Basado en un guión de Claudia Muñiz, quien, además, es una de las protagonistas de la cinta, el realizador cubano Enrique (Kiki) Álvarez presenta con Venecia (2014) la historia de tres mujeres que por circunstancias azarosas pasan la noche deambulando por La Habana.
La cinta muestra las soledades de las protagonistas: Mónica (Marybel García Garzón), Mayelín (Marianela Pupo) y Violeta (Claudia Muñiz) brotan como almas perdidas en escenarios ajenos por los que deambulan —¿huyen o buscan? ¿Se pierden o se encuentran?— tras la salida del trabajo con el sueldo mensual.
Son mujeres cubanas vulnerables pero fuertes, impulsivas pero maduras; una mezcla compacta y prohibida a todo entendimiento ajeno a la isla. Cuando los sueños de estas chicas, revelados en su justo momento, padecen el choque con la realidad inhóspita que las rodea, emerge Venecia… Emerge como símbolo de lo inalcanzado e inalcanzable, como esperanza de todavía mantener el sueño. Como mismo emergió Madagascar para la Laurita del audiovisual de Fernando Pérez; o Brasil en la cinta homónima de Terry Gilliam (1985); o el Japón en la de Carlos Reygadas (2002).
Al igual que en Retrato de Teresa, Guantanamera o Lucía, películas icónicas del cine cubano, la mujer en Venecia deviene epicentro de las preocupaciones y vicisitudes humanas.
Pero Álvarez es ambicioso: no se remite a un tipo único de mujer. Él muestra un diapasón amplio, que pasa por toda la variedad de la mujer cubana actual: desde la casada que asume la infidelidad casual como una noche de exorcismo, hasta aquella que tiene pene, usa peluca y se define a sí misma por la expresión de su sexualidad y no por la biología de su cuerpo. Todas son mujeres que de alguna manera están, también, buscándose a sí mismas, o quizás —¿quién sabe?— tratando de olvidar quiénes son.
Uno de los principales méritos del guión de Venecia es que, al no estar predeterminado, al basarse solamente en un bosquejo somero de cada personaje y dar paso, pues, a improvisaciones versátiles, gana mucho en autenticidad y calidad.
En Venecia hay que prestarle atención a cada diálogo. En donde aparentemente no sucede mucho, existe una trama de sucesos mínimos, en apariencia insignificantes, que resultan reveladores para cerrar el círculo final de toda comprensión. Como en anteriores cintas de Álvarez —La Ola (1994), Marina (2011) y Jirafas (2013)—, lo que no se dice es quizás más importante y más estridente que lo que se grita.
Quizás, eso sí, resulte prescindible la secuencia del inicio, donde se muestra a las tres mujeres protagónicas trabajando en una peluquería estatal, rodeadas de personajes secundarios que nada aportan a la dramaturgia total del filme.
Pero esto es solo un detalle. En sentido general, el avance dramatúrgico de la película es agradablemente ágil y espontáneo, y asume con maestría los puntos de giro del argumento. Y es tanta la veracidad que aporta este guión no predeterminado que a ratos la película adquiere cariz de documental, y el espectador llega a sentirse un fisgón entremetido en las vidas de los personajes.
Además, no obstante sus enclenques reminiscencias de cine que coquetea con el minimalismo sin llegar a asumirlo coherentemente —lo mismo hay escasa trascendencia de subtramas que de la propia trama principal—, Venecia muestra como una de sus principales virtudes la sobriedad discursiva y el efectivo desarrollo de la historia.
En resumen, Venecia representa la obra más consagrada —hasta ahora— del realizador Kiki Álvarez. Encarna con sobriedad y buen gusto una reflexión sobre el período de tránsito de la adolescencia a la adultez en las féminas, y abarca todo un amplio entramado de relaciones personales a su alrededor.
tito
12/6/15 14:46
no se ve muy bien la foto, cual de las tres es la guionista?
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