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viernes, 15 de noviembre de 2024

Vida que nace después de la muerte (+ fotos, poemas)

Su segundo nombre es Poesía, sus apellidos, Infinita y Encendida. No entiende esta vida de finales, mucho menos de congojas por adioses infértiles y sin lunas. Carilda Oliver Labra, entre las tres poetisas más importantes del siglo XX en Hispanoamérica, renace en el año de su centenario...

Jessica Mesa Duarte en Exclusivo 30/07/2022
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Carilda Oliver-Aniversario
Siempre tendremos que volver a la obra de Carilda por lo que representa su poesía lúcida, irreverente, pasional, patriótica y sincera para las letras cubanas e hispanoamericanas. (Jessica Mesa Duarte / Cubahora)

Dicen las malas lenguas que has muerto, que fue una madrugada difícil de agosto, en 2008, cuando soñaste tus últimas rimas; pero pecan por ligeros de espíritu quienes no saben que en tu verso el ansia de vida es tan  fuerte que triunfa del destino y triunfa de la muerte. Desarma la certeza de tu presagio.

No puede ser menos cierta esta enunciación alevosa y cortante que nos araña los amaneceres y enquista de súbito nuestras esperanzas para seres iluminados como tú de nuevas vidas más allá de la Tierra.  

No saben, viles descreídos, que para estar muerta tienes que haber desaparecido, tienes que ser la despedida que desgarra, la soledad del duelo, el maullido triste de un gato a medianoche, la lágrima demorada, la más feroz ausencia. Nada más lejos de ser tú.

Para estar muerta tendrían que haber muerto todas las estrellas, tendrían que haberse secado todos los corazones del mundo, tendría que haber quedado mudo el amor, tendrían que haber arrancado de cuajo las esperanzas de todo el planeta.


Si Carilda nos regaló casi un siglo de su vida, también nos premiará con una eternidad. (Jessica Mesa Duarte/Cubahora)

Pobres almas que no creen en los horizontes floridos, en la sencillez de la belleza más radiante, en ese inmenso mar que nos atrae desde tus ojos y la dulzura infinita de tus manos. Pobres locos que repiten lo que escuchan sin conocerte, Carilda, sin saber que te hemos hecho diosa de nuestros dioses más sagrados.

Pero tu muerte apareció en todos los periódicos, dentro y fuera de Cuba, tu foto se apoderó veloz de las redes sociales con notas fúnebres, en las calles no se hablaba de otra cosa. Aquel día la tristeza se apoderó de todos y un silencio gris inundó cada espacio físico entre el suelo y el cielo.

Y aun me pregunto cómo ha de ser cierta tu partida si aún te encuentro volando por el suelo sin el traje de nube de las nubes pero con el estruendoso sonido del verso más cortante, con la exquisita rima de los apasionamientos, vestida de mito y de leyenda.


Voy a nombrar toda Cuba, voy a nombrar a Fidel… (Jessica Mesa Duarte/Cubahora)

La luz de tu vida es tan única que reverdece los otoños más rojizos, tan especial que provoca torrenciales aguaceros, tan auténtica que no conoce de inviernos, tan absoluta que se viste de arcoíris y pájaros.

Tu vida nace día a día entre los puentes de una ciudad a la que amas desde la inmensa dimensión en que nos miras. Nosotros, simples mortales, adoramos tu vida, desde mucho antes de partir hacia otros universos. Desde aquí observamos con alegría cómo cada segundo te nacen retoños de nuevas vidas.

No, te juro que no estás muerta, Carilda. Apareces por el mundo caminando entre los rostros, paseando entre callados árboles, con la frente recta color de leche pura. ¡Cómo habría de estar muerta quien solo se cansó de morir!


Carilda Oliver Labra y Jessica Mesa Duarte. (Jessica Mesa Duarte/Cubahora)

ANOCHE

Anoche me acosté con un hombre y su sombra.

Las constelaciones nada saben del caso.

Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.

Hubo un paro cardíaco.

El joven

nadaba como las olas.

Era tétrico,

suave, me dio con un martillito en las articulaciones.

Vivimos ese rato de selva,

esa salud colérica

con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.

Me profanó el maldito.

Envuelto en dios y en sábana nunca pidió permiso.

Todavía su rayo lasser me traspasa.

Hablábamos del cosmos y de iconografía,

pero todo vino abajo cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,

tan honda

que me puse a pensar gravemente:

la vida cabe en una gota.

ADIÓS

Adiós, locura de mis treinta años,

besado en julio bajo luna llena

al tiempo de la herida y la azucena.

Adiós, mi venda de taparme daños.

Adiós, mi excusa, mi desorden bello,

mi alarma tierna, mi ignorante fruta

estrella transitoria que se enluta,

esperanza de todo por mi cuello.

Adiós, muchacho de la cita corta;

adiós, pequeña ayuda de mi aorta,

tristísimo juguete violentado.

Adiós, verde placer, falso delito;

adiós, sin una queja, sin un grito.

Adiós, mi sueño nunca abandonado.

DISCURSO DE EVA

Hoy te saludo brutalmente:

con un golpe de tos

o una patada.

¿Dónde te metes,

a dónde huyes con tu caja loca

de corazones,

con el reguero de pólvora que tienes?

¿Dónde vives:

en la fosa en que caen todos los sueños

o en esa telaraña donde cuelgan

los huérfanos de padre?

Te extraño,

¿sabes?

como a mí misma

o a los milagros que no pasan.

Te extraño,

¿sabes?

Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,

de qué cosa imprudente.

 ¿Cuándo vas a venir?

Tengo una prisa por jugar a nada,

por decirte: «mi vida»

y que los truenos nos humillen

y las naranjas palidezcan en tu mano.

Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo

y hallar velos

y humo,

que, al fin, parece en llama.

De verdad que te quiero,

pero inocentemente,

como la bruja clara donde pienso.

De verdad que no te quiero,

pero inocentemente,

como el ángel embaucado que soy.

Te quiero,

no te quiero.

Sortearemos estas palabras

y una que triunfe será la mentirosa.

Amor...

( ¿Qué digo? estoy equivocada,

aquí quise decir que ya te odio. )

¿Por qué no vienes?

¿Cómo es posible

que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?

¿Cómo es posible que seas austral

y paranoico

y renuncies a mí?

Estarás leyendo los periódicos

o cruzando

por la muerte

y la vida.

Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,

inerte,

desgraciado,

entreteniéndote en una aspiración del luto.

Y yo que te deshielo,

que te insulto,

que te traigo un jacinto desplomado;

yo que te apruebo la melancolía;

yo que te convoco

a las sales del cielo,

yo que te zurzo:

¿qué?

¿Cuándo vas a matarme a salivazos,

héroe?

¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?

¿Cuándo?

¿Cuándo vas a llamarme pajarito

y puta?

¿Cuándo vas a maldecirme?

¿Cuándo?

Mira que pasa el tiempo,

el tiempo,

el tiempo,

y ya no se me aparecen ni los duendes,

y ya no entiendo los paraguas,

y cada vez soy más sincera,

augusta...

Si te demoras,

si se te hace un nudo y no me encuentras,

vas a quedarte ciego;

si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,

voy a llamarme nunca.

Ayer soñé que mientras nos besábamos

había sonado un tiro

y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.

Este es un amor

de nadie;

lo encontramos perdido,

náufrago,

en la calle.

Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.

Por eso, cuando nos mordemos,

de noche,

tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.

Pero no importa,

bésame,

otra vez y otra vez

para encontrarme.

Ajústate a mi cintura,

vuelve;

sé mi animal,

muéveme.

Destilaré la vida que me sobra,

los niños condenados.

Dormiremos como homicidas que se salvan

atados por una flor incomparable.

Y a la mañana siguiente cuando cante el gallo

seremos la naturaleza

y me pareceré a tus hijos en la cama.

Vuelve, vuelve.

Atraviésame a rayos.

Hazme otra vez una llave turca.

Pondremos el tocadiscos para siempre.

Ven con tu nuca de infiel,

con tu pedrada.

Júrame que no estoy muerta.

Te prometo, amor mío, la manzana.


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Jessica Mesa Duarte

Periodista y escritora de guiones radiales.

Se han publicado 1 comentarios


Luna
 5/8/22 15:54

La luz de su vida es tan única que reverdece los otoños más rojizos, tan especial que provoca torrenciales aguaceros, tan auténtica que no conoce de inviernos, tan absoluta que se viste de arcoíris y pájaros. Su vida amanece día a día entre los puentes de una ciudad a la que ama desde la inmensa dimensión en que nos mira. Nosotros, simples mortales, adoramos esa vida, desde mucho antes de partir hacia otros universos. Desde aquí observamos con alegría cómo cada segundo le nacen retoños de nuevas vidas a Carilda Oliver Labra.

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