Mientras Damasco iniciaba el despliegue de cientos de blindados y al menos 1 200 militares para limpiar de terroristas zonas de Idlib y Alepo, un vocero de Moscú advirtió a Israel que cese los ataques aéreos contra ciudades sirias o se disponga a enfrentar las consecuentes respuestas a sus desmanes.
Vale recordar que en ambas áreas, según reportes de analistas y medios de prensa, opera el grupo extremista Ejército Nacional Sirio, que goza del apoyo de las tropas turcas dislocadas ilegalmente en la región.
Todo ello, luego de que en la conferencia del denominado grupo de Astaná para la solución del conflicto en Siria, reunido apenas unos días atrás en la ciudad rusa de Sochi, miembros y observadores de esa instancia negociadora coincidieron en la vía del diálogo para poner fin a la guerra, pero con el ineludible e inaplazable compromiso de erradicar a los grupos terroristas, sean del Estado Islámico u otras formaciones similares.
Por demás, los delegados condenaron las incursiones bélicas israelíes contra Siria y advirtieron que “ponen en peligro la estabilidad de Asia Occidental”.
Recordaron también que “a raíz de las sucesivas derrotas que han ido sufriendo en los últimos años los grupos terroristas, el régimen de Tel Aviv lleva a cabo frecuentes ataques con la intención de frenar las victorias militares sirias y de sus aliados”, aun cuando, “en la mayoría de los casos, las unidades de defensa antiaérea de Damasco han frustrado dichas aventuras”.
Como se ha dicho, el grupo de Astaná está integrado por Siria, Rusia, Irán y Turquía, además de Líbano, Iraq, Jordania y una delegación de la ONU en calidad de observadores, e invitó en esta ocasión a los Estados Unidos, aun cuando Washington declinó el ofrecimiento toda vez que la administración demócrata de Joe Biden “debe aún ajustar su política con relación al tema sirio”.
Por lo pronto, entonces es evidente que —reservas e intereses aparte entre algunos de los negociadores— tanto la proyectada ofensiva militar de Damasco como la advertencia al sionismo gozan de consenso y, por tanto, no deben ser pasto para malos entendidos ni contradicciones fuera de contexto.
Previo a la cita, Alexander Lavrentiev, enviado especial del presidente ruso al cónclave, había subrayado que “el terrorismo debe ser erradicado en Siria” y, por tanto, “no hay soluciones a medias” con sus ejecutores.
Añadió que también estarían sobre la mesa “el retorno de los refugiados sirios a su país, la situación económica en Siria, así como la tensa coyuntura en Idlib, al noroeste del país árabe, donde siguen permaneciendo los remanentes del grupo terrorista Frente Al-Nusra”.
El delegado ruso destacó finalmente la importancia del trabajo del Comité de Debate Constitucional de Ginebra, a fin de “crear un ambiente constructivo que encuentre una vía de solución política a la crisis en Siria”.
Es decir, que resulta evidente que los positivos factores legalmente autorizados a actuar directamente en el conflicto impuesto al pueblo sirio, están claros y convencidos de cuáles son las rutas equilibradas, justas y definitivas que se requieren para terminar con esa prolongada agresión, sin menoscabar en un ápice la integridad, la independencia y las aspiraciones de paz y progreso de un país y una región claves en el escenario geopolítico global.
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