Cuando en 2018 el entonces presidente Donald Trump decidió salirse en solitario y de forma unilateral del Pacto Internacional Nuclear con Teherán, canceló automáticamente toda prerrogativa de exigencias, demandas o vuelta indolora con relación al citado protocolo.
Como se recuerda, el documento resultó el aplaudido producto de dilatadas negociaciones multilaterales entre delegaciones de Irán, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania, y estableció el cese de presiones, hostilidad y sanciones contra el país persa a cambio de limitaciones en su programa de desarrollo del uso pacífico de la energía atómica. Trump desconoció todo ese esfuerzo, dio la espalda al compromiso norteamericano, y reinició el pretendido “castigo” contra Teherán.
Durante todo este tiempo, la República Islámica ha procurado mantener sus deberes para con el pacto y sus buenas relaciones con la Agencia Internacional de Energía Atómica, a la vez que ha demandado de los morosos y dubitativos firmantes de la UE una postura recta y consecuente contra el dislate ocasionado por la Casa Blanca.
Entre esas decisiones está la aprobación por el parlamento iraní, el pasado noviembre, de una Ley de acción estratégica para obligar a Washington y a sus aliados europeos a poner fin a las sanciones impulsadas por la Casa Blanca.
Y a tono con esa disposición defensiva, y a partir del marco legal que forma parte del arreglo internacional ya citado, Teherán acaba de anunciar la puesta en marcha de casi cuatrocientos nuevas centrifugadoras nucleares con capacidad para producir y almacenar anualmente unos 200 kilogramos de uranio enriquecido al 20 por ciento, destinado a usos pacíficos.
En un comunicado las autoridades iraníes dijeron que “la República Islámica asegura que los recientes pasos que ha dado en materia nuclear no violan el protocolo multilateral vigente, sino que constituyen el ejercicio de sus derechos definidos en ese tratado tras la salida de los Estados Unidos y la inacción de los firmantes europeos”.
Por demás, y a tono con las versiones de que la nueva administración de Joe Biden pretende retornar al pacto nuclear con Irán, la dirección persa ha reiterado que Washington no puede salir y entrar de dicho protocolo cómo y cuándo lo estime conveniente, y mucho menos intentado imponer condiciones a Teherán y al resto de los firmantes.
De hecho, para la nación persa el cese de las sanciones vigentes en su contra es una vital premisa para todo posible entendimiento.
Esta repuesta iraní pone coto además a las afirmaciones del nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, quien al hablar sobre tan agudo entuerto y a las aspiraciones de su gobierno, se refirió a la “urgencia” de instrumentar “demandas globales” contra Teherán para que “cumpla los términos del acuerdo”, y expuso la pretendida necesidad de que determinadas naciones del Golfo Pérsico y el Israel sionista, que coinciden en un visceral e histórico rechazo el pacto nuclear, tomen parte también en posibles negociaciones relativas al citado protocolo.
Solo que, como indican muchos y muy serios analistas, a estas alturas “Washington no se encuentra en la posición de pedir nuevos acuerdos en lo tocante al programa nuclear de Irán, ni de establecer condiciones de último minuto al respecto”.
Y añaden que “en consecuencia, la República Islámica tiene todo el derecho de decidir con quién y cuándo conversar”.
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