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martes, 5 de noviembre de 2024

Advertencias necesarias

Los recientes sucesos en Bielorrusia indican la acción de manos y planes externos...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 17/09/2020
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Presidentes-Lukashenko-Putin-Sochi
En Sochi, los presidentes Lukashenko y Putin reiteraron la inviolabilidad de los asuntos internos de Bielorrusia. (Sergey Guneev)

Son un hecho real y palpable las muchas y permanentes campañas mediáticas y las sanciones contra el gobierno de Minsk que lidera Alexander Lukashenko.

Suelen llamarle en Occidente al presidente bielorruso “el último dictador europeo” (añejo epíteto demonizador de oponentes y “desagradables”), y descargar criterios retorcidos sobre el desempeño nacional e internacional del país, que por decenios fue parte de la desaparecida Unión Soviética.

El asunto, según indican diversas fuentes de prensa y analistas, es que, a diferencia de algunas naciones del espectro postsoviético, Bielorrusia se cuidó de no lanzarse de panza en las aguas del capitalismo, preservó las conquistas sociales precedentes, mantuvo y acrecentó sus vínculos con gobiernos progresistas y sensatos del orbe, y —vale subrayarlo— abrió los espacios internos a la lucha electoral y la multiplicidad política, donde desde bien temprano Lukashenko lideró las preferencias.

Para algunos estudiosos todos estos componentes le han ganado a Minsk las reticencias de Washington y sus aliados de la OTAN, sobre todo de los advenedizos del ex campo socialista europeo, en el empeño de apretar el cerco contra Rusia, a la que identifican como uno de los grandes obstáculo en la concreción del hegemonismo global Made in USA.

De manera que todo pretexto y toda oportunista conspiración es válida, y mucho mejor si se trata de desestabilizar países y administraciones que hoy no ceden ante las andanadas de la primera potencia capitalista.

De ahí que las pretendidas “revueltas” ocurridas en Bielorrusia a partir de la reelección de Lukashenko en los pasados comicios de inicios de este septiembre, no puedan ocultar el tufo a conspiración antinacional, con más razón cuando situaciones similares ya habían logrado la conversión de Ucrania en un terreno fértil a las posiciones contra Rusia.

Comentaristas aseguran que en sentido general los vínculos entre Minsk y Moscú han gozado de buena salud y de un importante y coincidente grado de intercambio, y que la tendencia bilateral prevaleciente es a concretar una defensa mancomunada ante la hostilidad y los avances territoriales de la OTAN hacia el oriente a través de aliados como Polonia y Lituania, acusadas precisamente de estar estrechamente vinculadas a los actuales disturbios políticos en Bielorrusia.

Para las autoridades bielorrusas está claro que se ha gestado toda una conspiración liderada por Washington como patrón supremo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y que intenta sumar por la violencia y el desorden a esa nación al “frente occidental” contra el Kremlin.

De hecho, hace apenas unas horas, Alexander Lukashenko viajó al balneario de Sochi para entrevistarse con su par ruso Vladímir Putin.

Durante el encuentro, dicen medios de prensa, ambos dirigentes intercambiaron sobre la actual problemática bielorrusa, y de manera enfática el presidente Putin subrayó que no es admisible la injerencia externa en los asuntos internos de Bielorrusia, y que toda acción en ese sentido es una flagrante violación a las normas globales de convivencia.

Ambos mandatarios acordaron además un apoyo financiero ruso por 1 500 millones de dólares a Minsk e impulsar la cooperación en el comercio, al tiempo que analizaron el suministro de energía a la nación bielorrusa.

Expertos recuerdan además que Rusia y Bielorrusia integran los tratados de unión bilateral de 1999 y de Seguridad Colectiva de 1992, que incluyen importantes cláusulas de apoyo militar mutuo en caso de agresión externa, y que a juicio de los firmantes adquieren especial dimensión en el actual trance.

Según el propio Lukashenko, “si Bielorrusia cede, los enemigos vendrán a por Rusia”, y afirmó que su país no vacilará en cumplir sus deberes defensivos como aliado de Moscú en caso de un ataque al gigante euroasiático.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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