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lunes, 18 de noviembre de 2024

Finlay, ¡si estuvieras vivo!

Fiebre amarilla, dengue, chikungunya, zika….enfermedades cuyo agente transmisor es el Aedes Aegypti, insecto al que el doctor le dedicó buena parte de sus investigaciones...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 18/02/2016
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Podía haber recibido el Premio Nobel, pues fue candidato para el galardón en varias ocasiones entre 1905 y 1915. Pasó a la historia como el único cubano propuesto para tal reconocimiento sin que se tomara en cuenta. Sin embargo, la comunidad científica mundial lo recuerda hoy, 18 de febrero, fecha en la que, en el año 1881, compareciera ante la Conferencia Sanitaria Internacional en Washington para enunciar la teoría del contagio de la fiebre amarilla por la acción de un agente transmisor. Más adelante, el 14 de agosto, ante una sesión de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, compartió la hipótesis de que la hembra del mosquito Aedes Aegyti fuera ese intermediario.

El doctor camagüeyano Carlos Juan Finlay es, sin dudas, el más universal de los estudiosos de la ciencia en el país. Sus investigaciones fueron trasgresoras en la medida en la que sus resultados mostraron una nueva forma de propagación de las epidemias mediante un vector biológico, lo cual abordaba la epidemiología desde un enfoque diferente. 

Hasta esa fecha, los médicos solo hablaban de una modalidad de contagio inusual, sin tener en cuenta los planteamientos de Finlay, que debieron ser confirmados a través de numerosos experimentos antes de ser expuestos ante el mundo.

Los registros históricos también avalan su interés por hallar la causa de la diseminación del cólera en la capital cubana, la cual asoció al consumo de agua contaminada luego de realizar visitas a varios hogares y encontrar el mayor número de casos en aquellos cercanos a la Zanja Real. Hasta 1873, año en que publicó los resultados de esta investigación, enfrentó también Finlay el silencio científico.

No ha sido el único que no ha podido, en vida, disfrutar fácilmente de sus logros. Siglos después, mencionamos su nombre una y otra vez cuando vuelven a desatarse epidemias que cobran vidas, y cuando sus sugerencias para garantizar las condiciones higiénicas favorables siguen siendo las efectivas.

Noches de desvelo y un trabajo inagotable hicieron de Finlay un médico digno de respetar. ¿Cómo formular una teoría sin comprobarla antes? No descansó hasta ser escuchado y cabría preguntarse si hoy también lo fuera.

A veces pareciera que a las personas se les cierran los oídos, y que los brotes de autoconciencia se diluyen en el tiempo. Se habla con frecuencia de los virus que transmite el mosquito, y de impedir su reproducción para evitar el contagio y aun así, proliferan la insalubridad en las calles, la indiferencia en no pocos domicilios y la mano blanda para arremeter con quien entorpezca las labores de saneamiento.

Si Finlay viviera, no dejaría de insistir en lo que una vez le robó el sueño. Compartiría su experiencia investigativa, trataría de encontrar el eco de sus esfuerzos y ante todo, no descansaría para evitar que enfermedades como el dengue, el chikungunya y el zika elevaran sus índices de incidencia en el país. No obtuvo el Premio Nobel pero Cuba lo ha respetado siempre…Tal vez le habríamos hecho más caso.


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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