La Covid-19 se propaga en los Estados Unidos. Cuando se redactan estas líneas, la primera potencia roza la cifra de un cuarto de millón de contagios y cinco mil decesos, para transformarse en el nuevo epicentro de la pandemia que azota al planeta.
No obstante, para personajes y círculos oficiales parecería que el drama interno, que pudiera terminar en severa tragedia al paso que van las cosas, es solo un asunto más de una agenda que, eso sí, se sigue desbordando cuando de ejercer el hegemonismo global se refiere.
Asunto caldeado además por la disputa electoral de noviembre, en la cual Donald Trump pretende cumplir su sueño de repetirse al frente de la Casa Blanca, algo que de no realizarse “no podría resistir”, según sus propias declaraciones.
En consecuencia, del mandatario que hasta hace poco restaba importancia al “coronavirus chino” (como gusta llamarlo) y hacía chanza ante la alarma de no pocos de sus conciudadanos, ahora es el “presidente de la guerra” y el hombre “lúcido y previsor” que en la “batalla contra la pandemia” ha debido enfrentar incluso el “desafío” de algunos gobernadores negados al cierre de sus respectivos territorios, cuando él mismo propugnó hasta el final la teoría economicista de que “los norteamericanos no quieren refugiarse en casa, sino trabajar”.
Para colmo, y en la pretensión de sepultar la mácula de un cuadro sanitario en ruinas, anunció hace apenas horas que “China ha falseado a la baja sus datos de contagiados y muertos por la Covid- 19” puesto que los “sagaces” servicios norteamericanos de inteligencia así lo certifican en sus “profundas indagaciones”.
Las mismas entidades de espionaje que todavía, por ejemplo, se presume no han dilucidado el asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, y que no evitaron en 2001 los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono a pesar de que los presuntos autores, dicen que miembros de Al Qaeda, se pasearon y actuaron estrepitosamente en los Estados Unidos durante largos meses antes de secuestrar los aviones comerciales que estrellaron contra sus “blancos” sin la más mínima interferencia.
Pero no es todo. Al fin y al cabo, hipócritamente resignado a la fórmula de que los estadounidenses enfermos o fallecidos son “daños colaterales inevitables” aunque se estimen en millones, el Washington oficial pone sus miras en otras aristas relacionadas con la Covid-19, como sobornar a empresas médicas germanas para hacerse del monopolio mundial de una posible vacuna contra el nuevo coronavirus; despojar a Francia de mascarillas de protección ya adquiridas, pagándole más dinero, y en efectivo, a los suministradores; o evitando, mediante amenazas de sanciones a los transportistas, que lleguen a Cuba donaciones y apoyo internacionales en la lucha contra la pandemia. Ello, sin contar el intento de que nadie en el planeta solicite brigadas médicas especializadas a la Mayor de las Antillas, no importa las urgencias de salud de los receptores.
El diapasón imperial se mueve además en otras direcciones, como la preparación y entrenamiento bajo control de la DEA gringa, en territorio colombiano, del recién descubierto comando paramilitar destinado a golpear de forma “quirúrgica” a la alta dirigencia bolivariana, y en especial asesinar al presidente Nicolás Maduro, a cuya cabeza se le ha puesto precio como en los mejores días del salvaje Oeste plagado de truhanes y cazadores de fortuna.
Desvergüenza que suma la “oferta” de congelar las multiplicadas sanciones a Caracas si Maduro y el fantoche Juan Guaidó “renuncian a sus respectivos cargos ejecutivos”, se establece un gobierno mixto de carácter transitorio, y se convoca a elecciones generales bajo fiscalización Made in USA.
Y, por si las moscas, buques, aviones, helicópteros y contingentes militares gringos patrullan desde hace días las costas venezolanas en un “especial empeño antidrogas”, mientras que del lado colombiano de la frontera, marines y tropas del gobierno de turno en Bogotá se entregan a juegos bélicos conjuntos con las puntas de los fusiles apuntando hacia la divisoria.
Sin dudas, todo un “esfuerzo” oficial gringo digno del egregio patricio que encabeza la Unión y de quienes le secundan en sus excelsos propósitos… y que God bless America.
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