Tras la orden de "quédate en casa", con la cual cerraron temporalmente las instalaciones recreativas –sin que la vida cultural del país se detuviese- vieron la luz diversas iniciativas para llevar el arte hasta los hogares, como vacuna eficaz ante la incertidumbre y el dolor que trajo consigo la irrupción de la Covid-19 en nuestra cotidianidad.
La lectura, ese remanso donde muchos van a refugiarse, llegó hasta numerosos cubanos mediante una modalidad que permitió leer de forma gratuita y recibir recomendaciones de quienes se encargaron de acoger las Bibliocasas.
Un módulo de 50 títulos para cada casa abierta a ese proyecto y la orientación del Centro Provincial del Libro y las bibliotecas municipales de cada territorio, hizo posible que el trabajo literario de nuestras instituciones llegase hasta los barrios aun en tiempos de pandemia.
Otra forma de incentivar la lectura que se desarrolló en estos dos años fueron los ebook o libros digitales, gracias a la labor del Observatorio del Libro Cubano y Cubaliteraria.
Hasta finales de diciembre de 2021, en los vacunatorios se comercializaron más de 39 mil libros, mientras que, luego de la vuelta de la vida cultural a los escenarios públicos, se reactivaron las 294 librerías y los 30 puntos de ventas de libros de todo el país, donde se ha podido acceder a unas 500 novedades literarias, además de los volúmenes guardados.
Las tertulias literarias han ido sumándose a sus espacios habituales y los lectores han encontrado nuevos sitios para hacerse de clásicos universales y de otros textos del panorama nacional.
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Aunque la compleja situación epidemiológica tronchó el programa de la Feria Internacional del Libro de 2020 e impidió llevar a cabo la edición del 2021, poco resta para que arranque la mayor fiesta de la letras en Cuba, que en este 2022 tendrá como país invitado de honor a México.
La Feria Internacional del Libro es uno de los acontecimientos culturales más importantes que se celebran anualmente en Cuba. (Tomada de Tribuna de La Habana)
Que esta nación antillana pueda contar hoy con experiencias de ese tipo no es casualidad ni mera oportunidad de ocio, es resultado de un esfuerzo que desde el propio triunfo revolucionario impulsó la alfabetización y brindó la oportunidad del acceso masivo a los saberes que guarda la literatura.
REGRESIÓN EN EL TIEMPO: LA BARBARIE DE LA INCULTURA
Con una tirada de miles de ejemplares, El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra, con ilustraciones de Gustavo Doré y Picasso, llegó a manos del pueblo cubano al irrisorio precio de 25 centavos. De esa manera la Revolución se burlaba de la ignorancia y el analfabetismo reinantes en el país hasta el primero de enero de 1959.
Anterior a ese amanecer los cubanos de bajos ingresos estaban imposibilitados de acceder a la instrucción y a la cultura. En el país las tiradas de un libro no sobrepasaban por lo general los 500 ejemplares, mientras que los escritores no encontraban editoriales que se hicieran cargo de sus textos. Privados de ese viaje maravilloso que solo es posible a través de la literatura, la población de la Mayor de las Antillas carecía de una vida cultural completa y equitativa.
Cuando se produjo la victoria revolucionaria los dueños de los más importantes periódicos se marcharon al exterior convencidos de que el gobierno de los Estados Unidos restablecería más adelante el régimen derrocado, y podrían volver a dominar la comunicación.
Bibliocasa en la comunidad Tierra Brava, en el municipio Habana del Este. (Tomadas de Cubaperiodistas)
Sin embargo, la impresión y distribución de aquella obra cimera de la literatura hispana fue solo el motor que, impulsado por la voluntad política del Estado Cubano, arrancó indetenible con la fundación de la Imprenta Nacional el 31 de marzo de 1959, uno de los acontecimientos culturales más importantes de la Revolución en su primer año.
Con la Ley 187 se creó nuestra industria editorial, que tuvo al frente a uno de los intelectuales de las letras cubanas más reconocidos dentro y fuera del patio: Alejo Carpentier.
Así, la población comenzó a tener acceso a lo más relevante de la literatura universal, y se apoyó la impresión de libros con fines docentes –entre ellos los manuales y cartillas utilizados en la Campaña de Alfabetización de 1961-. A la par, los escritores recibieron el amparo de instituciones que produjeran sus obras. Experiencia que tuvo réplicas en las provincias y municipios a lo largo y ancho de todo el país con el Sistema de Ediciones Territoriales.
Los que estuvieron presentes en esos procesos, cuentan que Fidel –quien tuvo clara la importancia de instruir a los cubanos- solicitó a los escritores e intelectuales listas de textos cumbres de la literatura para que integrasen la fila de volúmenes a imprimir.
Antologías de nuestro Poeta Nacional, Nicolás Guillén, de José Martí y de otros grandes como Federico García Lorca, Rubén Darío, César Vallejo, Pablo Neruda, prosiguieron a la tirada y comercialización de El Quijote.
A su vez, las novelas de Balzac, Hemingway, Víctor Hugo, el propio Carpentier…formaron parte de las bibliotecas de toda la nación, e incluso, de buena parte de los hogares. El espíritu de un pueblo sometido a la barbarie de la incultura comenzaba a elevarse, se fertilizaba la imaginación de todas las edades, irrumpía en cada lector esa hambre voraz que solo el conocimiento sacia.
Más tarde, en 1962 se funda la Editorial Nacional y en 1967, el Instituto Cubano del Libro, hechos que supusieron retos para la naciente Revolución, pero que contribuyeron a promover la lectura y a cultivar al pueblo.
En 1981, para homenajear la fundación de la Imprenta Nacional, se declaró el 31 de marzo como Día del Libro Cubano.
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