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sábado, 16 de noviembre de 2024

Gladys Aponte en la trascendencia cotidiana

Una mujer representa el alma ancestral de una antigua ciudad de Cuba…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 04/06/2022
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Ella nació para algo grande. Hija de personas humildes, pero espiritualmente vinculada a  la selecta cultura, Gladys Aponte lleva en su linaje la actuación, el buen gusto, los modales refinados y la búsqueda de un sentido más allá de lo común. Su carrera junto al Teatro Guiñol de Remedios y la amistad con el director del conjunto, Fidel Galbán, la situaron en una época dorada, en la cual el movimiento de artistas era protagonista de la vida social. Ello dio paso a una espiritualidad y a un trabajo sostenido en el seno de las instituciones, en la calle y entre la gente. Gladys fue descubriendo que su esencia afrocubana la llevaba por los caminos más intricados y ricos, hacia una identidad ancestral. Su casa, convertida en templo, pronto fue sitio de estudio para aquellos que aman la tradición. Sacerdotisa en un mundo donde predomina el elemento masculino, para ella no hubo barreras, ni nada que pudiera empañar su legado.

En la Octava Villa de Cuba existen personalidades sui géneris, de esas que aportaron a la historia no solo una gota de originalidad, sino que con su carisma, su sello, imprimen en el día a día un olor raro y trascendente, de esos que solo se hallan en los sitios sagrados. Así son los aposentos donde nos recibe Gladys, entre la fastuosidad de la casona colonial y las sonrisas, las sentencias de tremenda lucidez. La familia de esta mujer ha crecido, entre las hijas y los nietos, pero siempre ha conservado esa memoria de sus mayores y de aquellos que trajeron a Cuba una fuerte tradición que fuera evaluada por Fernando Ortiz como una de las potencias de la cubanidad. En el pasado de Remedios hubo personas así de especiales y eso tiene una resonancia hacia el presente. Gladys atiende a cualquier ser humano en apuros, lo aconseja, le da unas reglas de urbanidad y de buena conducta, lee sus ansiedades y anhelos. Jamás se le escucha una palabra fuera de sitio, sino que profesa su verdad revelada  en un estilo casi aristocrático, propio de otras épocas. Para ella la religión no solo implica un estadio existencial, sino el vehículo para la bondad, la ayuda, el acompañamiento.

Si bien se le extraña como actriz de teatro, todos saben dónde encontrarla. En épocas de dureza, Gladys da siempre su parecer y tiene unas palabras de aliento. Así, cuando hay tiempos mejores, la vemos con su turbante, la ropa afro y los colores, la risa contagiosa. Como hermana que es de Noel Guzmán Boffil, afamado artista de la plástica, también algo de pintora, de dibujante espiritual tiene esta mujer. Y cuando ofrece sus consultas, todos se van maravillados y convencidos de que algo bueno está por venir. Ese tesoro no se puede perder, sino que debe incorporarse a  lo que de maravilloso tiene una villa, aquello que está vivo y que se aleja de las formalidades. Porque la verdadera cultura no reside en recepciones, en saraos con banquetes lujosos o en condecoraciones, sino que es un pequeño proceso luminoso que acontece a la vera de los caminos. Gladys, Boffil y Paula, son los tres hermanos de los cuales cualquier remediano siempre tendrá un buen criterio. Se trata de personas que desde lo sencillo, lo común, son capaces de recordarte que la grandeza real solo depende de nosotros mismos.

En medio de la pandemia de la covid 19, Gladys le dio aliento a más de un amigo y hasta a desconocidos que la contactaban en las redes. Boffil, el pintor naive, el genio, nos dijo adiós y el dolor invadió a muchos que recordaban al artista y al ser humano. Gladys quedaba tan consternada, tan triste, que solo el espíritu mantuvo vivo su ánimo para seguir al lado de los nietos y junto al pueblo que la respeta. Como líder no formal de la comunidad, ha colocado en alto la religión yoruba, dándole ese toque de humanismo, de comprensión, al punto de que creyentes y no creyentes la valoran y hablan de la trascendencia de su vida en  Remedios. En los días de África, se ofrecen conversatorios y se toca música en los salones de la casa colonial, también se promueven platos tradicionales y costumbres de antaño. Todo un mundo va en movimiento en torno a la mujer que nos habla, que vive en su entereza y en su fe.

Siempre recordaré la vez que la conocí, hace mucho, y la honda imagen que me causaba una mujer enorme, con su cara alegre, con esa música que pareciera ir junto a sus pasos. Hoy, Gladys es amiga mía y de todos. Tras el fallecimiento de su hermano, me tocó escribir la esquela periodística que hablaba de los inmensos valores de dicho artista. Desde entonces, ella lee cada artículo y me da su parecer,  pues posee un inmenso talento para todo aquello que implique algún tipo de arte. En las hijas va el legado de la educación, así como en los nietos, incorporados todos a la sociedad como gente trabajadora. Gladys también ha aparecido en documentales sobre la identidad yoruba que circulan por el mundo. Su casa templo se erige en medio de las tantas historias y es continuadora de la esencia de Remedios, entre el catolicismo y África, entre las procesiones y los tambores, tal y como aparece en las crónicas más antiguas.

Sin que el teatro vuelva a ser el centro de su vida, la sacerdotisa hace de sus eventos una especie de pieza única, en la cual se baila, se dramatiza, se rescatan los vestuarios. El viaje en el tiempo va más allá de lo meramente religioso, sino que se trata de un retorno a la semilla remediana, a las raíces trascendentales, a los sonidos que interpelan el alma y la obligan a moverse y tomar una decisión. Porque la potencia de esta mujer es la misma que la de los elementos de la naturaleza.

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Nadie sabe qué va a trascender desde el presente para la historia de la villa, pero seguramente Gladys no será olvidada. Ese elemento de la memoria no depende de cosas tangibles, sino de esas maravillas que se mueven entre nosotros y que conforman un plano más allá de lo común o perecedero. Si de algo se precia la ciudad es de la tremenda justicia que ejerce a través de los entresijos del tiempo. Amiga, líder, alma ancestral, hogar de tantos, la mujer se sostiene en medio de los vientos más adversos en una era en la cual pareciera que se pierde lo espiritual o que la gente deja de creer que existe un hambre más esencial que la del cuerpo y que solo se sacia desde la búsqueda más lúcida, desde los valores más defendibles y en medio de las más cotidianas y grandes batallas.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


Eduardo
 10/6/22 23:14

Bella la reseña a mi madrina Gladis esa y muchas cosas tiene ella en su alma de juglar o de gitana o quien sabe si de encarnada diosa Yoruba pero allí está erigiéndose como una más de las mujeres que en su andar dejan huellas

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