La ausencia de una política sanitaria sitúan hoy a Brasil como el segundo país a nivel mundial con mayor número de muertos y contagiados por la COVID-19, sin que haya una solución a corto plazo de retroceso de la pandemia.
Quizás el gigante sudamericano nunca logre liberarse del nuevo coronavirus debido a las deciciones erróneas del ultraderechista Jair Bolsonaro, un imitador de su par estadounidense, Donald Trump, quien también le restó importancia a la enfermedad y, para darle una supuesta fuerza moral a sus seguidores, andaba a caballo. El ¨facho¨-uno de sus tantos apodos-, anduvo a pie, a caballo, y en moto acuática, sin mascarilla puesta, como si desafiara al mundo científico que recomendó medidas y medicamentos. Siempre se mantuvo en pose desafiante ante el infierno desatado en el país.
El mandatario aliado de Washington, que suspendió la colaboración médica cubana insertada en el programa Mais Médicos, Mais vida, impulsado por la expresidenta Dilma Rousseff, enfermó el pasado día 7, luego de sus irresponsables andanzas
Bolsonaro, aquejado por el nuevo coronavirus hace tres semanas, informó el pasado sábado que tras una cuarta prueba dio negativo, luego de que –lo que muchos ponen en duda- fuera tratado con hidroxicloroquina, un medicamento sin eficiencia probada.
Para analistas de la situación brasileña, resulta absurda la posición de Bolsonaro, quien ganó las elecciones de 2018 tras ser inhabilitado el virtual vencedor, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, condenado a prisión en complicidad con el juez federal Sergio Moro (hoy uno de sus principales críticos) y una poderosa campaña mediática.
Luego de más de un año al frente del Ejecutivo, rodeado de sus tres hijos mayores, todos políticos y todos de una u otra manera comprometidos en casos de corrupción y asesinato premeditado, demostró su incapacidad para dirigir a la mayor economía de América Latina y ocuparse de sus ciudadanos.
Por el contrario, lleva adelante el desmonte de los programas sociales implantados por el Partido de los Trabajadores (PT) fundado por Lula, con mas de 12 años consecutivos en el gobierno hasta el golpe de estado parlamentario contra Roussef en 2016. Sus políticas debilitan al Estado con la venta de importantes recursos propios de la nación que cuenta con unos 8 000 000 de km2 y una población estimada en 210 000 000 de personas. Además, deforesta el Amazonas, selva entregada a empresas madereras internacionales.
Considerada una de las naciones más ricas de la región latinoamericana, y también la de peor distribución de las ganancias estatales, salvo en los cuatro período del PT, Bolsonaro, ahora sin partido, minimizó la gravedad de la pandemia y demostró, una vez mas, su incapacidad intelectual, ya que desoyó las orientaciones de los organismos científicos.
Dos ministros de Salud renunciaron, Nelson Teich y Luiz Henrique Mandetta y Brasil tuvo acéfala la cartera durante 12 días. Ante la crisis, el Ejecutivo, integrado en su mayoría por militares, colocó en el cargo al general Eduardo Pazuello, un desconocedor del manejo de la dolencia.
En una carta escrita por el teólogo e intelectual Frei Betto a sus ¨amigas y amigos del mundo¨, este precisó la intención criminal de Bolsonaro de exterminar a diferentes estratos sociales del país, entre ellos los pobres, negros, ancianos, indígenas.
Betto indicó que la intención del gobernante era evidente: ¨Dejar morir a los ancianos para ahorrar recursos de la Seguridad Social; a los ciudadanos con enfermedades preexistentes para ahorrar recursos del Sistema Único de Salud; permitir que los pobres mueran para no usar dinero de Bolsa Familia (programa del PT para favorecer a los mas vulnerables) y otros proyectos sociales para los 52.5 millones de brasileños viviendo en pobreza y los 13.5 millones que están en la pobreza extrema¨, según datos oficiales del régimen federal.
Bolsonaro, un ex capital del Ejército, oscuro diputado federal durante 28 años consecutivos, siempre consideró que en Brasil debían morir al menos 30 000 personas, refirió en una entrevista televisiva en 1999, cuando aseguró que su país ¨solo cambiará si un día vamos a una guerra civil aquí, y hacemos el trabajo que el régimen militar no hizo: matar a unos 30 mil”.
A su mente criminal, la pandemia le vino como anillo al dedo. Brasil registró hasta el pasado sábado 86 449 muertes, al sumar mil 211 en las últimas 24 horas a causa de la COVD-19, según la actualización del Ministerio de Salud publicada ese día. El organismo informó, además, que se contabilizaron 2 394 513 contagios, al agregarse de viernes para sábado 51 147 nuevos casos.
De los reportados, 690 mil 584 pacientes están bajo observación y un millón 617 mil 480 personas se recuperaron de la Covid-19. Esas cifras, aunque oficiales, son consideradas muy bajas por distintas instituciones sanitarias pues el gobierno, insisten, esconde las verdaderas. En las redes digitales llaman al presidente de ¨BolsoNero¨, comparándolo con Nerón, quien mientras Roma ardía, tocaba la lira.
La pandemia también cobra víctimas entre el personal sanitario, que en varias oportunidades ha solicitado ayuda gubernamental para medios de protección personal para evitar el contagio, además de las medicinas indicadas en protocolos internacionales.
El Colegio Médico nacional indicó que al menos 150 doctores y casi 300 enfermeros murieron víctimas de la COVID-19. Un informe de la organización gremial de enfermería denunció que 295 profesionales en ese campo fallecieron, de unos 12 391 infectados por el nuevo coronavirus desde el inicio de la pandemia en marzo pasado.
Las cifras apuntan que casi 27 000 enfermeros fueron retirados del servicio, por razones diversas desde el comienzo de la crisis sanitaria. El gremio señala que ¨una estadística es cierta: en el área de enfermería, la tasa de contaminación es tres veces mayor que la de los médicos¨, ya que ese personal está al lado del paciente, brindando asistencia las 24 horas.
Médicos y enfermeros enfrentan también un desafío de sobrecarga de trabajo, que puede contribuir a los altos niveles de contaminación entre ellas.
Los brasileños, cuyo dignatario defiende la tesis de Trump de ¨primero la economía y después la salud¨, nunca ha aplicado las medidas cautelares y restrictivas adoptadas en alto número de países. Solo con esa fórmula se habría evitado el desfavorable escenario mostrado por el virus.
Bolsonaro, cuyo sistema sanitario y funerario está colapsado, afirmó en una entrevista radial reciente que ¨no creo en estos números¨, en fecha tan temprana como el 27 de marzo, cuando los muertos solo ascendían a 92. O "Todos moriremos algún día" (29/3, 136 muertes); "¿Y qué? ¿Qué quieres que haga?" (28/4, 5 017 muertes).
De ahí que se burlara de las pautas trazadas por la Organización Mundial de la Salud de importar respiradores y equipos de protección personal, una tarea que la Corte Suprema brasileña delegó en gobernadores y alcaldes.
PRUEBAS DE LA CORONAVAC
Aunque está muy lejos aún la luz de la salvación para los brasileños, la pasada semana, sin que el mandatario estuviera siquiera enterado, comenzó muy tímidamente la prueba en humanos voluntarios del Distrito Federal y cinco estados, de la potencial vacuna del laboratorio chino Sinovac Biotech contra la Covid-19, bautizada como CoronaVac.
Según reporta la agencia de noticias Prensa Latina (PL) desde Brasilia, 9 000 personas participan en la prueba realizada en Sao Paulo, Río de Janeiro, Rio Grande do Sul, Paraná y la capital federal. Dentro de 14 días habrá primeros resultados y luego se les repetirá en dos nuevas ocasiones.
Desarrollada por Sinovac y el Instituto Butantan, de Sao Paulo, la vacuna utiliza células virales inactivadas para estimular una respuesta inmune en pacientes. Según Dimas Covas, director de Butantan, que produce casi el 80% de los sueros y vacunas consumidos en Brasil, la CoronaVac utiliza tecnología conocida y ampliamente aplicada en otras investigaciones.
La previsión es que los 9 000 sigan un protocolo estricto y controlado durante tres meses, precisó el coordinador del Centro de Investigación del Hospital de las Clínicas, Esper Kallás.
Las pruebas, dijo, deben demostrar que la vacuna es realmente segura, que produce anticuerpos y protege contra el virus.
Mientras, miles de brasileños son enviados a morir a sus casas por falta de capacidad en los hospitales, los seguidores de Bolsonaro, un evangélico bañado en las aguas del río Jordan, esperan por un milagro de Dios, pues para su líder terrenal ¨la ciencia es un divertimento para privilegiados¨.
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