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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Cuba es mi fuente de inspiración (+Fotos)

Un estilo y una técnica impecables, y el total desdoblamiento en los personajes, son algunas de las cualidades de la primera bailarina y maestra del Ballet Nacional, María Elena Llorente, Premio Nacional de Danza 2015...

Ada María Oramas Ezquerro en Exclusivo 14/05/2015
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María Elena LLorente 04
María Elena Llorente alcanzó el rango de Primera Bailarina del Ballet Nacional de Cuba en 1976.

En cada salida a escena parecía como si de ella emanara una luminiscencia de un brillo que no admitía sombras, porque no era sol, sino luz de luna la que de ella energía, y por ello el doctor Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba, definió a la primera bailarina y maestra del Ballet Nacional, María Elena Llorente — Premio Nacional de Danza 2015— como “un resplandor en escena”.

—¿Por qué elegiste el ballet como profesión?

—Desde pequeña me gustaba bailar en fiestas familiares. Montaba mis coreografías y me inspiraba en los valses. Se hizo un hábito que yo aportara aquellos pininos de danza que me encantaba interpretar. Era como una especie de deseo de expresarme sin palabras. Ante mi evidente vocación, a los cuatro años, mi mamá me inscribió en los cursos de la Sociedad Pro Arte Musical. Después pasé a la Academia Alicia Alonso y de ahí, vino mi unión con Alicia, con Fernando, con las primeras figuras que eran muy jóvenes todavía, me fui introduciendo en el mundo del ballet, unas veces personificando una muñeca o una hadita, un pajecito; personajes asumidos por los niños en las obras presentadas por Pro Arte.

“Con el triunfo de la Revolución se creó el Ballet Nacional de Cuba. Empecé a formar parte de sus filas en 1962. Fue una experiencia inolvidable, por el modo en que nos enseñaban, no solo en cuanto a la técnica, sino en todo lo que implica esta especialidad”.

—Y ahora que te refieres a la técnica, existen personas que piensan que es esta la cualidad que define la calidad de un bailarín de ballet. ¿Qué opinas al respecto?

—La técnica es importante como medio de expresión, pero lo esencial es la parte artística. La técnica tiene que estar en función del personaje, en ballet y en todos los géneros danzarios, porque los pasos siempre son los mismos, depende el modo en que los asuma el ejecutante y hasta qué punto trabaje para reflejar la sicología del personaje.

—¿Quiénes fueron los pilares que influyeron en tu formación?

—Una de mis primeras profesoras fue Marta Mahr, una de las bailarinas iniciales de la compañía, que me enseñó el valor de la disciplina y la exigencia en el ballet. Después, tuve a Alicia, Fernando, José Parés, Joaquín Banegas. Fueron muchos y muy valiosos los profesores que tuve en esos momentos, quienes me brindaron sinceramente todo su apoyo.

“Yo tuve la suerte de tener no solo grandes profesores, sino también, algo muy importante para mí, el trabajo con los coreógrafos, porque a veces me ponían metas que no estaba segura de alcanzar. Pero nunca me amilané. Siempre me gustaron los desafíos. Mientras más difícil era el personaje, más empeño ponía en lograrlo. Y siempre tuve una relación muy bonita con ellos, a través del intercambio y la comprensión”.

UN PREMIO A CUBA, AL BALLET Y AL PÚBLICO QUE HA SIDO PARTE DE MI VIDA

—¿Podrías definir los rasgos que distinguen a la escuela cubana de ballet?

—Son diversos los aspectos que la caracterizan: la forma de enlazar los pasos, su carácter tan expresivo; porque los cubanos tenemos una forma de movernos, de llegar al público, la relación entre parejas. Pues una de sus características radica en no admitir que cada uno baile por su lado. Son muchos los detalles que abarca la estética de nuestra escuela.

“También es muy importante el partneo, el trabajo conjunto del bailarín y la bailarina. Los cubanos tienen una técnica de manejar a la mujer muy segura, muy limpia. Y sobre todo, esa relación que existe en todos los ballets entre la mujer y el hombre. No es que cada uno baile por su lado, porque son muchos los aspectos que distinguen la escuela. Cuando uno ve un bailarín cubano, lo identifica por sus gestos, sus movimientos, por el acabado de las poses, por la virilidad que le caracteriza.”

—¿Cuál es tu opinión acerca de la más reciente promoción de la escuela nacional de ballet?

—Son muchachos con muy buena técnica y una gran preparación. Pero el bailarín no se forma en dos días. O sea, no son solo los ocho años de estudio, porque ahora los recién graduados entran a formar las filas de la compañía, y no solo del Ballet Nacional de Cuba, sino de cualquier compañía de danza. Y comienza su vida profesional, aprender un nuevo repertorio, cómo expresarse mejor artísticamente.

“Estas nuevas generaciones se sienten muy seguras de sí mismas, creen que se las saben todas, y yo pienso que es muy importante que sientan la necesidad de aprender algo nuevo todos los días. Cuando un profesor se entrega a su trabajo, al igual que un maître, hay que tratar de captar lo más posible sus enseñanzas, porque eso les va a ayudar a enriquecer su carrera”.

—Existen numerosas compañías de esta especialidad en el mundo, pero la compañía cubana continúa en un plano cimero. ¿Cómo contemplas el futuro del Ballet Nacional de Cuba.

—Pienso que el Ballet Nacional de Cuba no puede perderse. Pero ha sido una labor ardua que empezó por Alicia, Fernando, Alberto. Y las demás generaciones hemos ido manteniendo su prestigio. Y ahora, los que nos siguen, deberán continuar esta tradición. Por todo esto, pienso que los jóvenes han ido asimilando lo que se les ha enseñado, e incluso, ya tenemos generaciones de bailarines, vigentes todavía que aman el magisterio. Les gusta enseñar a los demás muchachos, los aconsejan, les dan detalles. Por roto esto el Ballet Nacional de Cuba no se puede perder.

—Varios jóvenes bailarines están incursionando con acierto en el diseño coreográfico, a veces en programas concierto y hasta en una gala dedicada a los jóvenes coreógrafos que se presentó en el más reciente Festival Internacional de Ballet. ¿Qué opinas sobre este aspecto?

—Ser coreógrafo no es nada fácil. No es algo que pueda aprenderse en su conjunto, a pesar de que existen reglas inviolables. Es un arte para el cual hay que nacer, hay que documentarse mucho. Sobre todo, cuando se tratan temas histéricos. También cuando se trata de una obra con una marcada teatralidad. Por eso hay que documentarse mucho.

“Eso es importante, porque las nuevas coreografías permiten que se siga evolucionado. Los talleres son también muy importantes, pues muchos de nuestros principales coreógrafos empezaron en esos talleres y es muy estimulante que las últimas funciones que se estrenaron aportaran muy buenos títulos a la compañía, y ya están pensando en el próximo taller֊”.

—¿Qué importancia concedes al Ballet Nacional de Cuba dentro de la cultura cubana?

—Es reconocido mundialmente. Somos un baluarte de la cultura cubana. Y eso tenemos que conocerlo los bailarines, no solo del Ballet Nacional de Cuba, sino de cualquier otra compañía. Porque siempre que actuemos en un escenario estamos representando a Cuba Y a nuestra cultura”.

—¿Hasta qué punto la cubanía, que lleva implícita esta compañía, ha contribuido a que ocupe un sitial tan elevado?

—Si voy a hacer una comparación… Yo, que tuve la oportunidad de vivir durante los primeros años de la Revolución, que había que luchar por un ideal y mantenerlo a pesar de cualquier dificultad; en el ballet ocurre lo mimo, hay que luchar, afrontar lastimaduras, no dejarse caer y siempre salir adelante.

“Ese mismo fervor que sentimos por defender nuestra Patria, nuestros principios, también hay que mantenerlos en el ballet y en la escuela que nos identifica”.

—Existe una serie de personajes a los cuales otorgaste un sello muy personal, como es la Esperanza de Tarde en la siesta. ¿Cuál es tu secreto?

—Hablas de Tarde en la siesta y cuando lo estrené era una solista, y cuánto tuve que crear para interpretar el personaje con Alberto Méndez y conocer lo que quería expresar en ese personaje. En El río y el bosque, y específicamente en la personificación de Ochún, fuimos al Conjunto Folklórico Nacional, aprendí más movimientos allí, Alberto le dio forma a todo eso y pude otorgarle los matices que la identificaron. Cada personaje tuvo su encanto para mí, porque me permitieron interpretar diferentes tipos de bailes. La Esperanza, de Tarde en la siesta, no tiene nada que ver con El río y el bosque; la Ofelia de Hamlet fue un reto, porque su locura nada tiene que ver con la de Giselle. Hay que enfocarlos de modo diferente, para enriquecerse como intérprete. Hay que indagar, y nunca tener miedo de acercarse a personas que lo puedan ayudar a uno. Hemos trabajado con actores, y les preguntamos acerca de sus recursos en el trabajo actoral para después llevarlos a la danza.

“No puedo referirme a un rol específicamente, aunque La Fille Mal Gardée fue uno de los primeros que hice, era una obra que disfrutaba mucho. Cuando era cuerpo de baile me sentaba a ver bailar a Alicia, porque la admiraba enormemente. Muchas personas me recuerdan en ese rol, porque me decían que yo le había puesto un sello. Recordé los movimientos que hacía en mi infancia, se los incorporé a aquella niña, traté de comprender qué esperaba Alicia de ese ballet y pude entenderlo. Hay que ser muy estudioso, no dedicarse tan solo a la técnica y disfrutar esta carrera”.

—¿Cómo ha influido tu esposo en tu carrera?

—He tenido mucha suerte en la vida, porque Salvador Fernández, mi compañero durante muchos años, me ha apoyado, no solo en lo artístico, sino también, cuando he tenido una lastimadura, siempre me ha ayudado a sobreponerme, tanto en el plano artístico como en otros problemas, incluso anímicos. Posee muchos conocimientos como diseñador, tiene otra mirada que me resulta un complemento ideal.

“Agradezco a ese público que siempre me fue fiel, y he tenido la satisfacción, en estos días, de que muchas personas se me han acercado a felicitarme, y estaban muy contentos de que me hubieran otorgado ese premio”.

—¿Y qué puedes decirme del reconocimiento recibido, el Premio Nacional de Danza 2015?

—He recibido muchas menciones y distinciones, pero en estos momentos no me lo esperaba. Fue algo así como un shock, y aunque no trabajo para recibir premios ni menciones, cuando le reconocen a uno el trabajo, y máxime este premio, que lo han recibido grandes personalidades de la cultura, me siento con una gran responsabilidad hoy. Y como me ocurre siempre que he bailado, pienso en mi país, nunca he pensado solo en mí, sino en que estoy representando a mi compañía, a mi patria, por eso este premio me hace sentir muy feliz y lo dedico a Cuba, al Ballet y al público que ha sido parte de mi vida.


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Ada María Oramas Ezquerro

De larga trayectoria en el periodismo cultural. Premio de Oro, del Gran Teatro de La Habana y Miembro de la sección de la Asociación de Artistas Escénicas de la UNEAC


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