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sábado, 23 de noviembre de 2024

Paraguay: la vida sigue casi igual

Condenas de organismos y personalidades internacionales, visitas parlamentarias europeas y otras medidas no logran detener el golpe parlamentario que sacó del gobierno al presidente constitucional Fernando Lugo...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 26/07/2012
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fernando lugo
Fernando Lugo, un hombre de fe y de paz, apegado a su origen popular.

En otra sucia maniobra de la oligarquía de América Latina, el presidente constitucional de Paraguay, el ex obispo Fernando Lugo, fue sacado del gobierno el pasado 22 de junio mediante un golpe de estado parlamentario. Desde entonces, han visitado la pequeña nación suramericana delegaciones extranjeras para observar los artilugios del golpe, decenas de organizaciones y países condenaron la acción vandálica, pero el panorama en esa nación guaraní parece seguir los pasos de lo ocurrido en Honduras.

En coincidencia de fechas, el 28 de junio del 2009, el mandatario hondureño Manuel Zelaya fue sacado por la fuerza por un golpe militar y trasladado a Costa Rica. A partir de entonces, a pesar de la resistencia interna, las protestas a nivel mundial, la separación de los organismos internacionales, luego de unas elecciones fraudulentas, el candidato de la derecha, Porfirio Lobo, asumió el gobierno. Y todo el movimiento contra la acción oligárquica quedó en el limbo.

La destitución del presidente Lugo, con un pretexto insólito y un juicio en el Congreso Nacional más insólito aún pues rompe con las leyes constitucionales del país, forma parte de una cadena en las acciones de Estados Unidos de retomar las riendas de América Latina, bien por la vía de la fuerza, o de los golpes de Estado de nuevo tipo que se vienen manifestando desde el 2002.

Ese año, en Venezuela hubo dos poderosas intentonas que culminaron en el fracaso, pero que fue la primera voz de alerta sobre las pretensiones estadounidenses de ir eliminando los gobiernos progresistas de esta región, en la que en la última década se observan movimientos revolucionarios, progresistas e integracionistas que no forman parte del esquema político trazado por Washington para esta área.

Enfrascado en sus guerras inventadas en el Medio Oriente, como forma de supervivencia del sistema capitalista, Estados Unidos tuvo que sacar, aunque no del todo, la presión que históricamente ejerce sobre la región latinoamericana. Los cambios en las urnas de regímenes de la partidocracia por gobiernos democráticos sorprendió incluso a los estrategas norteamericanos.

Luego de los dos golpes frustrados al presidente Hugo Chávez Frías —primero militar y luego petrolero-, en los años subsiguientes ocurrieron intentonas en Bolivia organizados y dirigidos por la embajada de Estados Unidos en ese país, y en las últimas semanas mediante una peligrosa rebelión policial; el mandatario ecuatoriano Rafael Correa estuvo también en la mirilla de los golpistas, que lo apresaron y confinaron en un hospital, del cual fue rescatado por las fuerzas armadas. Y el caso ya consumado de Honduras.

Ello quiere decir, como alertó esta semana el presidente cubano Raúl Castro, en su discurso en la Asamblea Nacional del Poder Popular, que: “En nuestra región, Estados Unidos conspira con las oligarquías nacionales contra los gobiernos progresistas, comprometidos con los legítimos reclamos de justicia social y de soberanía sobre los recursos naturales. El reciente golpe de Estado parlamentario en Paraguay evidencia que esta tendencia continúa, aunque se añadan otras modalidades a los clásicos golpes militares del pasado”.

¿QUÉ PUEDE PASAR EN PARAGUAY?

En una reciente entrevista de prensa, el presidente Lugo, en un tono conciliador, brindó su opinión sobre el futuro paraguayo. Ante la pregunta: ¿Se puede revertir la situación o hay que ir al horizonte de las elecciones de 2013?, el ex Obispo respondió:

“Yo miro lejos. Es cierto que hay que dar pasos cercanos en el día a día, pero yo creo en un proceso paraguayo sin traumas y sin rupturas, en un proceso de acumulación a través de la participación en un proceso democrático incluyente. Revertir esta situación de ruptura del orden democrático va a ser muy difícil. La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene la política de acudir a unas elecciones como solución de problemas institucionales. Es el único camino de reposición que ven y puede ser el camino que ahora le espera a Paraguay”.

De lo acontecido en la nación guaraní, empero, pueden sacarse varias lecciones, y quizás la más importante es que la oligarquía no tiene disposición de dejarse arrebatar sus privilegios económicos para favorecer a las clases más desposeídas, aun cuando, en el caso del presidente Lugo no pudo llevar a cabo su programa de gobierno, atado por las maniobras de un Congreso derechista, el mismo que lo sacó del cargo.

Son poderosos los intereses detrás del golpe contra Lugo, quien a pesar de una gestión débil, pudo maniobrar en esquemas sociales, ayudados por las naciones de la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), brindado asistencia médica gratuita y llevando adelante la Campaña Nacional de Alfabetización, mientras participaba con firmeza en la Unión de Naciones Suramericanas, la Comunidad Estados Latinoamericanos (CELAC) y defendía en los foros internacionales la estructura integracionista que tiene lugar en Latinoamérica y El Caribe.

A nueve meses de nuevas elecciones presidenciales, con un vicepresidente como Federico Franco del Partido Liberal, aspirando incluso a sustituir en las urnas a Lugo en 2013, resultaba incomprensible en un primer momento la asonada legislativa.

Sin embargo, este fue, en primera instancia, otro llamado de advertencia de Estados Unidos a los regímenes progresistas: quizás no sea a la usanza del golpe de estado tradicional, pero los sacaremos —o al menos lo intentarán— cuando lo estimemos necesario. Paraguay fue una nueva amenaza, con el agravante de que Lugo aceptó el veredicto del Congreso y pidió a los movimientos sociales que lo llegaron al gobierno que se evitara el derramamiento de sangre.

Franco, el vicepresidente golpista, un hombre con pingues negocios y grandes ganancias, es uno de los más beneficiados con la inconstitucional acción parlamentaria, pues tiene entre manos un suculento negocio con la trasnacional canadiense Río Tinto. Esa compañía exigía que le entregaran como subsidio 14 mil millones de dólares de energía eléctrica en 20 años para extraer litio a cambio. Lugo se opuso siempre a esa maniobra que empobrecería la economía nacional, pues su posición era sacarle beneficios al negocio para el Estado paraguayo y revertirlo en programas sociales. Ya las conversaciones con la Río Tinto marchan a todo tren. 

A pesar de que más del 50 por ciento de los paraguayos vive en pobreza, esa nación —el socio más débil del Mercado Común del Sur (MERCOSUR)— ocupa un sitio importante en el mercado capitalista mundial, al ser el cuarto exportador mundial de soya, es una potencia hidroeléctrica, posee el acuífero guaraní, ricos yacimientos minerales y una gran biodiversidad.

El apetito capitalista —que nunca se metió con la dictadura de Alfredo Stroessner durante 36 años, ni los 60 años continuos que gobernó el derechista Partido Colorado— hace ver a Paraguay como un socio importante, incluso porque su situación geográfica lo ubica en frontera con Brasil, Argentina, Bolivia y Uruguay, todos con gobiernos de nuevo corte político y un sentimiento unitario muy poderoso. 

Otro dato importante cuando se quiere entender qué pasó realmente en Paraguay, es que aunque el presidente Lugo intentó sin éxito el fomento de la reforma agraria e imponer un impuesto de 12 por ciento sobre la ganancia de la agricultura a los grandes terratenientes, estos impidieron el proyecto gubernamental para adueñarse de la alta cotización internacional de la soya. Por el contrario, cada vez más son las denuncias de ataques a pequeños agricultores para apropiarse también de sus tierras. 

Si bien es cierto que el pueblo paraguayo, el humilde, ha dado su apoyo a Lugo y se han creado entidades de resistencia al golpe, ese débil movimiento es insuficiente para poner las cosas en su lugar.

El Mercosur lo suspendió como socio hasta tanto no retorne el estado democrático al país y desestimó una apelación del gobierno golpista. Unasur adoptó la misma posición. La Organización de Estados Americanos, peón de Estados Unidos, viajó a Asunción, se entrevistó con las partes, y espera por las elecciones del 2013. El golpe, bien, gracias.

LA REPRESIÓN DE FRANCO

Luego de la sustitución de Lugo, el régimen golpista de Franco ha llevado a cabo múltiples acciones represivas contra la población, los empleados públicos y todo aquel que apoyara al régimen constitucional del ex obispo de San Pedro.

En ese sentido, han sido despedidos cientos de trabajadores del Frente Guasú, según denuncias de su secretario general y miembro del Parlamento Suramericano, Ricardo Canese, de la Radio Nacional de Paraguay, la televisión pública, la agencia de noticias oficial IP Paraguay, y la Secretaría de Información y Comunicación. Es evidente que en el caso de los medios públicos de comunicación se trata de otra acción para que la verdad no llegue a las grandes masas.

Aun cuando, con seguridad, no logren restituir al depuesto Mandatario, enemigo de la violencia, luego del golpe de facto se creó un Frente para la defensa de la democracia, que aglutina a millares de personas. 

Al contrario de Lugo, los golpistas ya anunciaron que no aplicarán impuestos a la producción de soya, cuyos millones de dólares de ganancias van a las manos de trasnacionales como Cargill y Monsanto.

También se comenzaron conversaciones con Estados Unidos para la introducción de una nueva base militar en el país, lo que confirma la teoría del peligro que entraña un gobierno aliado de los norteños en el corazón del Cono Sur.

Al parecer, nada puede hacerse para colocar de nuevo en la Presidencia a Lugo, incluso si tal acción pudiera realizarse. Y con las elecciones del próximo año nadie puede hacerse ilusiones sobre un eventual ganador de los partidos opositores.

Paraguay, en esos términos, volvió a la oscuridad de la cual trató de sacarlo un hombre bueno, pero lastrado por la oligarquía y sus determinaciones personales de acatar como un designio los planes oligárquicos movidos por la Casa Blanca.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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