiva, que a pesar de que Cervantes y Shakespeare puedan volver a morir si reviven en 2018, los emojis son parte indiscutible de la comunicación digital millennial. Usémoslos pues, si hay emojis para todo y para todos, aunque no perdamos de vista que la comunicación interpersonal es insustituible y que el lenguaje hay que entrenarlo.