Para evitar que la inestabilidad sacuda a Costa de Marfil como ocurrió con las elecciones de 2010, el presidente reelecto en la consulta de 2020, Alassane Outtara, optó por conversar con el opositor Konan Bedié, luego de incidentes que dejaron varios decesos.
Ouattara quiere coartar cualquier espiral de violencia para desempeñarse en un tercer mandato criticado por la oposición, pero respaldado por su partido que le consideró la mejor opción para concursar en la puja luego de fallecer repentinamente el exprimer ministro Amadou Gon Coulibaly, el designado por la organización para los comicios.
Por su parte, el jefe del gabinete marfileño, Hamed Bakayoko, luego de confirmarse la reelección de Ouattara, declaró que llegó el momento del acercamiento en el país, donde en la segunda semana de noviembre hubo nuevos enfrentamientos que causaron una decena de muertos en uno de los grandes productores de cacao del mundo.
Durante la primera reunión del Consejo de Ministros, Bakayoko subrayó que tras pasar por circunstancias difíciles por las elecciones del 31 de octubre, cuyo resultado no reconoce la oposición, "ha llegado el momento del apaciguamiento y la reconciliación" para una Costa de Marfil con "estabilidad, seguridad y paz".
La reconciliación se requiere para estabilizar al importante productor de cacao de África occidental, el cual desde que el partido gubernamental -Rassemblement des houphouetistes pour la democratie et la paix (Unión de los houphouetistas por la democracia y la paz)- anunció un posible tercer mandato presidencial hasta ahora reportó 50 muertos en disturbios.
Persiste el temor que se reedite la crisis poselectoral de 2010, cuando partidarios del mandatario saliente Laurent Gbagbo y el entrante Alassane Ouattara, no reconocieron los resultados de los comicios y se adjudicaban cada uno la victoria, eso generó enfrentamientos que dejaron unas 3 000 bajas y 300 mil desplazados, según la ONU.
Aquel conflicto se selló con la asistencia de la Misión de Naciones Unidas (Onuci) –con marcada presencia francesa- y favoreció a Ouattara, mientras que Gbagbo fue apresado y debió enfrentar un largo proceso judicial ante la Corte Penal Internacional, en la Haya, Holanda, y solo en 2019 fue liberado de cargos.
Tales sucesos incidieron durante 10 años en el criterio de la población de Costa de Marfil, país cuyo electorado también responde a diversas tendencias, debido a sus configuraciones por comunidades y regiones, así como problemas vinculados con tales diferencias, por ejemplo la politización de la llamada “ivorité” o lo marfileño.
Pese a que el oficialismo venció ampliamente en las elecciones del pasado 31 de octubre, los jefes de la oposición boicotearon la consulta y advirtieron que establecerían un gobierno rival, lo que complicaría más el asunto y potenciaría una nueva crisis poselectoral, de ahí también la voluntad oficial dirigida a la reconciliación.
La urgencia del entendimiento se ilustra con la huida de más de 8 000 marfileños del país a Liberia, Ghana, Guinea y Togo, cuando hace pocos días era de unos 3 200 desplazados por esas tensiones políticas, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). En septiembre los enfrentamientos se intensificaron y se reforzaron significativamente con el llamado a la desobediencia civil hecho por la oposición y el rechazo a la campaña electoral basado en su negativa al posible, y luego confirmado, tercer mandato de Ouattara.
Se trata de buscar un equilibrio conciliador adoptando una estrategia que no aceptan todas las partes, para evitar una salida trágica al disenso marfileño; sin dudas se requieren acciones muy inteligentes para que prevalezca la paz, como llamaron la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental.
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