La integración entre memoria, lucha social y espiritualidad es uno de los pilares de la Articulación Afrofeminista Cubana, que en 2025 celebró su tercer aniversario. Así lo dio a conocer Yulexis Almeida Junco, una de sus coordinadoras de esta red horizontal de solidaridad y resistencia, integrada por mujeres, hombres y personas no binarias decididas a transformar las estructuras de racismo y patriarcado en Cuba.
En el mes de julio de 2022 —explicó la también activista y educadora popular—un grupo de lideresas comunitarias, académicas y activistas se unieron para celebrar por primera vez en Cuba el Día Internacional de las Mujeres Afrodescendientes, Afrolatinas y de la Diáspora.
Esa coincidencia de voluntades derivó en una estructura colectiva que trascendió la conmemoración e impulsó un accionar articulado, continuo y plural. “Nos reconocimos como una red de solidaridad entre feministas y antirracistas”, señaló Almeida, insistiendo en el valor del respeto a la autonomía de cada proyecto, así como en el compromiso mutuo con una causa común.
En coherencia con el proverbio africano —“si quieres ir rápido, ve sola; si quieres llegar lejos, ve acompañada”— el colectivo asume la transformación social como tarea compartida.
La coordinadora explicó que el afrofeminismo cubano se inspira en los fundamentos del feminismo negro, cuya base teórica reconoce la intersección entre raza, género y clase como matriz de dominación y desigualdad persistente.
Desde esa perspectiva, la articulación trabaja en la visibilización de las mujeres negras, mestizas y personas racializadas como agentes políticos y sujetos de derechos, rebasando estereotipos y narrativas marginalizadoras.
Ancestralidad como herramienta de acción
Una de las aportaciones más significativas del discurso de Almeida fue la noción de ancestralidad como herramienta política, ética y espiritual del movimiento. La ancestralidad, explicó, no es una evocación nostálgica del pasado, sino una fuerza viva, fuente de resistencia, identidad y sanación colectiva.
En este punto, la activista vinculó la labor de la articulación con las enseñanzas de las mujeres cimarronas y los legados afrodescendientes que han sostenido la lucha contra el racismo y la colonialidad a lo largo de la historia cubana.
Como herramienta política, la ancestralidad inspira a las integrantes de la articulación a continuar la resistencia contra el colonialismo y las múltiples formas de exclusión que aún subsisten.
Desde el campo de la música urbana esa práctica ha estado liderada por el grupo Obsesión, defensor del género conocido como hip hop, que ha denunciado el patriarcado y el racismo. Mientras que desde la Academia se erige la Sección de Identidades, Diversidad y Comunicación Social (SERES) de la Sociedad Cubana de Psicología, presidida por Norma Rita Guillard Limonta.
Además, Almeida mencionó el proyecto de la Librería Ireti, primera de su tipo en el país dedicada a visibilizar la historia y representación de las deidades afrodescendientes, que ha formado a académicas y activistas en enfoques de género y raza.
Otros proyectos que integran esta red son: Todo Turbante, liderado por Maritza Donatién, que rescata el valor simbólico del turbante como expresión estética y acto de resistencia cultural.
Existen iniciativas centradas en el cabello afro y la estética negra —como Acuazul, Rizo Libre, Lo llevamos rizo, Bárbara's Power, la primera marca cubana de ropa afro con sede en la capital de Cuba, o Afrodiverso, que focaliza su trabajo en el empoderamiento de personas negras y mestizas que pertenecen a la comunidad LGBTIQ+, y muchas veces son invisibilizadas.
Ética del cuidado y justicia social
La ancestralidad como herramienta ética, afirmó Almeida, se traduce en una forma de entender el feminismo desde la colectividad, el cuidado mutuo y la reciprocidad. Estas nociones, enraizadas en la espiritualidad afrodescendiente, se oponen a los modelos hegemónicos de individualismo y competencia.
Esta red practica un feminismo negro descolonial, que rompe con las categorías impuestas por el sistema sexo-género occidental y reivindica las expresiones de identidad afro-cubanas como legítimas, plurales y emancipadoras, enfatizó la activista.
En su argumentación, relacionó además la desigualdad estructural con la persistencia de estereotipos raciales y de género que impactan especialmente a las mujeres negras cubanas: madres solas, jefas de hogar, con menos oportunidades laborales y condiciones de vida desventajosas.
Estas realidades, señaló, no son el resultado de decisiones individuales, sino de procesos históricos que reproducen exclusiones y jerarquías aún no desmanteladas. Frente a ello, la articulación propone políticas públicas inclusivas, con enfoque interseccional, que atiendan las raíces sistémicas del racismo y el patriarcado.
Espiritualidades que sanan y conectan
Las prácticas religiosas de origen africano —rituales, uso de plantas, promesas y celebraciones— cumplen una función de sanación frente a los traumas históricos de la esclavitud y la discriminación contemporánea. Estas espiritualidades, lejos de ser un refugio apolítico, se convierten en una fuente de energía vital y resistencia cultural para las colectividades negras cubanas.
Ejemplos de proyectos que integran esta dimensión espiritual en su labor comunitaria son el Proyecto Vida, AfroArte o Por amor a mis raíces, ambos en Matanzas, los cuales reivindican la herencia africana como fuerza capaz de transformar el dolor en creación, la memoria en acción.
Una red para el presente y el futuro
Para la Articulación Afrofeminista Cubana, dijo Almeida, la ancestralidad no es sólo mirar hacia el pasado, sino proyectar futuros de libertad, dignidad y justicia. En esa visión, las mujeres negras, mestizas y las personas racializadas ocupan el centro de las transformaciones necesarias en el país.
El afrofeminismo cubano articula una genealogía de luchas que no se limita a denunciar opresiones, sino que construye, desde los valores de la comunidad, una ética para la vida digna.
En esa construcción, la memoria ancestral y el compromiso activo con el presente se entrelazan como caminos hacia una sociedad más justa y plural, donde las voces negras se escuchen y se reconozcan como parte esencial del cuerpo social cubano.

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