Procacidad y además renovado aislamiento es el “aporte” del presidente norteamericano al devenir a su nación cuando al parecer va llegando la hora de su ocaso en la Casa Blanca…y todo para favorecer al sionismo.
Así, en una declaración ejecutiva, seguramente de esas que durante cuatro años ha gustado rubricar con un garabato de grandes dimensiones para luego exponerlo socarronamente a las cámaras de la prensa, acaba de reconocer la “soberanía” de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, donde el Frente Polisario y el pueblo que representa batallan por su independencia desde mayo de 1973.
Con esa unipersonal decisión, convierte además a los Estados Unidos en el único país del planeta que se desentiende de la resolución de la ONU que desde agosto de 1979 reconoce el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación y que califica de “ocupantes” a las tropas marroquíes que usurpan sus territorios autóctonos.
Desconoce también el reconocimiento de la mayoría de la comunidad internacional a la existencia de la República Arabe Sharaui Democrática, y de las resoluciones en ese sentido emitidas por la entonces Organización para la Unidad Africana, hoy Unión Africana.
El motivo de esta componenda trumpista no ha sido otro que obtener el ya anunciado reconocimiento de la monarquía marroquí al régimen sionista de Israel, como parte del titulado Plan del Siglo instrumentado por el todavía ocupante de la Casa Blanca para enterrar las aspiraciones palestinas de edificar una nación propia, dividir a la comunidad árabe, y posibilitar la anexión por Tel Aviv de los territorios usurpados a la población palestina y a naciones fronterizas durante las constantes guerras de conquista provocadas por el sionismo.
Según uno de sus habituales mensajes digitales, Donald Trump afirmó que el pacto entre la monarquía alauita e Israel es "un avance histórico hacia la paz en el Medio Oriente”, y añadió que la autonomía de Marruecos sobre el Sahara Occidental constituye "la única base posible" para alcanzar "la paz y la prosperidad" en esa porción territorial.
Marruecos, precisó el ejecutivo gringo, “reconoció a los Estados Unidos en 1777”, en pleno siglo dieciocho, y “lo correcto es que ahora nosotros reconozcamos su soberanía” sobre el espacio saharaui.
Todo un descarnado y cínico “intercambio de regalos” donde la carencia de principios y el desprecio por la voluntad de otros resulta proverbial, al más puro estilo trumpista.
Por demás, un sucio trato ejecutado a apenas días de la ruptura del cese del fuego de 1991 entre los combatientes saharauis y los usurpadores marroquíes a lo largo del titulado “muro de la vergüenza”, la muralla fortificada ejecutada por el reino alauita que corta longitudinalmente al Sahara Occidental para intentar evitar los “peligrosos” movimientos de la población autóctona y las posibles “acciones armadas del Frente Polisario.”
Este episodio se generó como repuesta defensiva saharaui ante el intento marroquí de violentar la zona desmilitarizada a través de la brecha ilegal de Guerguerat y el ataque a balazos contra civiles. Ese paso, según los patriotas, es utilizado por los usurpadores para el tráfico de personas y estupefacientes, y el contrabando de mercaderías, entre otras actividades ilegales.
El Frente Polisario arremetió de inmediato con ataques contra el muro marroquí en diferentes zonas, y la declaración de que ahora el final de los combates solo será posible con el logro de la independencia nacional.
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