En la historia reciente de numerosas naciones de casi todos los continentes han ocurrido actos de genocidio, “limpiezas étnicas”, exterminio de poblaciones, asesinatos masivos y selectivos, acciones de conquista y las víctimas, como siempre ocurre, son seres humanos inocentes.
Tuvieron que pasar más de 70 años para que la Organización más numerosa de la comunidad internacional, la ONU, reaccionara y condenara estos crímenes de lesa humanidad. A partir del 9 de diciembre de 2015 se convirtió esta fecha en el Día Internacional para la Conmemoración y Dignificación de las Víctimas del Crimen de Genocidio y para la Prevención de ese Crimen, en recuerdo de la Convención firmada en 1948 sobre este delicado tema.
Pero, más que una acción de condena, su objetivo supremo es generar conciencia sobre las normas pautadas en la Convención para la prevención del crimen de genocidio y para honrar a sus víctimas.
Esa convención, según se lee en su letra, es la afirmación del compromiso de la comunidad internacional de “nunca más” y establece la obligación de los Estados signatarios de prevenir y castigar el delito de genocidio.
Esta declaración define por vez primera la definición jurídica internacional de genocidio, adoptada por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas.
Pero el espíritu de estos pactos revela muchas veces la falsedad y la doble moral de muchos de sus firmantes, que acuerdan admitir sus postulados por un lado y por el otro actúan deliberadamente como grandes potencias imperiales para imponer sus intereses e intervenir y masacrar a poblaciones enteras.
De esos actos de barbarie y genocidio hay miles de crónicas dolorosas y espeluznantes escritas con sangre. El holocausto nazi tal vez es la página más vergonzante, sumamos otras como el recuerdo que persiste de los paracaidistas belgas en los años 60 asesinando a civiles en el Congo y, más recientes, están frescas aún las imágenes de Kosovo, de Bosnia, de Chechenia, Ruanda, Srebrenica o Camboya, con asesinatos y masacres.
En nuestra América fueron como una pesadilla los temibles escuadrones de la muerte en Centroamérica, y la perversa Operación Cóndor para desaparecer a gente humilde y progresista, y los miles de asesinatos selectivos de las dictaduras de Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina en los años 90. Y, más recientemente, los asesinatos de líderes progresistas en Colombia y las masacres indígenas en Ecuador, se suman a la lista.
Cuba no escapa a la política imperial con un férreo bloqueo financiero, comercial, y plagado de agresiones y actos terroristas, que han pretendido asfixiarla y liquidar a su pueblo por hambre y desesperación y ello clasifica como el más cruel acto genocida que la mayor potencia económica y militar del mundo ha llevado a cabo por cerca de 60 años.
Casi 3 000 cubanos muertos ha sido el saldo de la política agresiva del imperialismo para sembrar el miedo y el terror, si añadimos el daño económico las perdidas alcanzan los 4 mil millones de dólares anuales y a precios corrientes calculados de forma muy conservadora por expertos los sitúan por encima de los 100 mil millones de dólares. La afectación total a la economía cubana por el bloqueo genocida se situaría en los 751 mil 363 millones de dólares.
- Consulte además: Bloqueo contra Cuba, un acto de genocidio (+Infografía)
Este 9 de diciembre las campanas doblan por las víctimas del genocidio mundial y como alerta a la conciencia universal. El tañer de esas campanas no cesará mientras haya una injusticia que reparar, un genocidio, un crimen que pueda quedar impune.
Será este día de homenaje, pero todos los días del año convocan a la batalla más perseverante contra ese flagelo a la vida humana.
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