Tras meses de propuestas sobre bases equilibradas y mutuamente ventajosas, Moscú decidió responder en concreto a la unilateral decisión de Washington del pasado 22 de noviembre de retirarse del acuerdo internacional sobre Cielos Abiertos, firmado originalmente por treinta y cuatro naciones.
El protocolo, con tres décadas de existencia, es considerado por los expertos como una importante contribución a la distensión bélica global y a la confianza mutua, toda vez que permitía los vuelos militares de reconocimiento sobre el territorio de los signatarios y la toma de fotografías de resolución limitada. Ahora, con la planeada salida rusa, posiblemente se convierta en otro fósil diplomático.
De hecho se trata del tercer acuerdo ligado al poder nuclear saboteado en solitario por el caprichoso presidente en salida Donald Trump. Antes había anulado la presencia norteamericana en el tratado sobre limitación de misiles de largo y mediano alcance suscrito con Moscú, y en el protocolo internacional con Irán sobre el uso pacífico del átomo por la nación persa.
De hecho, todavía queda por dilucidar el futuro del acuerdo START que regula el volumen de los arsenales nucleares rusos y estadounidenses, y que tiene como fecha de muerte el cercano mes de febrero, si antes el recién estrenado presidente Joe Biden no decide reanudar las negociaciones bilaterales sobre la continuidad del pacto.
Con relación al convenio de Cielos Abiertos, el ministerio ruso de exteriores explicó que el Kremlin ha decido iniciar los procedimientos internos para retirarse del mismo, puesto que “el equilibrio de intereses de los países miembros se alteró significativamente” por la salida unilateral de Washington, “causando grave daño a su funcionamiento y socavando su papel como instrumento de fortalecimiento de la confianza y la seguridad".
Moscú indicó además que “presentó diversas propuestas específicas en torno a disposiciones fundamentales del pacto para mantener su viabilidad en las nuevas condiciones, pero no recibieron apoyo de los aliados de los Estados Unidos”.
En consecuencia, concluyó la nota oficial rusa, y “ante esta falta de progreso en la eliminación de los obstáculos para la continuación del funcionamiento del Tratado en las nuevas condiciones, hemos empezado los procedimientos internos para nuestra retirada del acuerdo, y cuando sean finalizados se enviará la notificación correspondiente a los demás firmantes del pacto.”
Los torcidos argumentos que llevaron a Trump a golpear severamente el acuerdo de Cielos Abiertos están ligados a su política de dejar atrás todo compromiso que a su juicio ponga freno al intento de “conquista del trono global por la primera potencia capitalista”, y en especial en estos últimos días, a su deseo de dejar a Biden una situación internacional lo más complicada y árida posible.
Vale recordar por demás el uso de la mentira como asidero trumpista. Así, meses atrás, al referirse al abandono del citado acuerdo por su país, el asesor de Seguridad Nacional, Robert O’Brien, dijo que los Estados Unidos se deshacía de tales obligaciones como consecuencia de pretendidas “violaciones rusas”.
Por su parte el secretario de Estado Mike Pompeo adujo una justificación similar, y añadió que Rusia se ha aprovechado del protocolo de marras “para obtener información sobre infraestructuras norteamericanas clave.”
Entonces el Kremlin, por intermedio del canciller Serguei Lavrov, exigió a los aliados europeos de los Estados Unidos que no le facilitaran a un Washington ajeno al compromiso los datos derivados de sus futuras observaciones aéreas sobre Rusia, y precisó que la salida de Washington era un sabotaje a la seguridad global.
No obstante, subrayó enfáticamente el titular de exteriores, “las bases militares estadounidenses en el Viejo Continente no quedarán al margen de las misiones de vigilancia de Rusia”, en una clara advertencia de que no habría posibilidades para una eventual ventaja estratégica norteamericana a partir de la nueva situación creada por su decisión aislacionista.
Agotados por tanto los pasos y los plazos sensatos y lógicos, y ante los oídos sordos de los saboteadores y de otros escabrosos comprometidos, la repuesta rusa no puede ser más equilibrada, directa y exacta, con más razón cuando media la sagrada defensa de la integridad, la seguridad y la soberanía nacionales.
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