Siempre lo encontrarás en un lugar tranquilo donde, a pesar de los silencios que disfruta y la serenidad del ambiente, vienen a asaltarlo sus musas. Cual monarca de un imperio de ideas siempre renovadoras y proyectos inteligentes que atraen al lector, se deja seducir por la magia infinita de un buen libro y deja en él un sello que distingue su trabajo como diseñador y, me atrevo afirmar, también como poeta.
Solo que su poesía, más allá de palabras, rimas y recursos literarios, se traduce en un mundo de blancos y negros o escala de grises, en una visualidad que suele fusionar pasajes del mundo contemporáneo con hechos fantásticos, personajes ilusorios, realidades que a veces se tornan difusas, imaginadas. Crea mundos de ilusiones para niños con la misma soltura con que construye símbolos que incitan a una buena lectura. Imaginación, ingenio y una amplia gama de conocimientos, consolidados tras largos años de superación, respaldan la labor del joven diseñador matancero Johann Enrique Trujillo.
Una obra intensa y extensa que, además de libros, plaquettes, boletines y revistas, incluye programas de mano, invitaciones, carteles de varios formatos hasta gigantografías, así como diseños de stand, escenografías, ambientaciones y discos, respaldan su trayectoria de más de 25 años.
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Pero es sin dudas al arte de diseñar libros a lo que ha dedicado más tiempo y donde ya ha dejado una huella perenne.
En el campo del diseño gráfico se habla de diversas escuelas y tendencias, líderes mundiales. ¿Cuáles son sus referentes?
A un artista le es difícil reconocer sus influencias sutiles, esas que uno asimila y no se da cuenta. Para mí está muy claro que en la gráfica (Eduardo) Muñoz Bachs está detrás de mi obra y que Raúl Martínez y Humberto Peña en el diseño de libros, así como el español Isidro Ferrer en la cartelística.
“También me siento influido por una novela como Seda, del italiano Alessandro Baricco, por su minimalismo, algo que me gustaría lograr en el diseño; por músicos como Leonard Cohen o Janis Lyn Joplin y las pinturas de William-Adolphe Bouguereau me resultan muy atractivas e inspiradoras”.
Una muestra de los libros diseñados por Johann Trujillo pertenecientes a Ediciones Aldabón.
Sus inicios en esta profesión parten de un curso elemental de diseño gráfico que en 1996 recibió en Ediciones Vigía, donde después hizo más de 30 títulos. Cuéntenos de su labor en esta casa editora, reconocida en el mundo por sus hermosas producciones manufacturadas.
“En Vigía hice libros de autores que son hitos, como el martiniqueño Édouard Glissant, traducido por Nancy Morejón; o la norteamericana Edna St. Vincent Millay, en traducción de Eliseo Diego, pero solo fueron mis breves comienzos.”
¿Qué necesita Johann para crear? ¿Hay un estilo en su trabajo? ¿Se apoyas en alguna metodología o rutina para diseñar o estas cambian dependiendo de las necesidades del proyecto?
Yo necesito total organización en mi oficina, soy un maniático del silencio; necesito estar solo y lograr total aislamiento, concentración. Solo así puedo empezar el día. No tengo un tiempo prefijado para descansar y si estoy en pleno proceso creativo ni almuerzo.
”Si no funciona me estreso mucho. Releo el libro en cuestión o indago en el tema del cartel, según lo que diseñe. Soy un adicto al trabajo y nunca falto a mi cita con la computadora. Me gusta que la gente que trabaja conmigo sea formal porque así soy yo.
”Muchas veces trabajamos bajo presión y en varias cosas al mismo tiempo. Eso también es parte de mi realidad, donde casi nunca se puede hacer todo con las condiciones y el tiempo que quisieras”.
Sus estudios y visitas a países europeos le han facilitado nuevas miradas para interpretar el mundo actual. ¿Cómo se ven reflejadas estas influencias en su obra?
Los viajes son de gran importancia para un artista, para un diseñador. Pasé un curso de encuadernación artesanal y otro de diseño gráfico digital, impartí talleres de libros artesanales y pude viajar por toda España que es una gran galería en sí misma, con castillos, catedrales, paisajes, además de sus museos y centros de artes.
“España fue una gran escuela. Allí trabajé para el área de la Historia de la Cultura Escrita, en la Facultad de Historia de la Universidad de Alcalá de Henares, diseñé un catálogo de las publicaciones de este centro de estudios. Fue un gran honor y un reto.
”Luego fui al extremo pues comencé con el libro digital. Trabajé para la red de galerías de arte con un libro catálogo que me obligó a violentarme. Eso me puso en contacto con el gran fotógrafo francés Christian Lagardere, una cátedra.
”Pude exponer mis libros en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y en los Ateneos de Madrid y Barcelona, en el Instituto Italiano de Cultura de Madrid, entre otros.
”Diseñé y realicé la colección La madrugada, de libros artesanales, que fueron 12 títulos, uno mensual durante un año y cada 15 días hacía una edición para la colección Cajita de Música para Quilates SL.
A pesar de haber trazado un camino expedito en el diseño cubano contemporáneo nunca ha dejado de superarse. De eso dan fe los numerosos cursos que ha matriculado en Cuba y el extranjero…
Además de los cursos, que no son solo de diseño pues he hecho de encuadernación artesanal, de esmalte al fuego, de elaboración de papel, de distintos software…; lo principal es confrontar tu obra, visitar galerías, museos, exposiciones; ver qué hacen otros artistas y los contextos en que lo hacen. Todo eso abre tu diapasón y es vital para motivar la creatividad.
Varias veces has regresado a trabajar con la editorial Vigía, que recién cumplió 37 años. ¿Cómo han sido los reencuentros? ¿Por qué siempre regresas al libro artesanal?
Lo de Vigía no es artesanía aunque ese sea su medio de expresión. Es un trabajo artístico muy peculiar. Lo que hago desde el 2001 es muy diferente. El diseño de libros en Ediciones Matanzas tiene como soporte lo digital.
“Ya había hecho en España un curso de diseño gráfico de muy buen nivel, pero comencé cursos para hacerme de los software básicos y los que se usan para procesamiento de textos e imágenes.
”Cuando vuelvo al libro arte, al libro humano totalmente artesanal, sobre todo, la Revista del Vigía, ya cargo con los códigos del libro digital, aunque no lo parezca”.
Tuvo una etapa dedicado a diseñar para el teatro. ¿Cómo influyó en su trayectoria ese período con Papalote?
Llegué a Teatro Papalote en el 2001 gracias al maestro René Fernández. Allí comencé a conocer el apasionante mundo del teatro por dentro y también incursioné en el diseño de carteles.
“Luego he realizado carteles de cine, para conciertos musicales, para eventos literarios, pero sobre todo para Papalote. Me han satisfecho mucho los carteles para las jornadas de la dramaturgia cubana.
”En cuanto a la escenografía prefiero la especialización. Hay artistas que pueden hacer muchas cosas y las hacen bien; me queda mucho por hacer en el diseño gráfico y prefiero ahora mismo volcar mis energías creadoras en ese campo”.
Desde que salió de Papalote se incorporó a trabajar en Ediciones Matanzas hasta la actualidad, luego sumó a Aldabón. ¿Cómo ha contribuido su labor como diseñador principal de estas editoriales para alcanzar los resultados que hoy enaltecen su quehacer?
Vigía tiene sus pautas, un diseño preconcebido y, aunque vayas con tus códigos o estilo, si es que lo tienes, siempre estarás supeditado a lo artesanal. Esa es una singularidad única que tiene un encanto que no hallarás en otros libros.
“Hay otro disfrute en Ediciones Matanzas. Su concepción digital brinda otras posibilidades: trabajar con fotos a todo color, pinturas, ilustraciones varias y otro concepto más gráfico. En mi visualidad para Ediciones Matanzas no hay muchas huellas de Vigía. Hoy el soporte digital es lo que pesa en lo que hago. Es un campo tan infinito y seductor como iluminar a mano y reciclar papel.
”Lo que yo he aportado a Ediciones Matanzas lo tendrán que decir otros. A mí me gusta la sobriedad, lo minimalista, uso mucho los sepias, los tonos velados, el negro y sus contrastes con el rojo. Rediseñamos todas las colecciones y hemos creado algunas nuevas. Yo he realizado el perfil de esas colecciones y creo que ha funcionado pues los autores y los lectores han aceptado el trabajo”.
¿Cómo vive el proceso de creación de un libro? ¿Cuánto tiempo suele dedicarle a cada proyecto?
Aunque el diseñador de libros tiene que supeditarse a la obra literaria, yo lo asumo como una obra de creación total y esto hace que, si el trabajo es bueno, le aporte mucho al libro.
“La visualidad es vital, ese golpe de vista que hace al libro atractivo se lo da el diseño, las ilustraciones que elija. Creo que sí, el libro como objeto bello es vital. Creo y lucho por eso. Me dolería que un libro no fuera bien recibido porque el diseño es malo. Es algo que intento que no suceda nunca”.
¿Cómo ha podido con tan corta edad alcanzar resultados tan favorables?
No busco los premios, pero estimulan. Desde el 2010 he recibido el Raúl Martínez del Arte del Libro, que es el más importante, en todas las categorías, lo que es un gran impulso. Hay otros premios por carteles y libros y reconocimientos anteriores que agradezco porque indican que lo que hago tiene un valor.
“Que los libros que diseño se recojan en colecciones importantes también me anima a seguir, pero falta mucho para que un diseñador gráfico se sienta reconocido en una profesión que cada vez tiene más campos y se hace más anónima.
”No obstante, creo que lo mejor que sucede con mi trabajo es que muchos escritores jóvenes y consagrados quieren tener un libro publicado por Ediciones Matanzas, agradecen el trabajo, se muestran complacidos. Así sucede también con los lectores. Yo creo que ese es mi mayor premio”.
Si tuviese que escoger solo uno de sus proyectos, el que más haya marcado un momento importante como diseñador ¿cuál sería?
Puede parecer un lugar común, pero es la realidad: mis diseños más logrados son los que están por realizarse. Si tuviera que escoger un libro o un cartel me costaría trabajo. Creo que los que más me gustan son los que están en mis proyectos”.
Desde su punto de vista ¿qué retos enfrenta el diseño editorial actualmente?
En cuanto al trabajo de los diseñadores gráficos en Cuba, que es donde tengo más experiencia, creo claramente que no se reconoce, que no se valora como debería. Existe el Premio Nacional de Diseño por la obra de toda la vida y el Raúl Martínez que se entrega a los mejores libros anualmente, pero, por ejemplo, un diseñador gráfico, aun siendo miembro de la UNEAC, no tiene derecho como un pintor o un escultor a engrosar el Registro del Creador.
“Incluso, se ha cuestionado qué haría un diseñador invitado a una feria internacional cuando solo el hecho de confrontar su trabajo con lo que se hace otras latitudes es una necesidad de primer orden para cualquier creador y nosotros no lo somos menos”.
Hablemos de su estética en el diseño gráfico, más específicamente. ¿Qué estilo caracteriza sus trabajos?
Me fascina el negro, las escalas de grises, no tengo ningún prejuicio. Todo el interior de la revista Matanzas, que es muy gráfica, lo hago en escala de grises y no encuentro ninguna limitación en ello.
“He hecho libros en blanco y negro para offset y el resultado ha sido excelente. Nada hay de limitación en que uses un color u otro. Ahí está Visor, una de las colecciones de poesía más bellas del mundo o la revista Foto, fabulosa. Prefiero el dibujo, casi siempre en blanco y negro a la pintura, la foto en blanco y negro a la foto a color. Que conste, mi problema con el blanco y negro es risográfico y solo a nivel de cubierta.
”Yo incursiono en la fotografía, en el arte digital y en la ilustración por vocación. Son complementos de mi profesión que me sirven como medios expresivos. Creo que todo diseñador debe abrirse a cuanto campo afín le sea posible y enriquezca su trabajo, incluso, más allá de las artes visuales. Un libro, un concierto y una película son tan enriquecedores para mí como una exposición.
Ya suman 25 años de carrera artística, una carrera fecunda. ¿Se siente satisfecho con lo alcanzado?¿Cuál es el sueño profesional de Johann Trujillo ahora mismo?
Soy un gran insatisfecho y a veces caigo en crisis, esos estados pasan, por suerte. Soy muy exigente conmigo. Gracias a eso creo que he logrado un respeto por mi trabajo, creo haber hecho felices a muchos autores que se han sentido satisfechos con mis obras.
“Me gustaría diseñar un libro mío alguna vez. Un libro con mi trabajo que pueda serle útil a alguien. Ahora mismo quiero diseñar el libro que tengo en mi escritorio, el que viene en el Plan Editorial, el que me toca. Y así hasta el final”.
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