Tan al centro de un conocido reparto habanero, tan diferente a la atmósfera marchita de la ciudad que lo rodea, el Organopónico Vivero Alamar es un sitio lo suficientemente extemporáneo como para imaginar que no pertenece al paisaje donde está ubicado.
Miguel Ángel Salcines, el alma de esta especie de oasis urbano, es un hombre hospitalario de palabra aguda y seductora que recibe a los visitantes como si fueran viejos amigos. Hace 18 años fundó esta Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) armado de más ilusiones que recursos, sembrando las posturas en latas picadas, buscando las semillas en bicicleta, impulsado quizás por el subrepticio deseo de trascender que en el fondo es móvil de los seres humanos emprendedores y a la postre trascendentes.
Hoy el lugar llama la atención por muchas razones: Sus cultivos son de naturaleza orgánica, produce más de 15 variedades de hortalizas en 10,8 hectáreas de extensión, y es tal vez uno de los pocos sitios de la ciudad donde el costo total de un mazo de lechuga, uno de acelga, uno de espinaca, una col pequeña, y un enorme vaso de guarapo no sobrepasa los diez pesos cubanos.
Salcines no se guarda ningún elogio y asegura que su cooperativa es una de las mejores granjas de producción orgánica del mundo. “No será la de menos defectos pero si la de mayores virtudes”, dice. De igual forma, arremete contra lo que define como fascismo alimentario, a saber, esa agricultura donde los vegetales y las frutas tienen una apariencia perfecta pero una composición tóxica a causa de los fertilizantes químicos.
Muchos países desarrollados -afirma- han olvidado que el carácter social de la agricultura es su verdadera esencia. “La superproducción tiene sus ventajas pero envenena la comida. Si bien el cooperativismo cubano padece un excesivo control institucional, la desmedida forma de producción practicada en el mundo, la misma que antepone cantidad a calidad, no solo destruye la tierra, sino al ser humano” comenta el agricultor.
El también ponente del TED Talks celebrado en La Habana cuenta que en Cuba la comida orgánica más que un lujo empezó siendo una necesidad causada por la escasez de fertilizantes en los tiempos difíciles del período especial, pero que actualmente mantener esta forma de producción es una prioridad del centro que dirige.
La cooperativa por dentro
Según Miguel A. Salcines el carácter social de la agricultura es su verdadera esencia. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)
La ingeniera Norma Romero nos acompañó al fotorreportero Fernando Medina y a mí en un recorrido por las áreas interiores y nos ofreció una maravillosa disertación de agricultura orgánica desde la siembra de la semilla hasta la cosecha los frutos. Norma, con su asombrosa capacidad para hacer entendible la jerga científica, nos habló de las posturas de cepellón, de las barreras naturales y los controladores biológicos, de las rotaciones de siembra y de los cultivos protegidos y semiprotegidos.
Norma toma en sus manos con evidente desenfado un puñado de lombrices que muy pocas mujeres se atreverían siquiera a tocar y nos cuenta sobre la ventaja que significa para los productores criarlas y aprovechar el abono que estas excretan. Con ella conocimos que estas especies hermafroditas tienen cinco pares de corazones, que duran alrededor de 16 años, y que se enroscan entre sí de forma tal que solo en un metro cuadrado es posible encontrar entre 15 mil y 20 mil ejemplares.
Desandando el interior del lugar también aprendimos sobre la cría de conejos con José Ramón Rey; sobre la agroindustria y las dificultades que representa la falta de envases y la esterilización de los mismos con leña; y hablamos con un señor de 76 años nacido en el Escambray que todavía corta caña como si fuera un muchacho.
Más tarde, luego de ofrecernos un dulce de piña elaborado con frutos de la propia cooperativa, Norma y Salcines nos llevaron al laboratorio y nos hablaron del desarrollo de entomopatógenos para combatir las plagas, de las dificultades que han tenido que enfrentar todos estos años debido a la falta de insumos en las tiendas abastecedoras (una vez pasaron 8 meses sin azufre) y nos explicaron el diseño de su sistema de pago local basado en una prima que beneficia a los trabajadores no solo por su rendimiento sino por su antigüedad en la UBPC.
Nos hubiéramos quedado todo el día escuchando las palabras de esta dama encantadora y de este hombre cuya tozudez en llamar las cosas por su nombre le ha valido algunos enemigos, pero ya sobre el mediodía este último nos dijo con un tono jovial: “Bueno, ya es hora de que se vayan para el c…, pero no se sientan mal, dicen que los amigos cuando se insultan se quieren, y ustedes son nuestros amigos y nosotros, no se ustedes, ya los queremos mucho”.
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Gisela
24/4/15 14:06
Me ha gustado mucho, la forma de redactar el articulo, tal aprece un cuento, por suerte se que no es de ciencia ficción
Una Abuela
23/4/15 11:58
Felicidades al periodista por mostrarnos lugares como este, pensé que no existían. Gracias a Salcines, ojalá pudieramos clonarlo
Olga
23/4/15 11:48
Muchas felicidades a Salcines por su trabajo y muchas gracias al periodista por mostrarnos la luz en medio de las manchas.
Janet
23/4/15 10:00
magnífico artículo!! adoré lo de "fascismo alimentario" y eso de que "el carácter social de la agricultura es su verdadera esencia" no hay q ir lejos para ver agricultores fascistas q se han olvidado del carácter social de la agricultura... hay fascismo sin fertilizantes, solo hay q ver los precios del agro!! hacen falta muchos Salcines!!!
Marta
23/4/15 9:13
Por favor hace falta la dirección exacta de ese lugar.
Abel Lescaille Rabell
23/4/15 14:13
Estimada Marta, la UBPC se encuentra en la entrada de la zona 6 de Alamar, de todas formas la dirección exacta se la confirmamos en un momento.
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