Bien decía el escritor galo y Premio Nobel de Literatura Henri Bergson: “De diez errores políticos, nueve consisten en considerar verdadero lo que ha dejado de serlo. Y el décimo, acaso el más importante, en no considerar verdadero lo que en realidad lo es”.
Y falta haría que en Washington y las restantes capitales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se conociera esta reflexión, tan exacta y objetiva.
Porque la belicista entidad, incluido el socio mayor del norte de América, insiste en dar por cierto lo que ya no lo es, y en considerar falso aquello que no puede ser más concreto y objetivo.
Es sencillo. Para el agresivo grupo, el mundo sigue siendo un campo de juego donde puede dictar todas las reglas a su antojo y conveniencia, y hasta disponer por ucase que otros queden de segundones globales a pesar de sus potencialidades y fuerza.
Mientras, ignora y vira el rostro ante la realidad de que ya no es posible decretar el camino de la humanidad ni entronizarse como gran poder universal, porque, entre otras cosas, el sistema que le sustenta huele a bancarrota, más allá de sus aún gigantescos resortes bélicos.
Pero como eso no se desea asumir en medio de la clásica prepotencia imperial, entonces acontecen sucesos de tan alto riesgo y peligrosidad como el escenificado por la OTAN ante Rusia en su más reciente consulta bilateral con escenario en Bruselas.
En ese contexto, Occidente volvió a insistir en el despliegue en Europa del sistema antimisiles de factura Made in USA, destinado a propinar el primer golpe nuclear sin posible respuesta del agredido, y desestimó la petición de Moscú de firmes y concretas garantías de orden tecnológico que aseguren al Kremlin que semejante armatoste no apunta contra la seguridad e integridad del gigante euroasiático.
De manera que lejos de aventar discordias, la OTAN no hace otra cosa que disponer el terreno para acrecentar los peligros y volver a colocar al planeta en medio de una absurda carrera armamentista, en el entendido que Moscú, como lo ha dicho más de una vez, no se quedará de brazos cruzados frente a semejante disyuntiva.
Vale decir que los medios rusos de prensa han sido profusos en el análisis de esta sensible problemática, a tono con la alarma que el caso genera entre la dirigencia y la población del país.
De hecho, un analista recordaba en Moscú que la mayoría de los ciudadanos ha expresado su disposición de posponer sus aspiraciones a un mayor nivel y calidad de vida, de manera de asegurar que la nación cuente con todos los recursos necesarios para implementar una respuesta contundente a cualquier agresión externa.
En consonancia, las máximas autoridades del país reiteraron que están vigentes todas las acciones y planes para que Rusia instrumente, modernice y ponga en activo los dispositivos militares que hagan fracasar los intentos de los oponentes de golpear sin ser golpeados.
Y es que, como ya decíamos, Occidente sigue viendo como real lo que no es, sobre todo cuando asume poses de juez global y proclama que no permitirá el resurgimiento ni la instauración de nuevas potencias mundiales, mucho menos con signos ajenos a los suyos.
Nada, otra vez la mala mezcla de ceguera y soberbia…pero una combinación que no deja de tener una preocupante carga letal.
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