Por: Rosa Campoalegre Septien
Para Cuba, la interrogante es una viajera fiel, que tiende a acompañar nuestras vidas, desde lo estratégico y lo cotidiano; por ello me he permitido emplearla como detonante, o más bien catalizadora, de este diálogo. A escala internacional, Cuba suele devenir asunto controversial, polémico y, al unísono sigue siendo inspirador, debatiéndose entre mitos y des/encuentros.
También, la realidad cubana es interpelada “casa adentro”, en los ámbitos familiar, laboral, escolar, cultural y comunitario. Por doquier emergen interrogantes que impulsan soluciones u orientan novedosas búsquedas. Todo ello transcurre al calor de las tensiones y los retos de un modelo de desarrollo social proyectado a la equidad, que actualmente es objeto de transformaciones cruciales acotadas en la conceptualización programática de desarrollo socialista sostenible y próspero.
Rotundas y militantes son las voces afrofeministas porque tienen su base en re/aprender a decir No (Foto: Afrodescendencia México).
Pero emergen o ganan mayor atención nuevos temas de debate. Este que hoy compartiré con ustedes, los feminismos negros, sin margen a dudas, es ilustrativo e integra tales emergencias temáticas. Les confieso que ese plural resulta decisivo, no solo en el plano teórico, sino en las prácticas sociopolíticas. Un plural en materia de feminismos que implica el reconocimiento de la multiplicidad de contextos, programas, iniciativas, agenciamientos sociales, personalidades y especialmente sus modos de hacer y sus fortalezas. Centraremos este primer acercamiento en comprender qué son los feminismos negros.
En los intercambios académicos, encuentros feministas, foros sociales y eventos de diversa índole, nos ha acompañado una pregunta: ¿Existen los feminismos negros en Cuba? En buen cubano podría decirse, o tal vez simplemente pensarse, que “es la pregunta del millón”. Nótese que ella, aunque reiterada en disímiles escenarios y por diversas voces, no pierde su encanto, y es que sigue siendo clave para entender otras miradas a la sociedad y al activismo social en el país. Insisto en que es una mirada sin la cual hoy no podrían entenderse, en Cuba, los feminismos ni la lucha contra el racismo.
En torno a la insistencia en esa pregunta, cabe apuntar al menos tres factores claves incidentes, a sabiendas de que se trata de una respuesta inconclusa, pues alude a un proceso complejo construido en y para las propias luchas que han desarrollado las mujeres afrodescendientes a lo largo de la historia. Tardíamente irrumpen en la academia, pues nacen y crecen como texto oral difundido en calidad de performance político en plenas luchas emancipatorias.
A continuación los precitados factores:
1. Afloran las particularidades del proceso cubano que no se pueden atrapar en patrones teóricos o políticos tradicionales, en tanto se distancian de otras experiencias socialistas más universales. Cuba tiende a ser etiquetada como “caso raro”, otras veces es satanizada o idealizada en el debate político e incluso académico.
2. Emerge la imagen social históricamente fabricada sobre Cuba como una sociedad que tiende a sostener discursos en un solo plano, monolíticos, sin matices, a una sola orden como en un frente de batalla.
La complejidad y diversidad crecientes de la sociedad cubana posibilita la de/construción de esa visión estereotipada latente, que intenta mantenerse predominante, a contrapelo del intenso proceso de cambios socioestructurales caracterizados por la emergencia de nuevas clases, grupos y sectores no tradicionales asociados a la diversificación de los tipos de propiedad, especialmente la privada, la cooperativa, así como de otras formas de propiedad y de “gestión no estatal”; el aumento de las desigualdades sociales y el crecimiento del activismo social, con iniciativas organizativas desde la sociedad civil y discursos emergentes, en ocasiones disonantes.
3. Completa estos porqués la situación y las perspectivas del activismo afrocubano y el papel decisivo que en él desempeñamos las mujeres afrodescendientes como expresión de liderazgos afrofeministas.
Sobre tales presupuestos, ante la pregunta de si existen feminismos negros en Cuba, el punto de partida me encuentra posicionada en decir y hacer posible el Sí rotundo y militante. Rotundo porque los feminismos negros son, en primera instancia, un proyecto histórico de lucha asentado en la ancestralidad y sus desarrollos ante los nuevos desafíos contra el patriarcado, el racismo y la invisibilización. Es militante al tejer redes teórico-prácticas movilizativas, desde el núcleo de nuestras familias, comunidades de interacción de todo tipo y los barrios como lugar por excelencia de los afrofeminismos, o en la frontera que desdibuja lo académico del activismo, creando espacios inéditos de rupturas desarrolladoras.
En torno a esos espacios, aún en tensión, vale la pena revisitar la obra de Georgina Herrera,[1] una de las voces emblemáticas de la poesía negra en Cuba, a fin de encontrar en su poema “Elogio grande para mí misma” rasgos definitorios de los feminismos negros, al señalar: “Soy la fugitiva, la que rompió las puertas de la casa del amo y cogió el monte”. Y en ese monte, como espacio de rebelión, se alzan los conocimientos hechos enfoques, herramientas y prácticas afrofeministas. El referido vocablo, metafóricamente sugiere, además, la confluencia de variadas formas y rutas de estos feminismos, así como la dinámica de su crecimiento.
Esa ruptura de las puertas en la casa del amo, esa impetuosa salida nos habla de las resistencias como eje transversal de los feminismos negros y su inevitable enfoque decolonial en la América Latina y el Caribe, a fin de barrer las estructuras económicas, políticas, espirituales y simbólicas de la colonialidad. Más que una fuga, es un hecho épico de rebeldía. Con la casa del amo se dejan atrás las múltiples opresiones como mujer y negra. Y al rescatar un “Elogio grande para mí misma”, Georgina Herrera manifiesta la identidad y el orgullo de ser negras como condición diamante y brújula de las afrofeministas.
Rotundas y militantes son las voces afrofeministas porque tienen su base enre/aprender a decir No. Los feminismos:
1. no son un hecho nuevo, sino histórico;
2. ni son una moda centrada en lo extranjerizante o específicamente exportada desde los Estados Unidos;
3. no empezaron con la visita del expresidente Obama a Cuba;
4. no hacen daño al proyecto revolucionario de unidad, por el contrario;
5. no nos debilitan como Revolución, nos fortalecen, nos multiplican, desde otro lugar de enunciación, absolutamente compatible con el ideal nacional.
En consecuencia, no ceso en responder, emocionada y convencida, que mientras existan luchas contra el racismo, por la igualdad y la emancipación de las mujeres, habrá feminismos negros. Ese es el caldo de cultivo que los sostiene, mejora, amplía y reproduce socialmente.
Los feminismos negros o afrodiaspóricos, atendiendo a su origen y desarrollo, constituyen pensamiento y acción política contrahegemónica, y dadas las metas históricas de nuestra región, son decoloniales, como herramienta de lucha contra la colonialidad del poder, el saber y el género. Ubicados en la intersección conflictual de género y raza como ejes estructurantes de su matriz constituyente, son teoría crítica, campo de batalla, lugar de enunciación de las mujeres negras y “mestizas”.
Vale la pena revisitar la obra de Georgina Herrera, una de las voces emblemáticas de la poesía negra en Cuba (Foto:La Jiribilla).
Constituyen un posicionamiento ético que cuestiona no solo qué se produce, sino cómo, dónde, con qué, en qué condiciones y para qué es empleado todo el arsenal teórico y práctico producido (Campoalegre, 2020). El primer congreso de conspiración afrofeminista celebrado en Colombia lo define además en calidad de “agenda de investigación, estrategia de solidaridad y justicia restaurativa”(Vergara y Arboleda, 2014, p. 109).
Los feminismos negros asientan nuestra historia y señalan la ruta hacia futuros enfocados en la justicia y la igualdad. Somos una historia frecuentemente negada, omitida o contada por otras personas, racializada y distorsionada. Sin embargo, somos una historia alternativa, “(in)disciplinada” y fundante de la nación y nacionalidad cubanas. La invitación es a narrar nuestras propias historias valientemente “(in)disciplinadas”.
No es casual, entonces, que hayan sido blanco permanente de invisibilización, desde los orígenes hasta el presente en que, bajo el imaginario social, se reiteran lógicas universales: “todas somos cubanas, somos iguales, tenemos los mismos derechos”. Ese criterio nos conduce a reflexionar, desde el pensamiento crítico, acerca de dónde quedan las historias de vida diferentes y el aprovechamiento real de las oportunidades; qué papel juegan los distintos puntos de partida; si tendremos idénticas demandas y metas ante diferentes problemas, necesidades y condiciones de vida; si en realidad es vital pensar en las diversificaciones de estas y de su reflejo conceptual.
La invisibilidad del pensamiento y la acción afrofeministas, tanto por el patriarcado, como por el propio movimiento feminista, ha recibido un categórico contradiscurso. Así lo expresa la lideresa afrobrasileña Suelli Carneiro (2003), quien hace un llamado histórico a “ennegrecer el feminismo”:
Desde esta perspectiva, la lucha de las mujeres negras contra la opresión de género y de raza viene diseñando nuevos contornos para la acción política feminista y anti-racista (…). Afirma esta nueva identidad política que resulta de la condición específica de ser mujer y negra. El actual movimiento de mujeres negras (…) está promoviendo la síntesis de banderas de lucha que históricamente han sido levantadas por los movimientos negros y movimientos de mujeres del país, ennegreciendo de un lado las reivindicaciones feministas para hacerlas más representativas del conjunto de las mujeres brasileras y, por el otro lado, promoviendo la feminización de las propuestas y reivindicaciones del movimiento negro. (p. 2)
Este justo reclamo en Cuba puede sintetizarse en “Y las negras qué”, argumentado por Inés María Martiatu (2012), que le hizo acreedora del Premio Casa de las Américas, aún inédito, como una de las sensibles deudas del pensamiento social en el país. Cabe preguntarse dónde están, qué sabemos de las heroínas afrocubanas en nuestra gesta de liberación, qué conocemos de Mariana Grajales,[2] más allá de ser la potente madre de los Maceo.
La clave de los feminismos negros en la Cuba de hoy es la recuperación y desarrollo de la historia, unida al rompimiento de la visión universalizadora de la categoría mujer y el aseguramiento de nuevos caminos de empoderamiento. Se impone el entendimiento de la diversidad de maneras de ser mujeres y cómo cada una de esas maneras marca proyecciones y agendas. En paralelo, la unidad se alcanza mediante la plataforma común situada en la emancipación de las mujeres, que debe ser asumida en perspectiva interseccional, haciendo relevante el entrecruzamiento de las variables claves de la matriz de desigualdad: género, color de la piel, territorio, generación, clase social, diversidad funcional, identidad de género y orientación sexual, situación migratoria, nivel educacional, tipo y funcionamiento familiar, entre otras.
Afrontar el problema de la invisibilización es premisa de Reconocimiento, Justicia y Desarrollo, que son las metas del Decenio Internacional de los Pueblos Afrodescendientes (2015-2024). Un Decenio que, lastimosamente, está casi por culminar sin cumplir su mandato internacional. Dentro de ello, Cuba exige lograr plena y audaz articulación entre los programas nacionalespara el avance de la mujer (2021) y el de lucha contra el racismo y la discriminación racial (2019). Leer y operar ambos en clave afrofeminista marca el desafío: de/construir los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 en un contexto pospandémico.
El liderazgo afrofeminista en Cuba es sostenido y creciente con efectos multiplicadores desde la década de los noventa, al calor de los impactos de la crisis denominada Período Especial, y de los preparativos para la Conferencia Mundial sobre el Racismo, la Xenofobia y otras Formas Conexas de Intolerancia celebrada en Durban (2001). Esta, auspiciada por la ONU, logró aportar el programa mundial antirracista más potente y universal que haya existido.
Un rasgo esencial de los feminismos negros en la sociedad cubana actual es la ampliación. Estos trascienden sus límites habituales anclados en proyectos socioculturales para diversificarse y afianzarse. Se alzan aquí la impronta de los emprendimientos económicos afrofeministas, sobre los que cabe preguntarse si contribuyen a cambiar los rostros, los sentidos, y el alcance de los feminismos negros en el país. De tal modo, con la viajera universal que es la pregunta, detengo el análisis para, en un segundo artículo, dialogar con ustedes sobre cuáles son las tendencias que caracterizan los afrofeminismos en Cuba, dónde están los cambios, porqué y cómo.
Referencias:
Campoalegre, R. (Coord). (2022). Voces Afrofeministas. La Habana: Sensemayá.
Campoalegre, Rosa. (2020). Feminismos negros: Debates epistémicos y desafíos políticos. En Geopauta. http://periodicos2.uesb.br/index.php/geo
https://doi.org/10.22481/rg.v4i3.7484
Carneiro, S. (2005). Ennegrecer al feminismo. En Curiel O., Falquet, J. y Mansson, S. Feminismos Disidentes en América Latina y el Caribe. Nouvelles Questions Feministas (París-México).Vol. (24). 2. 22-26
Viveros, M. (2016). La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación: Debate feminista, (52) 1–17. www.sciencedirect.com
Notas:
[1] Georgina Herrera (23 de abril de 1936, Jovellanos, Matanzas-13 de diciembre de 2021, La Habana). Es considerada la Eterna Cimarrona de las letras cubanas.
[2] Mariana Grajales (12 de julio de 1815, Santiago de Cuba-27 de noviembre de 1893, Kingston, Jamaica). El pueblo cubano le otorga el reconocimiento de Madre de la Patria.
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