Defensor de las políticas más agresivas y extremas dentro de la jauría totalitaria norteamericana, el asesor presidencial de seguridad John Bolton, acaba de dejar la Casa Blanca.
En mensajes digitales que se contradicen (algo que ya era usual entre empleador y empleado, al decir de testigos) Donald Trump anunció haber solicitado la baja del “bigotudo”, como solía llamar a Bolton. No obstante, el hoy desempleado ex asesor de seguridad se apresuró a contar que se iba por propia voluntad.
Para asumir el citado vacío en un cargo de relevante nivel, la Oficina Oval designó interinamente a Charles Kupperman, segundo del depuesto, y al que se califica de tan agreste como su antecesor.
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Las conjeturas sobre este paso son disímiles, pero al parecer los criterios predominantes no logran explicar aún si la cesantía del Consejero de Seguridad Nacional obedece a un Trump molesto por no lograr empatía con su empleado; a cortarle las alas a un funcionario que solía hablar de más sin mayores consultas; a un tipo molesto que no gustaba demasiado dentro del equipo de la Casa Blanca; a desacuerdos de orden táctico con Bolton; al fracaso de no pocas de sus intentonas agresivas globales; o a su propensión a la agresividad y la guerra en horas en que el presidente planta cara a su “anhelada reelección” sin haber cumplido una de sus principales promesas: la de poner fin a los conflictos armados yanquis en el exterior.
Así, Irán, por ejemplo, indicó que la destitución es producto en buena medida “del fracaso de la política de máxima presión contra la nación persa”, mientras que en Rusia voceros oficiales precisaron que la despedida a Bolton no puede asumirse como generadora de un cambio en la nociva actuación mundial del actual gobierno de los Estados Unidos.
Según analistas estadounidenses, Bolton fue uno de los más ardientes partidarios de la agresión a Irak en 2003 bajo la administración de George W, Bush, y llegó a Consejero de Seguridad de Trump por su respaldo a la salida de Washington del acuerdo internacional multilateral sobre el uso pacífico de la energía atómica por Teherán.
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Su prepotencia personal le llevó a suscribir además el retiro gringo del acuerdo de París sobre Medio Ambiente, y el hundimiento del protocolo suscrito con la extinta Unión Soviética para la limitación de misiles de corto y medio alcance (INF).
También fue propulsor del actual programa de sanciones unilaterales contra Irán, de mantener las tensiones con Corea del Norte e incluso lanzar un ataque militar preventivo contra ese país, de derrocar al gobierno constitucional de Venezuela, y de acentuar al cerco contra Cuba y Nicaragua.
En la Casa Blanca deja malos recuerdos por sus discusiones con el ex secretario del gabinete John Kelly en torno a temas de inmigración; su solicitud de despido de la ex secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen; sus controversias con el jefe de la diplomacia Mike Pompeo; y sus enfrentamientos con el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
Por añadidura, en noviembre de 2018 sufrió la pérdida de su principal asesora, Mira Ricardel, después de que la primera dama Melania Trump pidiera su destitución tras un enfrentamiento mutuo durante un viaje a África.
De manera que este es el panorama que rodea el despido de John Bolton, un acendrado prepotente que de no volver a otra responsabilidad gubernamental en el futuro cercano, sin dudas encontrará qué hacer entre los aún muy poderosos círculos hegemonistas de poder, de cuyas visiones y criterios es un incondicional y cerril adepto.
Luis José
12/9/19 12:00
Se fue Bolton, pero quien tiene que irse es Trump, un inepto que no sabe escoger ni sus asesores ni sus decisiones.
Ahora viene otro nuevo pero el daño está metastizado en el cerebro principal, el flamante Presidente, todos los demás son marionetas en ese circo. Pero bueno, ahí lo tienen, los norteamericanos lo eligieron como su máxima figura y de verdad lo han logrado. Hasta ahora ningún presidente había sido tan mediocre, mentiroso ybajo como este.
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