Siempre los segmentos hegemonistas norteamericanos tendrán necesidad de contar con “tremebundos” enemigos.
Por una parte, fabricarlos eleva el imaginario de “víctima de la envidia universal” que se siembra a montones entre la ciudanía de la primera potencia capitalista para que tema y desconfíe de cuanto le rodea.
Por otra, justifica amenazas, agresiones, guerras, sórdidas alianzas, o la visión de “riesgos permanentes” que tanto apoyan las abultadas ganancias del complejo militar industrial gringo.
Y los “siniestros enemigos” abundan y están en todas partes donde los intereses hegemónicos adivinan claves para intentar ganar espacios y consolidarlos.
E Irán ha sido y es de esos territorios “bendecidos” por la mira permanente Made in USA, primero como “país controlado” a partir de la complicidad y el maridaje con el depuesto régimen monárquico, y ya —con otro ceño— como República Islámica de vocación rebelde, independiente y activamente solidaria con las fuerzas progresistas y antihegemonistas regionales y del resto del orbe.
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Así, los últimos doce meses han sido escenario de la continuidad de la redoblada ojeriza oficial gringa contra Teherán, que incluyó, por orden de Donald Trump, el incremento de las sanciones unilaterales contra la nación persa, y el punzante interés de obligar a sus aliados occidentales a sumarse a semejante boicot, luego de que Washington se retiró en solitario del trabajoso acuerdo internacional sobre el uso pacífico por Irán de la energía atómica a guisa de desbancado e inútil boicot.
Como si fuese poco, y al estilo del más grotesco jefe mafioso, el inquilino de la Casa Blanca se anotó además en ese período el asesinato selectivo del teniente general Qasem Soleimani, un sagaz combatiente contra los grupos terroristas que, como el Estado Islámico, han sido diseminados por los Estados Unidos y varios de sus socios por Asia Central y Oriente Medio para sembrar el caos y servirles de carne de cañón o pretexto, según el caso, a la hora de asumir acciones militares directas o “clavar” tropas en tan estratégicas áreas.
Y, casi cerrando el año, otro crimen organizado por la CIA y los servicios sionistas de inteligencia tuvo lugar contra la persona del eminente científico nuclear Mohsen Fajrizade, jefe de la Organización de Investigación e Innovación del Ministerio de Defensa de Irán.
El homicidio forma parte de los muchos planes gringo-israelíes de intentar devastar el contingente de especialistas que encabezan el perseguido y denigrado programa atómico de Teherán, amén de pretender amedrantar a un país considerado una amenaza de alto calibre a la agresividad y al expansionismo estadounidense en Oriente Medio y Asia Central.
Vale recordar en este sentido el viejo axioma imperialista, vivo hasta hoy en la doctrina hegemonista gringa, de que “quien domine Eurasia, dominará el mundo”.
Mientras, la República Islámica sigue haciendo exitosa resistencia a tales designios, profundiza sus lazos solidarios con las causas más justas de su región y del resto del mundo, y trabaja incesantemente por el desarrollo económico y social de su pueblo y el desarrollo de una sólida y demoledora defensa nacional, que cobre bien caro cualquier intentona de aquellos que le agredan.
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