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viernes, 8 de noviembre de 2024

Níger y los efectos del terror (+Fotos)

Pobre y tras sufrir tensiones internas, Níger es un botón de muestra del Sahel, donde a la búsqueda de apresuradas soluciones para enfrentar al subdesarrollo se opone tenazmente el terrorismo de cariz confesional...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 21/01/2020
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Níger-Sahel
Níger, en situación de emergencia, enfrenta las acciones terroristas que en los últimos dos meses causaron cerca de 300 muertos en localidades de la región del Sahel. (Tomada de Agencia Anadolu).

De vivir en paz, la región africana del Sahel podría asumir un excelente proyecto de integración, por las peculiaridades geográficas de sus países y la complementariedad en su ámbito socioeconómico, pese a lo diverso de sus pobladores.

Sin embargo, la inseguridad obstaculiza ese empeño como demostró el reciente ataque a una dependencia militar que causó la muerte de 89 soldados y 77 asaltantes en la nigerina zona de Chinagodar, cerca de la frontera maliense, y que provocó cambios en la cúpula militar nigerina.

Según medios de prensa, el asedio terrorista del pasado 9 de enero es el peor sufrido por el ejército nacional, de ahí que el presidente, Mahamadou Issoufu, decidió realizar sustituciones en los mandos castrenses con el propósito de reforzar la operatividad y fortalecer los estándares de seguridad.

El gobernante encabezó una reunión del Consejo Superior de Defensa Nacional, responsable de proponer nombramientos y promociones militares, y otro encuentro con el Consejo Nacional de Seguridad, lo cual evidencia la gravedad de lo ocurrido, en cuyo centro están los grupos extremistas de confesión islámica.

Además de adjudicarse la agresión contra la citada base, el grupo armado Provincia de África Occidental del Estado Islámico (Iswap) aseguró que sus efectivos asesinaron a un centenar de soldados, con lo cual rebatió la cifra informada por las fuentes oficiales.

Con anterioridad —a finales del 2019— las autoridades reforzaron los dispositivos del estado de emergencia aún en vigor y prohibieron la circulación de motos en la occidental región de Tillabéri, ante el recrudecimiento de las agresiones integristas, cuyos efectivos emplean ese tipo de vehículo para ejecutar sus operaciones bélicas.


La respuesta militar es ante todo un componente de la seguridad, pero no el único, ya que la respuesta contra el terrorismo también incluye mejorar los niveles de vida para garantizar la supervivencia. (Tomada de EFE).

En esa zona del país se intensificaron los ataques contra organismos estatales y sobresalió que una comisaría en Komabangou fue incendiada por un grupo de asaltantes que viajaban en motos y, aunque no se registraron víctimas, mostró cómo se comporta esa “caballería ligera”.

Antes de huir del lugar, los extremistas quemaron toda la instalación y los vehículos policiales que allí se hallaban.

Níger es rico en uranio, que le aporta el terció de su producto interno bruto, es marcada la actividad de pastoreo de ganado bovino y caprino, aunque posee una agricultura limitada y debido a su configuración topográfica, la tierra cultivable es escasa y poca el área bajo riego artificial.

Conforme con datos del Banco Mundial, ese país (uno de los más pobres del continente africano) es el tercer productor mundial de uranio, gran parte de este controlado por la firma estatal francesa Areva, líder mundial en el sector de la energía nuclear.

El Estado francófono se halla en lo que Occidente considera un foco de tensiones por la emergencia terrorista, la cual necesariamente Niamey está obligada a frenar, con el apoyo de sus vecinos integrados en el grupo G-5 del Sahel y el respaldo confirmado en reiteradas ocasiones de París.

Al tema de la seguridad nigerina también se suma la ONU, entre cuyas misiones está la de resguardar a los refugiados, muchos de ellos migrantes que buscan la forma de trasladarse a Europa o están huyendo del conflicto en Libia, y se concentran temporalmente en precarios campamentos.

Se destaca que el territorio nigerino es un receptor de desplazados por la violencia desatada por la secta terrorista nigeriana Boko Haram, un factor subversivo que desestabiliza a la subregión, en tanto se ensaña con los integrantes de la cuenca del lago Chad.

La facción del Estado Islámico en África Occidental que asumió el ataque a la base castrense de Chinagodar procede precisamente de Jamā'atAhl as-Sunnah lid-Da'wahwa'l-Jihād, cuya versión reducida en idioma hausa es Boko Haram, que se interpreta como “la educación occidental es pecado”.

Todos esos componentes de la inseguridad claramente obstruyen las propuestas de beneficio colectivo, no sólo de Níger que, repetimos, es un botón de muestra de un abigarrado cuadro, en el cual los temas internos pasan a ser —por la mundialización— globales como el terrorismo, pero también como la supervivencia.

¿Qué hacer? Existen diversas variantes como respuesta, pero hay dos posiciones bien definidas para elegir: una es enfrentar la violencia con su similar, pero multiplicada, la otra es tratar de resolver los problemas del subdesarrollo que permanece enquistado en el ámbito africano.

Es decir, a la luz de los acontecimientos y de la escalada de tensiones que ensangrienta al Sahel, y en el caso que nos ocupa, es válido analizar la situación a partir de precisar cuál es la prioridad en ese escenario y así ver la necesidad de identificar la táctica y la estrategia para triunfar en esta batalla

Dejar que solo las armas tengan el protagonismo porta una dosis de riesgo, pero perder el monopolio del empleo de la fuerza puede resultar peligrosamente ingenuo para el Estado nigerino, pues el terrorismo es una amenaza real a la cual tiene que vencer para evitar que la construcción nacional perezca atormentada por el radicalismo.

Por otra parte está garantizar la coexistencia pacífica (algo antiguo, pero sabio) con el entorno inmediato, lo que es un ejercicio loable, pues establece un intercambio favorable para todos países de la región y facilita la marcha en grupo sin temor a traiciones, es decir, colocar en un buen lugar ahora el sentimiento colectivo e integrador.

No obstante, es de recordar que estar armado —aunque ofrezca una ilusión incitante— no significa que la seguridad permanezca resguardada ciento por ciento; en ese sentido la militarización extrema agrega leña al fuego y puede abrir las puertas a una larga carrera de muerte entre el gobierno de Issoufu y los fundamentalistas.

Es así de compleja la partida, pues el Estado no puede cruzarse de brazos mientras que una pretendida Yihad (guerra santa islámica) le carcome sus pilares, pero dedicarse por completo a hacer la guerra también erosiona y, al menos en apariencia, cierra los caminos para el entendimiento.

Sin duda alguna, el mundo descalifica al terrorismo y nadie con conciencia limpia, humana y firme rinde culto a ese flagelo, que actúa como cáncer contra las estructuras sociales, económicas y políticas, las cuales deben empeñarse en salir de la inercia y evolucionar hacia un horizonte de prosperidad, pero sin coacción ni temor.


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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