Cierto que la recién finalizada contienda electoral estadounidense deja, como clara herencia negativa, un país polarizado en segmentos nada despreciables de ciudadanos favorables o contrarios a la retorcida costra política del saliente inquilino de la Casa Blanca.
Sin embargo, para no pocos analistas, el titulado por decenios “gobierno invisible”, ese conglomerado de intereses que supervisa que las diferencias nunca dañen las esencias del sistema Made in USA, al parecer ya ha dado su veredicto… y es que Trump pase definitivamente a retiro por encima de sus bravatas y sus “reclamaciones” alrededor de los comicios.
En el plano interno, el prepotente e impredecible presidente ha sido sin dudas una piedra en el zapato, ya no solo para sus opositores declarados, sino para aquellos republicanos tradicionalistas que debieron asumirlo sin otra alternativa… y a última hora y con el bote haciendo agua, también para no pocos oportunistas como el congresista Marco Rubio, que le atacó en la campaña de 2016, se le alió estrechamente durante estos cuatro años, y ahora le dio la espalda cuando el fango empezó a dar al cuello el tres de noviembre último.
En el plano externo, la ola de felicitaciones inmediatas al demócrata Joe Biden tras los cruciales días de espera por el conteo de votos, habla por sí sola de a quien no quieren en la Casa Blanca.
De esta manera, Trump parece destinado a desaparecer del mapa en unas semanas, con además dos títulos anexos: el mandatario con el que ha comenzado el irreversible declive del empeño de los sectores reaccionarios de los Estados Unidos de perpetuarse como élite dominante a escala global, y el de otro de los fracasados inquilinos de la Casa Blanca que desde enero de 1959 a la fecha se han empeñado en doblegar a Cuba.
Y ciertamente han sido muy tensos estos últimos cuatro años en el esquema bilateral entre Cuba y su enmarañado oponente.
Se ha dicho, y no es mera retórica, que bajo la administración del magnate inmobiliario la Mayor de las Antillas no solo ha visto arreciarse y extenderse semana tras semana el bloqueo económico, comercial y financiero que le fue impuesto hace casi seis décadas, sino que además ha debido asimilar una desenfrenada carga de persecuciones y hostilidad adicionales que ha marcado cifras inéditas en daños, y cuyas más recientes variantes se han centrado en afectar las relaciones y los vínculos familiares entre los cubanos de residentes en el país y los radicados en el exterior mediante la limitación extrema de viajes y la reducción de remesas.
- Consulte además: Bloqueo contra Cuba, un acto de genocidio (+Infografía)
No obstante, y a pesar de una ruda combinación con la extensión de la pandemia de la COVID-19, Cuba ha resistido las andanadas del Washington de Trump con la convicción histórica y siempre primera de que la independencia y la autodeterminación nunca serán principios abandonados ni negociables.
Parecería entonces que en la misma medida en que para gente de tal catadura ha pasado su hora, la oportunidad se hace propicia para intentar, con seriedad y decencia, deshacer entuertos y desechar prácticas fracasadas y obsoletas en un entorno global donde ya no es posible imponer voluntades a ajenos de manera irreverente e impune.
Mientras tanto, Cuba siempre estará dispuesta a desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación, basadas en la igualdad, el entendimiento, la reciprocidad y la convivencia civilizada y pacífica.
- Consulte además: “Entre Cuba y EE.UU. una coexistencia civilizada es posible”
El eje debe ser la consideración, sobre la plena igualdad, hacia las prerrogativas de cada quien, la no injerencia en temas internos, y el reconocimiento del derecho de cada cual a escoger sus rutas y sus modelos de vida de forma enteramente soberana.
Ningún ser ni ningún colectivo humanos tienen por pretendida asignación divina ni el “deber” ni la “obligación” de imponer nada a nadie. Respeto es paz, y ello es viable si la honestidad, voluntad y decencia van de la mano.
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