Si en su controvertida historia la primera potencia capitalista, ya por imposición u oportunismo o servilismo ajenos, ha fomentado e implantado toda suerte de acuerdos externos, a qué entonces las alarmas y distorsiones en Washington o Tel Aviv porque dos países soberanos y coincidentes en muchas de sus apreciaciones firmen una alianza estratégica.
Y es que el alboroto en las dos capitales citadas en el párrafo anterior es hoy notorio frente al hecho de que, casi al cierre de este marzo, China e Irán decidieran formalizar un protocolo de convergencia y apoyo mutuo que se extenderá por un cuarto de siglo, y que consolida unos vínculos bilaterales que, justo en estas fechas, cumplieron 50 años de existencia.
Según altos responsables sionistas, el compromiso persa-chino es de una alta “preocupación” para Tel Aviv, toda vez que la “amenazante” República Islámica contaría formalmente con un socio de creciente y decisiva influencia global. Mientras, personeros gringos denostaron del apoyo mutuo entre dos países que son “blancos preferentes” y permanentes de su hostilidad hegemonista.
La realidad es que desde el pasado año, Beijing y Teherán ya habían acordado un borrador relativo a la firma del convenio de alianza estratégica, y en estos días solo confirmaron oficialmente los propósitos y tareas en ese sentido. Y ciertamente no se trata de un acuerdo cualquiera (como no lo es tampoco el similar suscrito también recientemente entre Rusia y China).
Y es que Irán es un influyente estado del Occidente Asiático y China, sin dudas, una potencia regional y en andas hacia importantes cetros mundiales. Ambos además adscritos de lleno a una tendencia multilateralista y una política internacional firme y constructiva que constituyen valladares ante las apetencias supremacistas de los círculos gringos de poder y sus aliados.
Durante la firma del documento en Teherán, el canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, resaltó “el crecimiento significativo de las relaciones bilaterales con China”, y significó que se trata de un binomio de “socios altamente fiables”. Destacó que “los iraníes nunca olvidarán a quienes brindaron apoyo a la República Islámica en tiempos difíciles”, y en ese sentido se refirió a la burda y fallida política norteamericana de sanciones contra su país y China. “Es hora de poner fin a la farsa de los Estados Unidos de sancionar a nuestras naciones, que mantienen una importante cooperación en distintos ámbitos en el marco del derecho internacional y en función del respeto y los intereses mutuos”, consignó Mohamad Yavad Zarif.
Por su parte, el ministro chino de exteriores, Wang Yi, manifestó que “las relaciones entre los dos países han alcanzado ahora un elevado nivel de asociación, y aseguró que China buscará mejorar de manera integral sus lazos con la República Islámica”. Yi condenó las sanciones norteamericanas contra ambos pueblos y demandó de Washington su reincorporación sin condiciones al pacto nuclear con Teherán, abandonado unilateralmente por el gobierno de Donald Trump.
Según medios de prensa, el estratégico protocolo establece que el gigante asiático se compromete, entre otras cosas, a invertir alrededor de 400 mil millones de dólares en los sectores iraníes de la energía y sus infraestructuras. A cambio, la nación persa, gran productor de hidrocarburos, garantizará a su socio un suministro estable de petróleo y gas.
Por demás, se prevén operaciones comerciales y financieras de gran diversidad, así como el impulso a la participación de Irán en la iniciativa china del Cinturón y la Ruta de Seda. A ello se suman el intenso intercambio y apoyo mutuos en la lucha contra la epidemia de la COVID-19, y la concreción y producción de vacunas y fármacos contra ese flagelo mundial.
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