Las elecciones presidenciales y legislativas previstas para mayo próximo en República Dominicana pueden celebrarse o no, debido a la pandemia mundial del COVID-19, pero las municipales extraordinarias de este mes trazaron otra dimensión de la política nacional en la que se declaran como ganadores actores de oposición.
En tales comicios se registró una abstención nunca vista en la historia moderna de la nación caribeña y no por el tema del COVID-19, sino porque la población pasó la cuenta a quienes, sin todavía dar una explicación, suspendieron los anteriores, el 16 de febrero. La Junta Central Electoral (JCE) decidió anular el acto apenas cuatro horas después de iniciado por presuntos fallos del proceso automatizado.
Según la JCE, estaban inscriptos como votantes 7 487 040 ciudadanos, de los cuales solo acudieron a las urnas 2 535 639, o sea, el 33.87 por ciento. Además, ese órgano rector electoral anuló 121 781 votos por distintos motivos en los 158 territorios donde se celebró la liza.
Para la población dominicana, que se lanzó a la calle en protesta por la anulación comicial, pensando en que tras la actitud de la JCE se escondió algún acuerdo partidista o una de las tantas triquiñuelas de la Organización de Estados Americanos (OEA), todavía cercana su implicación en el golpe de Estado en Bolivia en octubre pasado.
El proceso dejó varias experiencias para los dirigentes políticos dominicanos, entre ellas que el espíritu de rebeldía nacional sigue vivo, la existencia de una demanda y presión social, y los diálogos entre partidos para realizar unas nuevas municipales con ciertas garantías, además de que se repitieron antiguas demandas, como la figura del fiscal electoral.
La juventud dominicana, que ha dado históricas muestras de valentía —en especial durante las invasiones militares de Estados Unidos (EE.UU.) — se hizo sentir de nuevo en las calles del país —que comparte la isla La Española con Haití— sin tirar ni una piedra, pero sintiendo en su carne, por el contrario, las agresiones de las fuerzas represivas del gobierno de Danilo Medina.
Durante cuatro semanas, las vías de esa nación fueron tomadas por una masa esencialmente joven, que puso en crisis al gobierno.
“Este proceso de movilización que se ha estado produciendo no es el resultado de este momento en particular. Ha sido la gota que desbordó la copa”, explicó a Listín Diario la politóloga Olaya Dotel, profesora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Para el analista Manuel Díaz Aponte, el liderazgo dominicano “tiene ante sí el gran reto de prestar atención al “despertar” que se respira en la sociedad actualmente”, o lo que llamó la “aplanadora juventud” lo arrastrará al abismo porque es evidente que los tiempos están cambiando.
En La Plaza de la Bandera, de Santo Domingo, la capital, y en varias ciudades del país, los muchachos exigieron el respeto a la institucionalidad democrática, con un claro mensaje de la necesidad de cambios en la conducción del futuro Gobierno.
La presencia de la juventud es fundamental en las próximas elecciones presidenciales, ya que ellos constituyen el 40,3 % de los inscriptos en el padrón electoral, por tanto son los llamados, en buena medida, a elegir al nuevo mandatario.
El respaldo de la población a sus jóvenes quedó demostrado cuando la JCE se vio obligada, mediante resolución, a nombrarlos veedores de las elecciones municipales extraordinarias, lo que nunca antes había pasado en la caribeña nación.
En sus demostraciones públicas, los manifestantes expresaron la necesidad de reorientar el ejercicio gubernamental y el fortalecimiento del Estado de derecho que garantice castigar la corrupción administrativa, y una mayor participación de la sociedad civil en la defensa de la democracia, lo que ha puesto a pensar a más de un partido tradicional de la isla.
“Ha sido la manifestación de jóvenes más grande probablemente en la historia del país”, afirmó la politóloga dominicana Rosario Espinal, profesora de la Universidad de Temple, quien destacó que “o se respeta la democracia o de nuevo saldrán a las calles a exigir sus derechos”.
En opinión de Espinal, uno de los principales detonantes del estallido social “tiene que ver no solo con el hartazgo hacia el gobierno ahora saliente, sino también hacia la agrupación política gobernante”.
Los cómputos de las municipales —cuyos resultados oficiales todavía son desconocidos— a pesar de ser una incógnita, datos parciales indican que el oficialista Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fue el gran perdedor de los comicios, mientras otros opositores alcanzaron un alto número de alcaldías.
El candidato presidencial del Partido Revolucionario Moderno, Luis Abinader, proclamó una victoria aplastante de esa organización y sus aliados en el 70 % de los municipios más poblados del país.
Carolina Mejía, de esa agrupación, resultó ganadora en la alcaldía en Distrito Nacional, con 56,28 por ciento del sufragio.
Sin embargo, la población espera el pronunciamiento del JCE, ya enfrascado en las presidenciales y parlamentarias, a pesar de la peligrosidad de la presencia en la nación del COVID-19.
Si se celebran, como defiende la Junta, en menos de dos meses serán elegidos el sustituto de Medina, y su vice, senadores, diputados, cinco legisladores nacionales por acumulaciones de votos, siete diputados representantes de la comunidad dominicana en el exterior y los delegados ante el Parlamento Centroamericano.
Aparecen como postulados el exministro Gonzalo Castillo, del PLD, Abinader, del opositor PRM, favorito en las encuestas, y el ex tres veces mandatario Leonel Fernández, quien en octubre pasado creó el partido Fuerza del Pueblo (FP) tras renunciar a su condición de líder y miembro del oficialista PLD.
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