En efecto, ya va llegando a su cierre la tan llevada y traída tragicomedia que puede mantener a Donald Trump en la Casa Blanca o hacerle ceder el puesto a su oponente demócrata Joe Biden.
Lo que sucede es que todavía, a estas alturas de la contienda, no hay analista alguno que se adelante a vaticinar triunfador, a pesar de que mediante el correo local millones de votantes ya hicieron uso de su derecho por adelantado, en su mayoría a cuenta de no lidiar públicamente este 3 de noviembre con la COVID-19.
Cierto es que desde hace semanas se habla también de que Biden llevaba una delantera de hasta diez puntos en las encuestas del momento, pero, no obstante las dudas, reservas y tonos bajos siguen caracterizando al mundillo de los expertos.
Cuando días atrás concluyó el segundo debate televisivo entre ambos aspirantes, algunos indicaron que la figura del candidato azul terminó pareciendo más estable, segura y posiblemente con más deseos de trabajar en los problemas del país que la proyectada por Trump.
Sin embargo, lo real es que todavía en ciertos sectores —sean ultraderechistas y oscurantistas, o embaucados en los tradicionales esquemas político-ideológicos gringos— la influencia del actual mandatario no ha dejado de acaparar espacios.
Desde luego, tras cuatro años bajo el trumpismo y sus dislates, la percepción general sobre el que fuera aspirante a vencedor en las elecciones de 2016 enfrenta sensibles cambios.
Se explica, por ejemplo, que muchísima gente desapruebe su desempeño en un desastre nacional como la pandemia del nuevo coronavirus, que en las últimas semanas ha reafirmado por amplio puntaje a los Estados Unidos como el país de mayor número de enfermos en el planeta, con la suma adicional de unos doscientos mil decesos.
Y si en algún instante, tiempo atrás, el apelar a insultos, amenazas e infelices deslices y carencia de tacto, eran “monerías” que daban risa y hasta despertaban insulsas simpatías entre no pocos norteamericanos, a fines de este 2020 las preocupaciones y las dudas tienen un calibre mucho más serio y pesado.
En el área rural, explican algunos analistas, donde Trump tuvo una buena acogida cuatro años atrás, y en la que hoy se registran duros cuadros sanitarios y no pocos traumas económicos, las punzantes chanzas de antaño ya no despiertan tanta algarabía, y se habla de una posible seria disminución de votos favorables al presidente.
Otros se refieren al desgaste del presidente por sus reacciones oscas, desafiantes e indecentes en temas como la violencia racista, las alabanzas al supremacismo blanco y al machismo, la siembra de desconfianza en los mecanismos electorales nacionales, y el azuzamiento contra “el socialismo” como instrumento de división y odio internos, y de pretendida amenaza a su chovinista consigna de Make America Great Again, muy apegada a los turbios manejos de los años de la Guerra Fría.
Critican también una política exterior que ha aislado a los Estados Unidos a escala global en un mundo con una conformación política muy diferente, donde otros polos geográficos ya no pueden ser ignorados irresponsablemente a la hora de una convivencia internacional civilizada y ordenada.
Se añaden además las reiteradas alusiones trumpistas a que no se admitiría un resultado electoral que se deshaga del actual inquilino de la Oficina Oval, y ya hasta se reportan quemas de buzones y el desmonte intencional de máquinas clasificadoras de correspondencia en el correo nacional (dirigido por partidarios acérrimos de Trump) con el propósito de obstaculizar la votación y reducir posibles montos de boletas desfavorables al ejecutivo.
Tan es así, que según la agencia de noticias gringa AP, desde hace rato, tanto demócratas como republicanos “están armando sendos grupos de abogados poderosos para la posibilidad de que la contienda por la Casa Blanca no se resuelva en las urnas, sino en las cortes”.
La misma fuente confirmó, y vale el texto original, que “decenas de abogados de los republicanos y de los demócratas están chocando ya en tribunales en todo el país por los plazos para la votación por correo y otros asuntos creados por la pandemia de coronavirus. Y mientras Trump trata de sembrar dudas sobre la legitimidad de las elecciones del 3 de noviembre, ambas partes han preparado enormes operaciones legales con vistas a una contienda que termine en la Corte Suprema”.
Así las cosas, por tanto, vale la recomendación de esperar antes de aventurar toda conclusión, porque, al decir guajiro, en el tema eleccionario norteamericano estamos a las puertas de una posible gran “pelea de perros”.
Pie de fotos: Biden y Trump son las caras visibles del actual cisma político norteamericano.
Fuente: AFP
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.