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sábado, 2 de noviembre de 2024

América Latina lucha por su futuro

Un 2020 de zozobras llega a su fin en una región en busca de nuevos rumbos...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 12/12/2020
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Protestas populares-Chile
Protestas populares en un Chile que exige la renuncia de su presidente, el millonario Sebastián Piñera y la redacción de una nueva Carta Magna. (Javier Torres)

El año 2020 fue cruel, en especial para América Latina, una región de grandes recursos naturales asediada por gobiernos neoliberales, pero que en este período de emergencia sanitaria logró, en lo político, trazar nuevos rumbos al desatarse una ira popular sin precedentes en la llamada era democrática.

En este período anual, bajo la égida del neoliberalismo, hubo varios estallidos  sociales en protesta por medidas coercitivas en detrimento de derechos humanos, el mal manejo institucional de la pandemia de la COVID-19, con sus miles de muertes y contagios, uno de los detonadores de la palanca que desnudó las debilidades del sistema imperante.

La letal enfermedad que asomó sus primeros casos en febrero pasado, dejó al descubierto la capitalización de la vida en varios países del área. En estos meses fueron visibles las hendijas de un sistema que no contaba con estructuras sanitarias capaces de hacer frente a la pandemia.

Hasta fines de noviembre, Latinoamérica –con Brasil encabezando la lista (tercer país a nivel mundial con mayor número de casos y fallecidos, luego de Estados Unidos e India) lamenta el desacierto de los regímenes que no supieron, o no pudieron, salvar a sus poblaciones por carencias de equipos y medicamentos. La COVID-19 trajo acarreados varios escándalos de corrupción por sobreprecios en equipos y medicamentos .

En esta región, hasta noviembre hubo---- casos de contagio y fallecieron ….., una cifra que seguirá en aumento hasta tanto no se disponga de una vacuna y esta se distribuya para todos los ciudadanos, y no, como se espera, solo entre quienes puedan pagarla.

A pesar del sacudón de la enfermedad, que obligó a permanecer en cuarentena a millones de seres humanos en esta zona geográfica, como en otras del mundo, las protestas populares iniciadas en octubre del pasado año enrumbaron de nuevo por las calles, guardando o no las medidas de bioseguridad dictadas mas por la cordura que por los ministerios de salud.

Cuando el sistema imperial diseminado por algunos países latinoamericanos cantaba victoria y disfrutaba de la suplantación del progresismo nacido en 1989 con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela por el neoliberalismo, la conciencia social heredada de aquellos años de integración económica y política y sus resultados, empezaron a manifestarse de manera masiva.

Se hacen mas visibles ahora que las brechas de la desigualdad y la concentración de la riqueza en cada vez menos manos, en detrimento siempre de las condiciones de vida de millones de personas, es un hecho innegable en Latinoamérica. Los derechos de las personas están pisoteados en los regímenes derechistas.

El año que termina dio continuidad al estallido social que sacudió una buena parte de la región en 2019 en exigencia de cambios estructurales que dieran solución a los graves problemas existentes, como la carencia de programas económicos y sociales en beneficio de los mas vulnerables.

Analistas coinciden en que la acción colectiva adquirió un protagonismo central en América Latina, que incluso propiciaron la ruptura institucional, como en Perú.

Son varios los grupos y movimientos sociales que ampliaron la capacidad de inclusión en los asuntos políticos de sus países. Varios frentes aliados surgieron este año en que, en muchas ocasiones en plena cuarentena, unieron obreros, estudiantes, indígenas, intelectuales y artistas. Todos en las vías públicas para ganar espacio donde parecía que la ciudadanía era cómplice de las corrientes negativas gubernamentales.

Los movimientos sociales han sido, en las últimas décadas, uno de los medios existentes para visibilizar las reivindicaciones, propuestas, demandas y problemas que atañen grandes masas poblacionales, en especial de los sectores empobrecidos. En esta oportunidad en que la economía se deprimió y aumentaron el desempleo y la deuda pública no podía ser diferente, aun con la pandemia.

Este año quedó demostrado que son también el espacio que transmutan las identidades colectivas, es decir, devienen voz de la sociedad y los mensajes que esta envía a quienes están implicados en la gestión pública.

Las movilizaciones constituyen, en opinión de académicos, una escuela de ciudadanía y de política que ocupan espacios en las historias ciudadanas

Protestas populares en un Chile que exige la renuncia de su presidente, el millonario Sebastián Piñera y la redacción de una nueva Carta Magna; la presencia de miles de personas en las calles de Perú en desafío abierto a su corrupto Congreso Nacional –hubo tres presidentes en 16 días-;  denuncia del quiebre del acuerdo de paz de Colombia firmado en 2016, por el presidente Iván Duque, que ni opina ni oye respecto a los reclamos para que cesen los asesinatos de ex guerrilleros y líderes sociales.

Colombia está movilizada de manera permanente en busca de la pacificación  que poco le importa a Duque, un monigote que se rige por los mandatos de Estados Unidos y de su padrino político, el ex mandatario ultraderechista Álvaro Uribe. Mientras, continúan las masacres de civiles, líderes sociales y ex guerrilleros firmantes del documento  

En Chile, la fuerza de las manifestaciones hizo que Piñera y su ejecutivo realizaron un plebiscito para determinar si la población quería una nueva Constitución. Y perdió el oficialismo. Gracias a las movilizaciones populares, que se mantienen vivas, el derechista régimen se vio obligado al referendo y posterior elecciones para escoger a los constituyentes que, como piden los ciudadanos, representen a todos los sectores y no a la clase política.

En Perú, la fuerza de las masas obligó a renunciar a Manuel Merino, el jefe del congreso que propició mediante un complot interno la vacancia del presidente Martín Vizcarra. Poco después, las protestas callejeras que se mantuvieron varios días, hicieron que Merino renunciara al cargo cinco días después de asumir. Ahora, los peruanos esperan por la celebración de elecciones generales en abril del próximo año, mientras plantean que como en Chile se redacte una nueva Constitución Nacional.

Guatemala, uno de los países más pobres de Latinoamérica, se alzó contra el presidente Alejandro Giammattei,  la corrupción interna reflejada en los números del presupuesto anual del 2021, y el pésimo manejo de la COVID-19, que causó un alto número de defunciones y contagiados.

Miles de protestantes en las calles se opusieron al presupuesto del Ejecutivo,  que redujo las partidas de áreas tan importantes como la educación y la salud. Gracias a las movilizaciones, el Congreso se vio forzado a dar marcha atrás y desestimar las cifras enviadas por el régimen para su aprobación por los legisladores.

Los pueblos indígenas del Amazonas, área brasileña, también están en guerra contra el gobierno del presidente Jair Bolsonaro. Los mueven dos motivos esenciales: el robo de sus tierras para ser vendidas a corporaciones nacionales y extranjeras, lo que significa en la práctica la muerte para miles de personas, y la desatención durante la pandemia.

Miles de representantes de los originarios están en sus demarcaciones y principales ciudades protestando por el desacertado manejo de la situación y la poca atención de los gobernantes ante quienes constituyen una parte muy importante de la cultura de esa nación suramericana.

Manifestaciones también en Haití que piden la salida del mandatario Juvenal Moses por casos de corrupción y la asunción de un gobierno que saque al pequeño país de la miseria sistémica en que se desenvuelve.

También hubo exigencias a la expresidenta boliviana Yanine Añez para que renunciara y se restableciera el orden institucional, lo que el pueblo logró en unas elecciones generales donde salió como presidente el candidato del Movimiento al Socialismo Luis Arce, y como vice, el ex canciller David Choquehuanca.

El triunfo de Arce, con mas del 55% de los votos, devuelve a Bolivia al grupo de naciones que van enrumbando de nuevo a una etapa de progreso interno, y a recomponer las fuerzas integracionistas en organizaciones fundadas en la década de 1990.

Argentina con su presidente Alberto Fernández, y México, con Manuel López Obrador, que heredaron los males dejados por Mauricio Macri y Enrique Peña Nieto, respectivamente –entre ellos el de la corrupción y una deuda pública por miles de millones de dólares- enfrentan los retos de un cambio de sistema.

En México, y por la necesidad de justicia social exigida por la población, el senado de la República, aprobó la reforma constitucional que elimina el fuero del Presidente de la República y permite que se le pueda juzgar no sólo por traición a la patria, sino también por delitos de corrupción, electorales y todos los demás ilícitos, como cualquier ciudadano.

Como otras, enfrentan la COVID-19 con las herramientas que tienen en mano –apertura y cierre de fronteras, cuarentenas, medidas de bioseguridad- mientras esperan, como todos, la aparición de una vacuna contra la enfermedad.

Venezuela, con su socialismo del siglo XXI, sigue buscando sus caminos mediante el diálogo con la oposición, las denuncias contra Estados Unidos y su larga relación de medidas coercitivas que pretenden ahogar al país con un bloqueo multilateral, y la pretendida renovación en elecciones parlamentarias, del órgano legislativo ahora en manos de la oposición mas reacia.

Cuba, que este año mostró la solidaridad con los pueblos brindando colaboración con su distinguido sistema de salud pública presente en mas de 35 países con su contingente Henry Revee, ahora contra la pandemia, perfecciona su sistema económico y varios proyectos que ordenarán internamente distintas facetas de su sociedad, víctima del recrudecimiento del  bloqueo impuesto a la isla hace mas de 60 años por la Casa Blanca.

Así anda la situación en estas tierras de América, y nada augura que el 2021 sea diferente respecto a la protesta popular.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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