El palestino Faisal Jalifa es originario del campo de refugiados de Nur Shams, y fue uno de los 250 prisioneros palestinos liberados esta semana como parte del acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás.
Tras cumplir diez años de condena, Jalifa salió de la prisión visiblemente demacrado, y arropado por familiares que lo esperaban en Ramala.
El acuerdo, firmado en este mes, incluyó también la liberación de 1.700 detenidos gazatíes y la entrega de los últimos 20 rehenes israelíes vivos en manos del grupo Hamás.
Jalifa denunció haber sido víctima de torturas físicas y psicológicas durante su encarcelamiento, especialmente en los días previos a su liberación. “Nos esposaron y nos golpearon brutalmente. Nos dejaron bajo el sol durante 12 horas. Querían robarnos la alegría de la libertad antes de que siquiera comenzara”, relató al Servicio Árabe de la cadena BBC.
Pero no todos pudieron reencontrarse con sus familiares. Ibtisam Omran, hermana del detenido Mohamed Omran, expresó su angustia al no encontrar a su hermano entre los liberados. “Pensé que llegaría aquí, eso me prometió en su última llamada desde dentro de la prisión, pero luego desapareció. No sé dónde lo llevaron”, lamentó entre lágrimas.
El acuerdo
Estados Unidos, Qatar, Egipto y Turquía ratificaron el 13 de octubre el llamado "plan de paz" para Gaza redactado en Washington por Donald Trump, quien asegura que "la guerra ha terminado". La implementación del pacto está en la primera fase, a falta de definir cómo será gobernada Gaza, el desarme de Hamás y otros asuntos sensibles.
¿Paz o tregua?
Aunque el acuerdo fue celebrado como un avance diplomático, puede considerarse más como una tregua temporal que una solución definitiva al conflicto. Persisten dudas sobre su implementación.
Organismos como la Organización de Naciones Unidas (ONU), junto con países como Francia, Arabia Saudita y otros miembros del Consejo de Seguridad, promueven esta vía como la más viable para lograr una paz duradera. En 2025, la Declaración de Nueva York instó a Israel a detener la violencia y los intentos de anexión. Como retos permanecen: la división interna en ambas sociedades sobre cómo y si avanzar hacia este modelo; Jerusalén sigue siendo un punto de disputa, ya que ambos pueblos la reclaman como capital; seguridad y desconfianza mutua, alimentadas por años de conflicto; y las condiciones de vida en Gaza y Cisjordania, que dificultan la estabilidad política y social.
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