Los bolivianos vuelven este domingo a las urnas –por tercer año consecutivo-, esta vez para elegir a las autoridades regionales (gobernadores de los nueve departamentos, alcaldías y jefaturas municipales), en la que los candidatos del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS) salen como favoritos.
Sin embargo, analistas cautelosos afirman que no puede predecirse cuál será el resultado en los bastiones del sur boliviano, en el que se localiza una casta de la derecha, aunque fragmentada ahora, que operó de manera sangrienta contra el movimiento progresista encabezado por el expresidente Evo Morales. Un año después de la renuncia de Morales, obligado por un golpe de estado cívico-militar tras ganar la reelección en 2018, el MAS ganó los comicios que devolvieron la democracia al país andino, cuando colocó en el Palacio Quemado al economista y ex ministro de economía Luis Arce en la presidencia del país, y como vice al excanciller David Choquehuanca.
Los comicios de hoy revisten suma importancia para la gobernabilidad boliviana, puesto que Arce precisa tener un respaldo político sólido en las regiones para afianzar el proceso de cambios que anunció y al cual se opone una burguesía localizada, fundamentalmente en los departamentos de la llamada Media Luna, donde vive un tercio de la población nacional. La Media Luna está integrada por los departamentos sureños de Tarija, Santa Cruz, Beni y parte de Chuquisaca.
Durante la administración de Morales, la Media Luna, en especial Santa Cruz, devino bastión de la derecha más radicalizada, depositaria de grandes riquezas. En sus localidades se organizaron planes conspirativos contra el MAS y su líder indígena, incluyendo levantamientos, intentos de magnicidio y una continua política de denuncias y mentiras contra el presidente, mediante falsas pruebas, todas desenmascaradas después, pero con un innegable costo político.
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Apoyado por Estados Unidos, el líder del Comité de Cívicos de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho –ex candidato a la presidencia en 2020- estuvo involucrado en el golpe de estado contra Morales. El multimillonario y fundamentalista cristiano y su clan familiar, tienen lazos políticos con el fugitivo croata Branko Marinkovic, quien se refugió en Brasil en 2010, tras ser acusado de sedición y separatismo en Santa Cruz como jefe de una banda armada que pretendía, dijo, la independencia de ese departamento.
El ultraderechista Camacho, vinculado a bandas paramilitares cruceñas, apenas obtuvo un 14% de los votos frente al triunfo arrollador de Arce y el MAS en las últimas presidenciales, cuando Bolivia retomó el camino iniciado por Morales, un ex líder cocalero que transformó el país, convirtiéndolo en uno de los de mayores crecimientos en América Latina.
El sociólogo Juan Carlos Pinto, fallecido recientemente, calificó la convocatoria electoral a una lucha frontal entre el movimiento oficialista y una oposición que no se da por vencida, pues cuenta con el respaldo de Washington y de grandes fortunas.
En su opinión, la ultraderecha boliviana quiere fomentar una ruptura nacional entre el gobierno del MAS y agrupaciones variopintas en los departamentos y municipios, y para lograrlo pueden valerse de estos sufragios.
Asimismo, el diplomático y analista internacional chileno Gabriel Gaspar, refirió a Página 12 que Bolivia ya definió el poder en las últimas presidenciales y en estas subnacionales concretará el del territorio.
Aunque la mayoría de la población aniquiló en las urnas al régimen de facto de la derechista Janine Añez, para algunos analistas las características de estos comicios son diferentes, porque se trata de determinar quiénes intercambiarán con el gobierno central, al que presentarán necesidades locales y regionales.
No sería la primera vez que determinados departamentos le hicieran la guerra a la presidencia. Durante el mandato de Morales los sureños se levantaran en huelga para obligarlo a ceder en sus pretensiones separatistas del resto del país y mantener sus privilegios históricos.
Será una acción de voto a voto. El Tribunal Supremo Electoral informó que competirán 121 listas que agrupan a 11 173 postulados para cuatro especificidades: gobernador, alcaldes, jefes municipales y representaciones de los pueblos originarios.
Dos de los bastiones más deseados por los partidos son La Paz (la capital), y Santa Cruz, con dos millones de habitantes cada uno.
Voceros del MAS expusieron durante la campaña –efectuada en el contexto de una reducción de contagios y muertes por COVID- que consideran necesario la obtención de siete gobernaciones y 300 alcaldías para garantizar el respaldo a Arce y Choquehuanca y proteger de sus enemigos tradicionales al proceso de reestructuración del país iniciado en 2005 por Morales.
La lucha será muy fuerte. En La Paz, el aspirante del MAS, Franklin Morales, tiene 16 contrincantes y, en Santa Cruz, Mario Cronembold debe enfrentarse a un número similar, entre ellos el contrarrevolucionario Camacho.
Otra enemiga del proceso revolucionario, la ex presidenta Añez pretende ganar el departamento de Beni por la agrupación Ahora. En la histórica localidad de El Alto, perteneciente a La Paz, el partido Jallala designó a la ex titular de la Cámara de Senadores Eva Copa, una política muy respetada en el país.
De acuerdo con la socióloga María Teresa Zegada –indicó un despacho de la agencia noticiosa Prensa Latina– “en estos procesos influye la presencia del movimiento que postula a un candidato, pero el electorado mira más a la persona, su trayectoria, sus aportes y propuestas para solucionar las necesidades de su localidad”.
Aunque muchas no son del todo fiables, la encuestadora Ciesmori difundió los resultados de una investigación realizada para la televisora Unitel, en la que el MAS ganaría en cinco departamentos: Cochabamba, Potosí, Pando, Chuquisaca y Oruro. Esta versión rápidamente fue enfrentada por la analista y columnista del diario La Razon, Verónica Rocha, quien consideró que esos datos son simples acercamientos que usan cierta metodología y que obviamente pueden sufrir muchas transformaciones.
En las votaciones regionales anteriores, el MAS alcanzó seis de las nueve gobernaciones y dos alcaldías de ciudades capitales, en tanto durante las generales de 2020 arrasó en 300 de los 342 municipios y logró la mayoría en seis de las nueve regiones.
La Organización de Estados Americanos (OEA) informó que mantiene en La Paz un grupo de observadores, lo que alertó a las autoridades.
Esa organización, que opera bajo los dictados de la Casa Blanca, propició el golpe de estado contra Morales, al considerar fraudulentos los resultados de las presidenciales y hacerlos públicos, lo que se comprobó era mentira y se trataba de un complot orquestado por el régimen de Donald Trump. Ahora, puede intentar cualquier movimiento que perjudique al gobierno de Arce.
La Policía Nacional boliviana informó que unos 25 000 efectivos de esa fuerza que reprimió duramente a la población contra el golpe de Estado, está movilizada para garantizar la tranquilidad ciudadana durante la votación.
Son 7.1 millones los electores convocados a la democrática acción. De ellos depende la conformación del mapa político boliviano donde sean favorecidos aquellos que el régimen de facto devolvió a las líneas de la pobreza y la desigualdad económica y social.
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