Por segunda vez (la primera fue el 6 enero tras el ataque extremista al Congreso) el presidente Joe Biden concluyó públicamente que “la democracia es frágil.”
Lo repitió justo ahora, luego que en votación de 57 por 43, el Senado dejó sin efecto el segundo juicio político contra el obseso presidente saliente, acusado de incitar los trágicos y alarmantes sucesos del sexto día del primer mes de 2021 en la sede del legislativo gringo, donde, entre otras barbaries, murieron cinco personas.
Cierto que a lo largo de la historia humana la democracia ha mostrado ser un producto sumamente blando y maleable, por tanto, en términos de existencia y aplicación concretas, está altamente determinada por cómo la interpreten, implementen, ajusten y utilicen aquellos que la proclaman.
Y en el caso que nos ocupa, el de los Estados Unidos, ese ritual no solo se cumple al dedillo, sino que adolece además de una llamativa carga de manipulación, manejo y no poca cojera, empezando incluso desde la añeja definición fundadora registrada en la Declaración de Independencia de las Trece Colonias en la que se habla de “hombres creados iguales” y con “inalienables derechos”, siempre que (vale aclararlo) fueran blancos y poseedores de un sólido patrimonio.
Por tanto mujeres, indios, negros, latinos o asiáticos no calificaban como usuarios o beneficiarios de los postulados democráticos.
Una democracia tan elástica como para que un personaje obtuso y egocéntrico llegase y saliese de la presidencia haciendo burla y escarnio del sistema que le permitió escalar, que disparó otra vez las serias divisiones nacionales y alentó a los sectores más cerriles y violentos a acoger como bandera sus ambiciones muy particulares, que desconectó al país de la comunidad global, que todavía no ha reconocido su derrota electoral ni a las nuevas autoridades, y que se prepara para retornar a la lid política cargado de venganza y sobre los fanáticos hombros de los alebrestados extremistas que bailan a su personalizado compás.
Y si bien las encuestas indican que una mayoría corta de estadounidenses no concuerda con la gestión trumpista y guarda con terror el recuerdo del asalto al Capitolio, lo cierto es que la sarta de intereses individuales y grupales que se mueven bajo los pivotes políticos gringos ha hecho seria mella entre los republicanos como para atreverse a descalificar a Trump definitivamente, e impone a los demócratas salvar las marcas habituales en el desempeño institucional que ahora las toca, para pretender una sustancial y sólida ventaja futura frente a un desquiciado capaz de cualquier rastrero devenir.
En ese sentido, el bando azul podría promover además el proyectarse en lo adelante como el “defensor a ultranza” de “la legalidad y de los valores claves” del sistema político norteamericano frente a un desorden contrario que ya enseñó las uñas y los dientes.
Así, terminado en cero el juicio contra Trump, la líder demócrata Nancy Pelosi no perdió tiempo para calificar de cobardes a los legisladores republicanos que vetaron el proceso, a la vez que anunció la creación de una comisión independiente que investigue a fondo lo ocurrido el 6 de enero y sus entretelones, lo que puede interpretarse como “esto no acaba todavía”.
Mientras, un Trump eufórico reivindicó públicamente que “fue y es víctima de una cacería de brujas”, se auto tituló “asistido por la verdad”, y convocó a sus partidarios a integrarse en un amplio movimiento nacional bajo su “doctrina”, de manera de volver a la carga para concretar el sueño de “hacer a los Estados Unidos grande otra vez”.
Lo que tal vez debía tomarse en cuenta entre los líderes norteamericanos es que, venga de donde venga, enúnciese como se enuncie, e independientemente de los métodos que cada quien escoja y prefiera, lo cierto es que el escenario estadounidense y global de estos tiempos, más que favorecer el esquema de una reverdecida potencia capitalista dominante, apunta incluso a un no descartable hundimiento por su propio peso.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.