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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Hubo una vez

Parecía imposible algo nuevo en el divorcio del Reino Unido y la UE, pero…

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 21/11/2018
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Brexit: Manifestantes pro-Unión Europea
Manifestantes pro-Unión Europea a las puertas del Parlamento en Westminster el 13 de septiembre de 2018.

Olvídese de la clásica flema británica. Nada de humor y talante comedidos genera la ruptura entre el Reino des-Unido y la Unión Europea. Y según se acercan las fechas límite, mayores son los riesgos de que las posiciones salgan de las fronteras recomendables. En este instante, la probabilidad de una retirada o destitución de la premier Teresa May es altísima, y un adelanto electoral tampoco se excluye.

Existen fórmulas para precipitar la salida de la jefa de Estado, y uno de esos recursos parlamentarios está avanzando cuando de por sí las sucesivas renuncias dentro del gabinete o las críticas que el ala dura de los conservadores le hacen, serían suficientes para desalentar a cualquiera. En eso sí la May parece espartana e incombustible. Se mantiene sujeta al timón, aunque la tempestad azota fuerte. Una debilidad de sus oponentes es la falta de alguien con carisma y fibra sobresalientes, capaz de seducir, para sustituirla. Falta, además, unanimidad de criterios entre los inconformes con el borrador pactado entre Londres y Bruselas.

Ese es un punto decisivo en el enredo de un asunto que parecía de fácil ejecución, pero está liado a una gruesa madeja de entresijos. El brexit no tiene una sola punta ni una complejidad única, es un amasijo de conexiones capaces de destruir ventajas y aumentar perjuicios. En apariencia, el texto revisado por enésima oportunidad en la UE y recién aceptado por May amplía el margen de maniobra para el  Reino Unido al extender los tiempos de la salida. Esto es, en lugar de concluir la mayoría de los vínculos el 30 de marzo del 2019, se dilata la transición hasta enero de 2021.

En ese lapso extra las relaciones serán aproximadamente iguales a las de cualquier otro miembro de los 27, pero Londres no contará con iguales derechos. En esa etapa de transición, la UE y Reino Unido deben seguir negociando para concordar su nueva relación, tanto en materia comercial y de inversiones como en el siempre delicado aspecto de seguridad y defensa. Bruselas peca de generosa, estiman varios de los integrantes del pacto comunitario al evaluar las condiciones ofrecidas, pues prevén garantizar la libre circulación de productos entre el que se va y el grupo abandonado, si surgen problemas serios con la partida.

Según ese preacuerdo, el Reino Unido deberá aplicar todos los estatutos comunitarios, acatando también cada dictamen del Tribunal de Justicia, pero sin voz ni voto en ninguna de las instituciones de la UE. Queda pendiente la cuantía de un aporte a entregar que sustituya su actual contribución al presupuesto común. Esa especie de “sí, pero no”, molesta tanto a los euroescépticos como a los deseosos de quedarse en la UE.

Un sector de los estratos políticos y por igual de la sociedad desearía un segundo referéndum y esta vez crece la probabilidad de un voto en contra del divorcio institucional, no es vano repetirlo. Pero tanto para lograr ese tipo de desenlace como para crear otros, hay puntos de vista diversos. El ya observado de destituir a May, deseado por conservadores intransigentes, entre ellos quienes abogan por el brexit sin acuerdo, algo muy arriesgado en cualquier caso y sin respaldo seguro, cuando su más cercano socio, EE.UU., tiene a un impredecible presidente sumergido en una miríada de contradicciones y frentes hostiles.

No faltan, entre los aspirantes a ocupar el puesto de primer ministro quienes desearían permanecer en la UE o el mantenimiento del mercado único y la unión aduanera, (ventajas sin obligaciones) y aquellos aconsejando a May que no ceda ante las presiones de los más recalcitrantes y conserve los márgenes de desenvolvimiento y beneficios para el Reino Unido en las últimas décadas.

Dentro de esa pugna, aparece la voluntad de casi todo el empresariado británico, para el cual la dilatación de las opciones es bienvenida. Son aquellos con los mayores temores a una separación brusca, sin reglas ni amortiguadores. Que les ofrezcan una veintena de meses (hasta el 31 de diciembre de 2020, con posibilidad de otra prórroga) a los efectos de acomodar todos los asuntos relacionados con cambio tan drástico, les resulta muy conveniente. Por eso se adhieren a lo aceptado por la premier, un amplio respiro y posibilidades para adaptarse a la futura relación comercial con la UE.

Los laboristas reaccionaron contra la última oferta Londres-Bruselas. El actual jefe de la socialdemocracia, Jeremy Corbyn, consideró: “El Gobierno está en el caos. Este convenio encierra el riesgo de dejar indefinidamente a nuestro país en una casa a medio construir y sin voz ni voto en el futuro”. Explicitando el criterio, hizo referencia a tópicos que para su partido son importantes: “apenas hay una mínima mención a los derechos de los trabajadores o de los consumidores o a la seguridad medioambiental”. Tampoco, —denunció— existe “…un plan claro que garantice un firme acuerdo con el Mercado Interior y asegure el acceso continuo a los transacciones europeas de servicios” (…) “ni un convenio futuro de inmigración que dé confianza a los residentes europeos en Reino Unido de recibir un trato justo y eficiente de este gobierno”.

Corbyn acude a un recurso más civilizado que el de sus oponentes ideológicos. Opta por un adelanto electoral. Según encuestas, los laboristas disponen de una importante aceptación ciudadana en este momento y como defienden las garantías de asegurarle el mismo trato a todas las regiones y nacionalidades del país, es de suponer que tengan también el apoyo de ellas, muy inquietas o a disgusto con el curso de los acontecimientos movidos por el brexit.

No queda claro si, de obtener el mando del país, optarían por el llamado brexit suave, asegurando nexos de colaboración con la Unión Europea y beneficios como las garantías para los derechos ahora en regresión. Los laboristas aspiran a mantener esas y otras ventajas, separados de la UE. No es contradictorio, si se tiene en cuenta que el ala más izquierdista del laborismo nunca estuvo de acuerdo con la llamada Europa del capital. Es el calificativo dado a los pactos internos de la UE que llevaron a establecer el neoliberalismo como único y forzado modelo económico, al cual le añadieron la austeridad para mitigar la crisis global, descargando, injustamente, las responsabilidades de las clases altas y la ineptitud de los gobiernos sobre la sociedad.

Aparte de las muchas diferencias de enfoque y propósito a lo interno del Reino Unido, se verán discrepancias similares de los 27 el próximo domingo. Otra fecha para definiciones, pero tampoco la última de este largo y comprometido gatuperio.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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