Las generaciones de hoy día no tendrán el privilegio de disfrutar de las actuaciones (voz y ejecución al piano) de Ignacio Villa, Bola de Nieve, un artista que al cabo de medio siglo de su desaparición física es ya leyenda, perdura en la memoria y constituye una de las personalidades icónicas de las artes y la cultura cubana.
Años, muchos años atrás, la excelsa damisela encantadora Esther Borja declaró a este redactor: “Hay ciertos individuos que nacen con una cosa genial. Bola de Nieve era muy observador, muy amante del teatro, de la literatura, de la pintura, y eso es muy beneficioso para el artista, para la formación de su personalidad”. Otra cantidad apreciable de años atrás, allá por 1983, la hoy bastante olvidada pero ilustre compositora Olga de Blanck, confesó a quien escribe: “Al cantar, decía la canción a su manera, como la sentía. Impuso en el mundo entero su estilo como pianista y compositor. Su interpretación y ejecución al piano de ‘Corazón’, de Sánchez de Fuentes, es única”.
Bola de Nieve trasciende como un artista de indiscutible originalidad, con un sentido tan profesional que lo que en él podía tomarse como un gesto de improvisación era siempre el resultado de un sólido proceso de estudio y profesionalidad. Tal era su modo de respetar al público que tanto lo admiró.
Estudiaba la canción que habría de interpretar, se incorporabaa ella y la trasmitía con picardía y natural carisma, a su muy peculiar manera. Así singularizó en su voz “La vie en rose”, de la cual decía Edith Piaf que nadie interiorizaba como él; “Monasterio Santa Chiara”, de Antonio Barbiere, quien consideraba que era difícil hallar un mejor intérprete para su canción; “La flor de la canela”, de Chabuca Granda; “Es tan difícil” y “Déjame recordar”, ambas de José Sabre Marroquín; “Devuélveme mis besos”y “¿Qué sabes tú?”, de María Greever; “Se equivocó la paloma”, de Carlos Guastavino y Rafael Alberti; “Saudade”, de Hekel Tabare; “Caballero de Olmedo”, canción sobre texto de Lope de Vega; “Arrivederci Roma”, de Renato Rachel; “Obsesión”, de Agustín Lara, “Nunca”, de Guty Cárdenas…
Del repertorio nacional, Bola de Nieve interpretó “¡Ay, Mamá Inés!”, de Eliseo Grenet; “Chivo que rompe tambó”, y “El Manisero”, de Moisés Simons; “Mesié Julián”, de Armando Oréfiche; “Corazón”, de Eduardo Sánchez de Fuentes; “Drume negrita”, de Ernesto Grenet; “Bito Manué, tú no sabe inglé”, con letra de Nicolás Guillén; “No puedo ser feliz”, de Adolfo Guzmán; “El dulcero, pregón” de Ernesto Lecuona; “Babalú”, de Margarita Lecuona…
Y de un compositor nombrado Ignacio Villa, del cual solía decir: “Yo escribo cancioncitas”, han quedado “Drumi mobila”, que mucho gustaba al maestro Jorge Anckermann; “Arroyito de mi casa”, para su amiga Esther Borja; “Si me pudieras querer”, estrenada por Rita Montaner; “Carlota ta morí” y otras muchas.
Ignacio Villa, aún no lo hemos dicho, nació en 1911 en la calle Máximo Gómez, de Guanabacoa, y fue hijo de Domingo, cocinero de fonda, y de Inés, incansable decidora de historias, quien atendía el hogar. Con grandes esfuerzos familiares y personales hizo estudios de piano y matriculó hacia 1927 en la Escuela Normal de Maestros, aunque no concluyó la carrera por el cierre de la institución durante el período más cruento de la dictadura de Gerardo Machado.
Sus pininos artísticos tuvieron por sede el teatro Carralde la villa natal y, según se afirma, el sobrenombre se lo puso Rita Montaner; otros, sin embargo (y nos referimos al periodista Fernando Campoamor) aseguran que fue obra del médico Carlos Guerrero. En cualquier caso, Bola de Nieve, con su cabeza negra y rapada, devino sobrenombre de un artista universal.
Se trató de un excelente pianista acompañante, y en tal condición viajó a México en 1933, con Rita Montaner, ocasión en que recibió una oportunidad como solista, que él supo aprovechar. El recorrido se extendió a Estados Unidos. De regreso en México conoció a Ernesto Lecuona, con quien comenzó a trabajar. Con la compañía del maestro retornó a Cuba para tocar en recitales que a veces incluían las ejecuciones de ambos al piano. Fue en 1936 cuando con la compañía de Lecuona, en la que van Esther Borja, Ernestina Lecuona y otros artistas, embarcaron hacia Argentina, donde además de presentarse en teatros y emisoras, participaron en la película Adiós, Buenos Aires.
Las giras se suceden, para extenderse a Chile, Perú, aunque Bola no se detuvo ahí porque viajó muchísimo, con presentaciones en Brasil, Venezuela, México, Colombia, Puerto Rico, Uruguay, Haití, República Dominicana, Francia, Inglaterra, España, Dinamarca, Italia, Unión Soviética, Rumania, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Alemania, China, Corea…
“Triunfador será como siempre lo veremos. Bola con su piano, Bola con su frac en las grandes noches de mundana etiqueta. Bola con su sonrisa y su canción”.
La relación artística con Rita Montaner, Esther Borja y el maestro Ernesto Lecuona es significativa en la vida de Ignacio Villa. Y memorable fue el éxito que alcanzó en Carnegie Hall, Nueva York, el 21 de noviembre de 1948, cuando fue presentado como Snow Ball y tuvo que salir a escena en incontables ocasiones a instancias del público. Entonces la prensa lo califica como un diseur, a la manera de Maurice Chevalier.
En 1951 se presenta en París; su sede artística es la famosa y exclusiva boîte Chez Florence. Copenhague, lo acoge dos años después. En México interviene en el filme Una mujer de la calle, protagonizada por Marga López. En 1955 los aplausos se escuchan en Caracas y un año después actúa en la Unión Panamericana, en Washington, donde su presentación alcanza tal repercusión que aparece reseñada en la revista Américas, bajo el título “Bola de Nieve, el fabuloso Ignacio Villa, maestro de la canción cubana”. Se traslada entonces al Viejo Continente y se presenta en Niza, Roma, Venecia, Milán. Y también en España, donde graba varias canciones.
Integró la delegación artística cubana a la Exposición Mundial de Montreal 67 y en octubre de 1968 formó parte en el programa inaugural de los XIX Juegos Olímpicos de México. Algunos países los visitó en repetidas ocasiones. Del habanero restaurante Monseigneur hizo su Chez Bola, donde con su inseparable frac vertía en las noches su arte y buen humor.
Bola de Nieve deleitó a los cubanos a través de la televisión, la radio, el cabaret, el teatro, en restaurantes… Incursionó en el cine y su imagen se difundió. Su voz y figura han quedado en entrevistas, cortos, documentales, en sus incursiones en la cinematografía durante su estancia en la compañía de Ernesto Lecuona y, naturalmente, en sus numerosísimas interpretaciones.
El artista murió el 2 de octubre de 1971 en México, donde se hallaba en tránsito hacia Lima, y sus restos fueron trasladados a Cuba. Durante la despedida de duelo en Guanabacoa, el 5 de octubre de 1971, Nicolás Guillén expresó:
“Todo el mapa de nuestra América le pertenecía. Europa le tuvo más de una vez en su seno, pero él salió incólume de esa tremenda prueba. Ni París, que le aplaudió con frenesí, pudo vencerle o conquistarle.
“Triunfador será como siempre lo veremos. Bola con su piano, Bola con su frac en las grandes noches de mundana etiqueta. Bola con su sonrisa y su canción”.
Así seguimos recordándolo… medio siglo después.
Miguel Ojeda Vila
6/9/23 11:46
Comparto fraternalmente con ustedes poema de mi poemario inédito PATRIMONIAL y dedicado al Bola, cercano el 11 de septiembre, fecha de su nacimiento en 1911. Miguel Ojeda. TE ESTA' NEGADO EL SILENCIO. Pasa volando en su piano, en luz de ciudad bañado , el negro negro, tan blanco, con su alma de cubano. Esa alegri'a tan triste, esa tristeza-campana, esa villa desde Cuba, Ame'rica en tu mañana, lloras secretos de santos, amores viejos te callas. Llegas volando a la sangre de tu pueblo que te llama: " regresa ya, reverdece, casi voz que canta y canta con tu piano medio brujo, con tu frac cual madrugadas ". Ahora su piano-coco navega en mar de esperanza ; los sabios no saben nada, Mama' Ine's lo sabe todo. Te siembras en piano eterno, te esta' negado ...EL SILENCIO. MIGUEL OJEDA. Distinción Por La Cultura Cubana. Laureado de la cultura. Artista De Mérito del ICRT. Miembro de La UNEAC. Sello Centenario de la Radio Cubana.
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