El confinamiento por la Covid-19 ha esclarecido muchas cosas. Ha sido aleccionador. Y, ahora, deber de memoria, es imperativo no olvidar. Y darnos cuenta de que ha llegado el momento -después de siglos de silencio y sumisión, ya podemos expresarnos libremente- de participar, de escuchar y conciliar, de actuar, de construir un futuro distinto, de sobreponernos al inmenso poder mediático, considerándolo como una terrible “arma de distracción masiva”, según afortunada expresión de Soledad Gallego.
Por fin, la voz de “los pueblos”, ya todos –éste es el gran avance y la gran oportunidad– iguales en dignidad, sea cual sea el género, la ideología, la creencia, la etnia… Por fin, la voz de los pueblos para tener en sus manos las riendas de la gobernanza mundial, cautivas hoy en las de unos grupos plutocráticos (G-6, G-7, G-8, G-20), dependientes a su vez de los inmensos consorcios que, a escala global, nos vigilan, dominan, condicionan… Los mismos gigantes tecnológicos que nos han permitido expresarnos libremente nos impiden ahora poder hacerlo para reconducir las sombrías tendencias presentes.
Tendremos que vivir muy despiertos y diligentes para que los tiempos de la post-Covid no sean iguales a los de la pre-Covid, para que la “nueva normalidad” no sea la “normalidad” de antes. Debemos leer y releer, oír y oír de nuevo, los preciosos versos de Mario Benedetti en “Cuando la tormenta pase“, recitados magistralmente por Nacha Guevara: “… Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos / y de una vez aprenderemos / todo lo que no aprendimos”.
Por primera vez en la historia, las amenazas son globales y algunas potencialmente irreversibles. Conozco muy bien lo que significa la más terrible expresión: “ya no tiene remedio”, porque en 1967 inicié los análisis en neonatos para el diagnóstico de enfermedades metabólicas que, si no se tratan a tiempo, afectan de tal modo el funcionamiento neuronal, que se produce una grave discapacidad sin retorno. Al principio, podíamos evitar media docena de alteraciones. Luego se ha ido ampliando y actualmente con “la prueba del talón” ya pueden prevenirse unas 30 afecciones patológicas… que estamos procurando ampliar a través de la genómica…
Es en salud y, sobre todo, en los procesos irreversibles, en los que deben invertirse buena parte de los desorbitados fondos que hoy se dedican a la defensa territorial… mientras los habitantes de estos territorios tan bien protegidos carecen de alimentos, de agua potable, de servicios de salud de calidad, de medios educativos…
No me canso de repetir que es intolerable que cada día mueran de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se destinan más de 4.000 millones de dólares a armas y gastos militares. Es moralmente exigible un nuevo concepto de seguridad que permita, ya era hora, pasar de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón, del perverso secular adagio de “si quieres la paz prepara la guerra” a “si quieres la paz prepara la palabra”, la mediación, el diálogo.
Y es que la paz es el reflejo del comportamiento cotidiano, de una educación que permita a todos aprender a ser “libres y responsables” como establece el artículo primero de la constitución de la Unesco, y a poder ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, ¡crear! Cada persona capaz de expresar sus propias opiniones y no actuar al dictado de nadie, ni seguir directrices dogmáticas, fanáticas, supremacistas…
Se trata de cambiar uno mismo para entrar en la nueva era, en la que ya podrá ponerse en práctica la gran fórmula, entonces prematura, de Franklin Delano Roosevelt al final de la Segunda Guerra Mundial, plasmada en el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos,… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.
Pero sólo fueron Estados los que formaron parte de la Asamblea General… y con cinco vetos (los ganadores de la contienda). Los grandes poderes desoyeron reiteradamente las advertencias de los científicos que le recordaban la necesidad de cuidar la biosfera (UNESCO, desde 1949; los límites del crecimiento, Club de Roma 1972; limitar las emisiones de CO2 y de otros gases con “efecto invernadero“ y el deterioro del fitoplancton marino, esencial para su recaptura, Academia de Ciencias de los EU 1979; y la Agenda 21, elaborada con gran precisión en la 1ª Cumbre de la Tierra, Maurice Strong, Río de Janeiro 1992; la perfecta “hoja de ruta” para el antropoceno que representa la “Carta de la Tierra”, 2000 y la 2ª Cumbre en Johannesburgo, 2002)…
La gobernanza plutocrática neoliberal, iniciada por Reagan a finales de la década de los 80 con el G-6 y ampliada después al G-7, G-8…y finalmente al G-20 con motivo de la crisis financiera del 2008, marginó progresivamente al multilateralismo y centró toda la atención en el PIB, ampliando sin cesar la brecha social, consintiendo y utilizando los paraísos fiscales, aplazando como hechos irremediables el adecuado tratamiento al narcotráfico y la corrupción… El “gran dominio” (militar, económico, energético, mediático) llegó hasta desobedecer al Consejo de Seguridad invadiendo Irak basándose en la suposición y la mentira…
Y luego, dejando siempre a un lado a las Naciones Unidas, abordó de forma tan interesada como errática la “primavera árabe”… Fue necesario que los Estados Unidos eligieran a un presidente democrático y de la calidad de Barack Obama para que se lograra en el otoño de 2015 una pausa de esperanza al suscribir los Acuerdos de París sobre Cambio Climático y la Resolución de las Naciones Unidas “para transformar el mundo” mediante la puesta en práctica de la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible)…
Duró muy poco: a los pocos meses, el insólito presidente Donald Trump proclamaba, recién nombrado, que no llevaría a cabo los acuerdos adoptados por su antecesor. Y, además, para remachar su actitud anti-científica, aceleró la obtención de petróleo por el procedimiento altamente contaminante del “fracking”. Frente a todas estas intolerables decisiones y actitudes, el mundo guardó silencio. Y la Unión Europea, que tanto tenía que decir y objetar, silencio.
Todos los espacios ocupados por los mercados, todo índice, el PIB, y los mercaderes condicionando las decisiones políticas en América Latina y en todas partes, y explotando los yacimientos de recursos de toda índole (carburantes, litio, coltán…) al tiempo que privatizaban de forma patente o encubierta servicios esencialmente públicos y negociaban con lo que nunca hubiera debido ser mercancía.
En la vorágine global del neoliberalismo, todo se había olvidado… y buena parte de la ciudadanía se hallaba abducida, en especial por las redes sociales, participando en una carrera de consumo y abstracción que sólo de cuando en cuando recibía avisos, cuyo impacto decrecía rápidamente, que alertaban sobre los emigrantes ahogados en el Mediterráneo o que se abandonaban a su suerte en ignominiosos campos de concentración… o sobre las colas que se formaban en su propia ciudad “rica” por los que carecen de todo, hasta de techo… o de las maltrechas democracias que permitían las más diversas formas de fanatismo, xenofobia…
Y entonces llegó el coronavirus. Y lo que habría sido una epidemia más en la larga y densa historia de la humanidad, pasó a ser pandemia por la inverosímil movilidad de la ciudadanía mundial… hasta el punto de que países como España se habían convertido en simples receptores de turistas… deslocalizando en buena medida la producción propia y atentos sólo a los índices bursátiles. Y las Uniones regionales, ineficientes e irrelevantes, cuando más falta hacían en el tablero global.
La mismísima Unión Europea se había convertido en una simple unión monetaria, insolidaria y precariamente democrática (¡las decisiones deben adoptarse por unanimidad! y la unanimidad es la antítesis de la democracia)… En las sesiones inaugurales de la ONU, únicamente dos Estados europeos –Francia y España -defendían el multilateralismo sin ambages…
Con el confinamiento, los “pueblos” pudieron reflexionar y valorar lo que tenían y lo que querían… Y darse cuenta de lo que importa en realidad…. Han tenido, finalmente, la serenidad que se requiere para ser capaces de discernir lo esencial. Y actuar con templanza, sin ataduras ni, sobre todo, apasionamientos y apremios que llevan al menosprecio del “otro”.
Y también la ciudadanía retenida en casa se pregunta, entre otras cosas, como puede tolerarse que la justicia se imparta por jueces claramente sesgados en favor de una ideología u otra… ¿Cómo puede ser, se han preguntado, que en países como los EU y España se hable con toda naturalidad de jueces “conservadores” y “progresistas” cuando la justicia debe ser referencia de imparcialidad e independencia?
Sí, han sido muy numerosos los que se han apercibido de la “globalización de la ignorancia y la pobreza” en la que se estaban sumergiendo, convirtiéndose en impasibles espectadores en lugar de “actores activos”. En enero de 2021 es ya alto el porcentaje de quienes han advertido de que, por primera vez, tienen voz.
Y de que ya pueden impulsar grandes clamores presenciales y en el ciberespacio, de tal modo que sean “los pueblos” los que “resuelvan evitar a las generaciones venideras el horror” del deterioro de la calidad de vida sobre la Tierra, del desamor, del fanatismo, de la animadversión… Valorar las innumerables cosas buenas que ha traído la tecnología informática y poner especial cuidado para que la inteligencia “artificial” se halle siempre al servicio de la humana, de la que es fruto, y no al revés.
Voz de los pueblos y deber de memoria para, juntos, iniciar una nueva era. Conscientes de que cada ser humano puede anticiparse y !crear!, es ahora posible inventar el futuro. La solución está en detectar destellos de luz, en la perseverancia, en no rendirse nunca. En mi vida ha sido muy importante recordar aquel grito de “Presidente, non si renda!” de un joven italiano al final de una reunión sobre el derecho a la alimentación que presidía en Roma a principios del siglo XX.
Todos votaron a favor… excepto los representantes del presidente Bush Jr. Lo mismo aconteció en 1989 con Bush padre en la Convención de los Derechos Humanos de la Infancia. El único país del mundo que ha rehusado reconocer el valor supremo de cada niño. Mientras mantenga su hegemonía no podrá eliminarse la amenaza nuclear y se seguirán invirtiendo miles de millones al día en armas y gastos militares. Y seguirá sin haber dinero para el desarrollo endógeno, y el cuidado de la salud para una vida digna. Y para que los científicos puedan diseñar el por-venir distinto que está por-hacer.
Voz de los pueblos participando activamente en la gobernanza multilateral, para, actuando siempre conforme a la Agenda 2030, “cambiar de rumbo y nave”, como recomendó José Luis Sanpedro a la juventud del 15-M.
“Hay que cambiar de vía“, acaba de escribir, casi centenario, Edgar Morin. De vía y de estilo de vida. ¡Qué maravilloso sería que este fuera el retoño de la Covid-19! Ahora ya sabemos que es posible porque, en versos de María Novo: “Aprendimos el valor de la reflexión y el tiempo. / Enhebremos con ellos la paz de cada día”.
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