Si lo sabrán los países que militan, por ejemplo, en las filas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, o muchos de aquellos que en diferentes esquinas del Globo han optado por acercamientos carnales con la primera potencia capitalista.
Y es que tarde o temprano, ante el comportamiento de semejante “amigo”, han debido admitir como válido el axioma (proclamado por los mismos líderes gringos) de que “los Estados Unidos no tiene aliados, sino intereses propios”.
Y la variedad de evidencias va, desde exigirle a los “compañeros de andanzas” que desembolsen más dinero en la cuenta de la titulada “defensa mutua” o mayor número de tropas en las aventuras hegemonistas Made in USA, hasta permitir incluso que ciertos personajes aposentados en territorio norteamericano promuevan golpes de estado contra gobiernos “apegados”, como ocurrió pocos años atrás con el complot que intentó derrocar a la administración que en Ankara encabeza el presidente Recep Tayyip Erdogan
Y justo contra Turquía, que en añejos tiempos de compromiso llegó a albergar misiles atómicos estadounidenses apuntados contra la extinta Unión Soviética, las iras de Washington vuelven a levantarse ante la decisión de Ankara de poner por delante sus urgencias, intereses y pareceres, más allá de lo que Washington haya diseñado para los demás.
El punto de fricción vuelve a ser esta vez la absoluta y reincidente oposición de la Casa Blanca a la adquisición por Turquía de los complejos coheteriles rusos S-400 (ya en manos turcas) porque –según aduce la administración Trump- resultan contraproducentes con relación a los arsenales de la OTAN.
Desde luego, eso es lo que se dice en público, porque en la concreta lo que preocupa es que Turquía no adquiera armamento norteamericano (por ineficaz que resulte), con la consiguiente pérdida en ganancias para el complejo militar industrial gringo.
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Es tan acérrima la exigencia de la Oficina Oval, que se promueven sanciones contra Ankara, Trump habla en sus abrumadores mensajes digitales de “arrasar la economía otomana”, y el Pentágono vocifera en términos tajantes de que “no hay lugar en la OTAN para los S-400 u otras armas rusas”.
Con todo, lo cierto es que los S-400 ya están en manos del ejército de Turquía, y que el presidente Erdogán no pretende dar marcha atrás a una decisión que califica de soberana, útil para su país, y pactada en términos serios y responsables.
Vale indicar que las andanadas norteamericanas se sustentan además en la ojeriza por la colaboración turca con Rusia en torno al conflicto armado inducido contra Siria por Washington, sus aliados occidentales, las fuerzas reaccionarias regionales y el sionismo israelí, con la utilización sobre el terreno del terrorismo islámico.
A ello se suma la vuelta atrás de Trump con relación a sus aliados kurdos en Siria, a los que dio la espalda de forma rotunda y sin previo aviso durante la renovada irrupción de tropas de Ankara en las zonas fronterizas, y de los que ahora se vuelve a autotitular “amigo fiel” en su afán por lograr que apoyen el interés hegemonista de controlar por la fuerza las ricas zonas petroleras del noreste sirio.
Solo que las cosas no parecerían marchar como quisiera el inquino de la Casa Blanca que sueña con repetirse en el cargo con un triunfo en las elecciones de 2020.
Y es que, tras Turquía, es ahora Arabia Saudita la que negocia con Moscú una compra de sistemas coheteriles S-400 por valor de casi dos mil millones de dólares.
El trato, del que se habla desde hace casi dos años, está en fase de implementación, y obedece a que los S-400 destruyen objetivos entre uno y tres mil metros de altura y a una distancia de 400 kilómetros, una efectividad no registrada en otros artilugios similares.
De hecho, los dañinos ataques de septiembre pasado contra instalaciones petroleras saudíes con el anunciado uso de misiles y drones rebeldes, burló por completo las baterías coheteriles norteamericanas Patriot en las que Riad confiaba su defensa antiaérea.
De ahí que el reino saudí insista ahora en concretar la compara de los S-400 y aspire incluso a sumar a su fuerza aérea los cazas rusos S-35.
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