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viernes, 1 de noviembre de 2024

Valor que trasciende

El encuentro en La Habana del Papa Francisco y el Pa-triarca Ortodoxo Kiril, confirmó lo mucho que pueden hacer la buena voluntad y la inteligencia…

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 15/02/2021
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Papa Francisco-Patriarca Kiril
El Papa Francisco y el Patriarca Kiril se encuentran en La Habana en febrero de 2016. Las puertas cedían luego de casi mil años de clausura.

Casi un milenio debió transcurrir para presenciar en La Habana, el 12 de febrero de 2016, la estimulante  imagen de los líderes de las iglesias católica, el Papa Francisco, y el patriarca ortodoxo de todas las Rusias, Kiril, haciendo historia en el universo de la fe y en el esfuerzo integrado de conformar un mundo seguro y promisorio.

Las gráficas de ambos prelados en un intercambio casi íntimo, y en el cual se escuchó más de una vez el calificativo de “hermanos”, evidenció que nuestro azaroso tiempo no  está ajeno ni tapiado a las intenciones positivas, honestas, sensatas y abarcadoras.

Francisco y Kiril dieron en La Habana, “suerte de ciudad bendecida”, según algunos criterios vertidos por aquellos días, “una muestra fehaciente de que cuando hay voluntad, limpieza de alma y verdadera preocupación por la humanidad y sus destinos, todo disentimiento queda atrás para dar paso a la necesaria y urgente convergencia que permita afrontar males de tal dimensión que pueden terminar de una vez con la historia humana.”

Fuentes vaticanas, al rememorar este quinto aniversario, han resaltado que ambas figuras no soslayaron abordar constructivamente los roces bilaterales pendientes desde el lejano año 1054, al tiempo que hicieron especial énfasis en cómo actuar unidos a favor de un planeta libre de guerras, violencia extremista, pobreza, hambre, asimetrías insultantes, forzosos y masivos desplazamientos humanos, y la destrucción acelerada del medio ambiente.

“Y con ese espíritu llegaron y hablaron en Cuba los dos dignatarios, capaces de influir no solo en los millones de fieles identificados con una u otra tendencia cristiana, sino también entre aquellos que desde sus respectivas altas investiduras políticas deberían trabajar por la concordia y la paz, y no ser instrumentos del caos, el odio y la destrucción a cuenta de defender inmorales intereses”, decíamos entonces en este mismo medio periodístico.

De manera que Francisco y Kiril impartieron una clara lección de humildad, respeto y empeño por el bien del hombre, que no debería quedar solo en la visión y la memoria como una de las noticias más trascendentes en mucho tiempo.

Y es que no hubo en el ánimo de los interlocutores la cohabitación con el show mediático ni la propaganda sosa. Todo lo ocurrido, por el contrario, obró en favor de  calar hondo en la gente y en su conciencia para que actúen en consecuencia en un instante en que, al decir del propio Obispo de Roma, “estábamos (y aún estamos) viviendo una guerra mundial por etapas” con todas sus brutales y criminales secuelas, y por tanto se impone hacer todo por atajarla.

Un mundo donde además, encontronazos, dobleces y bajas pasiones siguen haciendo de las suyas contra el género humano y contra la propia existencia física del planeta, y donde la irresponsabilidad, la mezquindad, el afán de poder  y el abandono de la solidaridad y la cooperación reflotan hoy en medio de la mortal y generalizada pandemia de la COVID-19.

Por demás, vale destacar que ambos líderes religiosos no escogieron de manera fortuita a Cuba y a América Latina y el Caribe como escenarios de su tan trascendental diálogo.

A la hora de buscar una sede pesó en el caso de la Isla su neutralidad y su respeto por todas las instituciones religiosas y por la opción de cada quien de profesar libremente la fe que desee, además de los probados espíritu y vocación solidaria y amistosa de nuestro pueblo.

Lo recalcaba entonces un comentarista a una red televisiva regional: “Cuba  se ha convertido en un diáfano, seguro y activo referente para toda transacción negociada de conflictos tan severos y rudos como la guerra civil en Colombia (pacto lamentablemente saboteado por estos días), amén de haber sido la sede donde el Sur del Hemisferio, agrupado en la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, se proclamó como la primera Zona de Paz del orbe.”

Cupo entonces un lustro atrás a este diminuto, pero digno y recio espacio geográfico, todavía víctima de apetencias, injerencias y golpes foráneos por mantener su vocación independiente, el honor de haber abierto, luego de casi un mileno de cisma, el camino a la reconciliación de  dos universos cristianos cuyas miras coinciden plenamente con las metas estratégicas de una sociedad más plena para el vapuleado género humano.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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