Recientemente, Uganda reportó que un brote de cólera causó 11 muertos y 100 ingresos en Kotido, en el norte del país, en medio de la batalla contra la COVID-19, lo que complica el ambiente epidemiológico nacional.
Joseph Orisa, oficial de Información de la zona afectada, declaró a la prensa que la enfermedad estalló hace pocas semanas y señaló como causa la baja cobertura de letrinas en el área, ascendente solo al cuatro por ciento, lo cual delata no solo un problema higiénico-sanitario sino marcadamente social.
“Estamos en una situación terrible y, para empeorar las cosas, el distrito de Kotido no tiene hospital, lo que tenemos es un centro de salud con solo dos médicos”, indicó y agregó que las áreas más afectadas son los sub-condados de Panyangara, Rengen, Nakapelimoru y Romrom en la división occidental del municipio.
La preocupación deja de ser local, pues hay un grupo de países africanos que reportaron casos del mal y ahora entran en un período de las denominadas lluvias estacionales, azotes severos que provocan inundaciones en áreas de escaso drenaje o de ríos y lagos propensos a rápidas crecidas.
En Somalia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre el riesgo de cólera por los desbordamientos que causaron 24 muertos.
“Las inundaciones puedan tener como resultado un aumento sin precedentes en el número de casos de diarrea aguda acuosa y cólera”. El país ya registró un incremento de esa enfermedad en el primer trimestre del año, 3 193 casos sospechosos y 15 muertes asociadas, según la OMS.
Aunque se percibe una tendencia a la disminución de pacientes a nivel continental, este año hubo reportes oficiales de cólera en Sudán del Sur, Camerún, Mozambique, Malawi, Uganda y la República Democrática del Congo.
Los esfuerzos para enfrentar la propagación de la COVID-19 impusieron un enfoque mundial de urgencia que superó la atención por los casos de difteria, poliomielitis, sarampión y el cólera, que sin embargo persisten, según entidades médicas internacionales.
Aún faltan 10 años para comprobar si África logra reducir el 90 por ciento los brotes de cólera, a lo cual se comprometieron para el 2030 un total de 47 Estados del continente en un evento regional de Salud realizado en 2018 en Dakar, la capital de Senegal, y en el que sobresalió la certeza en el trató sobre esa patología.
En la XLVIII sesión del Comité Regional para África de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se aceptó el desafío, que trasciende los límites del tema relativo al enfrentamiento a la enfermedad y devela desigualdad en términos de desarrollo, acentuada gravemente en el continente.
“El cólera es un símbolo de inequidad. Es una enfermedad antigua, eliminada en muchas partes del mundo. Cada muerte por cólera es prevenible. Tenemos los conocimientos técnicos y hoy los países demostraron que tienen la voluntad de hacer lo que sea necesario para acabar con los brotes de cólera en 2030”.
La cita corresponde a Matshidiso Rebecca Natalie Moetiti, directora regional de la OMS para África, quien hace dos años indicó que una de las secuelas del desequilibrio socioeconómico se evidencia con la propagación del cólera, como resultado de la frágil infraestructura higiénico-sanitaria del continente.
El cólera es una enfermedad de tipo bacteriana que generalmente se propaga por el uso e ingestión de agua contaminada y causa diarreas intensas hasta la deshidratación, es una dolencia que de no tratarse con celeridad puede ser mortal, incluso en personas consideradas previamente sanas.
Su primer brote documentado fue en 1817, en el sudeste asiático, pero en 1961 el mundo se enfrentó a lo que se conoció como la séptima pandemia de ese mal sobre el cual sobresalen preocupaciones por las cepas que circulan en África oriental, que con anterioridad se desconocían.
Asimismo, es considerada un indicador de pobreza, pues su portador —el vibrio cholerae— aunque muchas veces se enmascara en pacientes en forma asintomática, es recurrente en áreas donde no existen redes de saneamiento higiénico-sanitarias que posibiliten el consumo de agua de calidad.
El doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, dijo que : “Todas las muertes por el cólera se pueden prevenir con las herramientas disponibles hoy en día, incluyendo el uso de la vacuna oral contra el cólera y un mejor acceso al agua potable básica, el saneamiento y la higiene (…)”.
Ese problema del agua potable para la ingestión en África es otro de los temas pendientes; aunque según la OMS su escasez ya afecta a cuatro de cada diez personas en el planeta, eso sin tomar en cuenta el llamado saneamiento deficiente que constantemente provoca decesos.
“Alrededor de 2 mil 200 millones de personas en todo el mundo no cuentan con servicios de agua potable gestionados de manera segura, 4 mil 200 millones de personas no cuentan con servicios de saneamiento gestionados de manera segura y 3 mil millones carecen de instalaciones básicas para el lavado de manos”, según la OMS.
Así de grave es el asunto, que puede resultar de menor importancia en los países desarrollados, donde son mínimos o manejables los problemas con el preciado y vital líquido, y apenas se relacionan con brotes de cólera, lo cual confirma la apreciación de la doctora Natalie Moetiti sobre la desigualdad socioeconómica detrás de la enfermedad.
El tratamiento actual del agua para el consumo humano y de las residuales prácticamente eliminó la enfermedad en los países industrializados, pero es un peligro que persiste en África, el sudeste de Asia y Haití, donde son mayores las probabilidades de brotes de epidemias.
MISERIA, CONFLICTOS Y CATÁSTROFES
La miseria, los conflictos armados y las catástrofes de la naturaleza obligan a los ciudadanos a vivir en condiciones de hacinamiento, donde no se mantiene una higiene adecuada y eso se vincula con la escasa atención sanitaria de multitudes propensas a contraer la dolencia.
“Se sabe que los problemas de salud derivados de la escasez y el consumo de agua contaminada son muy graves, además de muy numerosos: deshidratación, hambrunas, mortalidad infantil, enfermedades causadas por la falta de higiene, diarreas, disentería, cólera (…)”, apuntó el sitio digital ayudaenaccion.org.
Ese medio de difusión en la web amplió que “especialmente en África, el agua contaminada es uno de los mayores aliados para que las condiciones de vida de las personas enfermas de VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) empeoren”.
No obstante los peligros con el agua que inciden en la persistencia del cólera en el ámbito epidemiológico actual, se considera que esa es una enfermedad de fácil tratamiento si se enfrenta a tiempo, ya que la muerte por deshidratación grave puede prevenirse con una solución de rehidratación simple y económica.
La OMS acota que todavía hay hasta cuatro millones de casos de cólera cada año, lo que podría evitarse con el posible establecimiento de infraestructura para el suministro de agua potable y la sistematización de las labores de saneamiento, basadas en los avances científicos y técnicos pertinentes.
Como botón de muestra en África está la República Democrática del Congo (RDC), que ya sufrió el Ébola y más reciente la COVID-19. En 2019 los brotes de cólera resultaron un grave problema de salud al registrarse del 1 de enero y el 22 de diciembre un total de 29 230 casos sospechosos, con 511 muertes.
Ese año, 23 de las 26 provincias del país notificaron enfermos y las áreas más afectadas fueron Kivu Sur, Kivu Norte, Tanganyika, Haut-Katanga y Haut-Lomami, que concentraron 74 por ciento de todos los pacientes y, aunque hay pronósticos de una tendencia a decrecer a lo largo de 2020 se requiere una severa vigilancia epidemiológica.
La presencia de la COVID-19 disparó las alarmas, pero “en África una epidemia no elimina el resto de problemas de salud. Y prácticamente en todos los países el sistema de salud se paga”, declaró recientemente a la revista Mundo Negro, Miriam Alía, especialista de Médicos Sin Fronteras de Respuesta a Brotes y responsable de Vacunación.
Es decir, en el continente africano el reto sigue vigente y aunque faltan 10 años de trabajo constante, la experiencia acumulada posibilita ganarle la carrera al cólera, pero ante todo si hay voluntad pública para vencer en el desafío.
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