Si finalmente este 23 de junio aparece en las librerías gringas el título The Room Where It Happened: A White House Memoir, del exasesor de seguridad John Bolton, tal vez el devenir político de Donald Trump podría complicarse seriamente.
Aclaremos que no se trata de la denuncia honesta, profesional y ética de uno de los más cercanos colaboradores del díscolo presidente, sino el pase de cuenta de un depredador a otro por desavenencias en torno a cómo caracterizar, cercar y matar a las presas, lo que finalmente costó el puesto al roñoso funcionario.
El ataque es a fondo. Horas ante del posible lanzamiento público de su texto de más de 500 páginas, Bolton compareció ante la cadena ABC News como verdugo que alista el patíbulo, para precisar que a su juicio el ocupante de la Casa Blanca no es “apto para el cargo”, no tiene “la competencia para llevar a cabo el trabajo”, está “increíblemente desinformado”, resulta un “ignorante de los hechos básicos”, y solo está obsesionado por “repetir su permanencia” en la Oficina Oval.
Es, en buena medida, lo que luego de varios meses junto a Trump pretende demostrar a través de su relato, copia del cual ya fue revelada anticipadamente por medios de prensa.
El ultraconservador “experto en política externa” refiere, por ejemplo, que Trump virtualmente rogó el pasado año al líder chino, Xi Jinping, que comprase productos agrícolas norteamericanos para no perder a los votantes republicanos de los Estados agrícolas norteamericanos, o ha exigido a gritos de sus colaboradores la construcción del muro fronterizo con México porque esa “es una promesa” que le puede aportar más votantes en noviembre.
Por demás, también según Bolton, el presidente no confía demasiado en la “rudeza” del “presidente venezolano por encargo” Juan Guaidó, aplaudió una posible acción militar contra Caracas, y llegó a definir a Venezuela como “territorio estadounidense”.
Otras pifias trumpistas contadas por su exasesor son no saber que Gran Bretaña es un Estado nuclear, creer a Finlandia parte de Rusia, y haber presionado a Ucrania con la retención de ayuda militar norteamericana para que investigara los manejos financieros en ese país del hijo de Joe Biden, su casi seguro oponente demócrata en los comicios del penúltimo mes del año en curso.
Desde luego, del lado de la Oficina Oval las iras están revueltas, y ya se estableció una reclamación judicial que intenta impedir la distribución del libro bajo el criterio de que “revela secretos de seguridad nacional” y por tanto viola un “acuerdo de confidencialidad”.
Por su parte, la editorial de Bolton, la Simon & Schuster, dijo “que el texto contiene asuntos que Trump no quiere que alguien lea”, aunque, dicho sea de paso, “la obra ya alcanzó el primer lugar de las más vendidas por Amazon” aún sin su salida pública.
Lo cierto es que, según subraya la agencia de noticias Prensa Latina, “Bolton resulta el funcionario de más alto rango en ofrecer revelaciones sobre su paso por la Casa Blanca”.
Y mientras algunos, según su bando, esperan con expectativa, curiosidad, preocupación y hasta con cierta dosis de picardía el desenlace de este episodio, la realidad es que para otros muchos significa enredarse en una burda historia de chismes entre personajes con egos embotados muy similares, y por tanto más interesados en un pulseo personal que en los asuntos más perentorios de la sociedad norteamericana, hoy embarcada en la trama de la COVID-19 por la ineficacia de la política sanitaria oficial, y en el terremoto social ligado al racismo que acompaña la historia de la nación de “los bravos, los justos y los libres”.
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