Extensos informes sobre la situación ecológica de la región nigeriana del delta del Níger dan cuenta de centenares de agresiones contra el medio perpetradas por las trasnacionales petroleras que allí operan, como la angloholandesa Royal Dutch Shell.
Entre las causas de la progresiva degradación de suelos y su efecto pernicioso en seres humanos están los derrames de petróleo por roturas (accidentales o ejecutadas con fines vandálicos) en las conductoras de los oleoductos, muchas de ellas afectadas por la falta de mantenimiento o por su obsolescencia técnica.
Las operaciones de las firmas petroleras en el delta del Níger se asocian con la sobreexplotación de las fuentes del hidrocarburo y exiguas aplicaciones de medidas de protección ambiental, todo lo cual provoca graves daños al entorno e incide negativamente en la vida de comunidades que habitan en zonas contaminadas.
Otra razón es el descuido en la manipulación y traslado del crudo: en 2011 se reportó con categoría de tragedia el derrame de 40 000 barriles de petróleo en las costas del delta en una extensión que abarca 185 kilómetros de océano. Se le calificó como el peor accidente ambiental desde 1998.
La catástrofe sucedió durante la transportación del hidrocarburo desde una plataforma flotante en el yacimiento de Bonga a un barco cisterna que se hallaba a unos 120 kilómetros mar adentro; ante el peligro de lo ocurrido la reacción oficial fue declarar el estado de alerta.
Nigeria registró unos 6 637 vertidos de 2005 a 2015 y durante los últimos 15 años en esa zona habitada por más de 35 millones de personas se reportaron derrames de crudo equivalentes a un aproximado de 1,5 millones de toneladas del combustible fósil.
“En solo 30 años (1970-2000) hubo más de 7 000 vertidos de petróleo y aún quedan miles de sitios por limpiar, según cifras del Gobierno nigeriano. Y de estos derrames, más de mil se atribuyen a Shell”, afirma un artículo de servidindi.org, cuando señaló cómo tales hechos afectaron a la comunidad ogoni.
El escritor Kenule Beeson Saro-Wiwa (Ken Saro-Wiwa), un ogoni aspirante al premio Nobel, encabezó un movimiento de protesta pacífica contra las petroleras, principalmente la Shell, la de mayor presencia en el delta del Níger, por lo cual le detuvieron varias veces y en 1995 fue ejecutado con otros activistas sociales.
Ese caso resonó entre la intelectualidad africana y desató un clamor internacional de condena contra la trasnacional Shell por sus vínculos con ese suceso y la colaboración con el gobierno militar comandado por el general Sani Abacha (1943-1998) que emitió la pena de muerte.
Por su parte, las compañías petroleras nigerianas afirman que la mayoría de los derrames de petróleo es consecuencia de actos de sabotaje, robo y refinación ilegal, y para detener tales hechos las autoridades lanzan operaciones de las fuerzas de seguridad contra esas agresiones a la economía.
Resultan frecuentes los accidentes causados por fugas en las tuberías. El año pasado, un petrolero volcado explotó en Odukpani, en el Estado de Cross River, cuando decenas de ciudadanos se apropiaban del combustible derramando, al menos 12 personas murieron, aunque algunos testigos indicaron que las víctimas fatales eran 60.
Cientos de pobres perecieron por incidentes en áreas de yacimientos en el sur del país, ya que muchos se arriesgan sin tomar precaución alguna a recoger el crudo que se derrama de oleoductos o de los camiones, otros murieron en actos delictivos ejecutados para apoderarse de cantidades de crudo que luego destinarían al mercado negro.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte disminuyeron las informaciones sobre la situación del conflicto político-militar en la región del delta del Níger, antes muy convulsa y que ahora pasó a un bajo perfil.
Esa zona constituye el principal productor de petróleo de África y el sexto a nivel mundial. De sus pozos se extraen cada día entre 1,6 y 1,7 millones de barriles del hidrocarburo, además, también suministra grandes cantidades de gas natural, por lo cual unido a su peso económico resulta estratégica para el Estado.
La posesión del crudo y de otras materias primas hace de Nigeria un protagonista político esencial, cada vez con mayor incidencia en los asuntos, tanto regionales como internacionales. No obstante, es muy fuerte su dependencia del petróleo, que explotan firmas extranjeras como la Royal Dutch Shell, Exxon Mobil, Agip y otras.
En diversas oportunidades algunas de esas trasnacionales —que mayormente operan en el delta del Níger— fueron blanco de críticas y serias acusaciones de destruir parte del ecosistema sureño, lo que ahora se identifica legalmente como violación de derechos humanos ambientales.
Los frecuentes derrames de petróleo y la quema de gases residuales causaron grandes estragos y degradación del medio, algunas de esas consecuencias son la reducción de poblaciones de peces y de la pesca, bajo rendimiento de cultivos y empobrecimiento económico de la población, según el Centro Europa-Tercer Mundo (Cetim).
Esa entidad añade que: “Los culpables de violaciones de derechos humanos y de incumplimiento de los estándares ambientales han gozado de impunidad, lo que hace imperativo establecer normas y mecanismos de aplicación mundiales para mantener a raya a las empresas petroleras”.
Ejemplo de lo anterior es el caso de la anglo-neerlandesa Royal Dutch Shell, una de las mayores multinacionales del mundo y una de las cuatro más importantes en el sector petrolero; algunos estudiosos la consideraron en la pasada década como la empresa con mayor caudal monetario del planeta.
Pero no solo son los derrames del crudo causantes de daños, la propia quema de gases que acompañan el proceso de extracción es perjudicial, pues al hacerlos arder como se acostumbra genera lluvias ácidas que alteran los potenciales de hidrógeno (ph) en lagos y arroyos, así como perjudica cosechas y la vegetación en general.
La lluvia ácida es un agente cancerígeno que afecta a los seres humanos, a quienes causa abortos y/o malformaciones congénitas, así como aumentan los casos de enfermedades respiratorias y de tumoraciones, muchas de las cuales conducen a la muerte prematura de cientos de personas.
El informe The effect of oil spills on infant mortality: Evidence from Nigeria (El efecto de los vertidos de petróleo sobre la mortalidad infantil: el caso de Nigeria), del Navarra Center for International Development citó que en 2012 unos 16 000 niños murieron en su primer mes de vida por los efectos en su salud de derrames de petróleo.
Tras calificarlos de decesos evitables en el texto se afirma que: El 70 por ciento —unos 11 000 menores—, habrían sobrevivido al menos a su primer año si no se hubieran visto expuestos a los hidrocarburos en su vida diaria; sin dudas un perjuicio del cual no se recupera la sociedad tanto física como anímicamente.
Eso ilustra hasta dónde alcanza el daño de una forma de explotación irracional e irresponsable del recurso fósil, que incluso hoy constituye un arma más en la competencia mercantil planetaria, sin importar los riesgos que acarrea en la contemporaneidad su exuberante importancia.
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