Sao Paulo- 17 de junio de 2014. Lo sucedido el pasado 12 de junio en la Arena Corinthias tocó un lugar sensible de esta nación futbolera en los glóbulos, en la raíz. El gol en propia puerta de Marcelo, la teatral puesta en escena de Fred, tan de segunda como su calidad futbolística, la vergüenza del penalti pitado más desde la sede de la FIFA en Suiza, que por Yuichi Nishimura, y una selección espesa, dejaron muy malas sensaciones por acá.
Brasil no había conseguido debutar, al menos no como lo entiende una afición que no acepta el fútbol sin fantasía, sin alguna jugada alucinógena, sin algún detalle fuera de libreto, sin un poco de samba. Así que desde muy temprano hoy olía a vértigo por acá. A ganas. El encuentro frente a México en Fortaleza sería sin dudas el punto de arranque. Sin razones de eliminación en Olimpiadas, ni de lo mostrado por los aztecas frente a Camerún. Hoy era el día del despegue. La gente acá tiene una fe soberbia, en algunos casos, me parece, hasta irracional en la selección. Pero que puedo entender yo de esa fe. ¿Quién soy para definir lo racional?
En fin, que por millones acá el día había llegado. Luis Felipe Scolari maquilló el once inicial del primer partido metiendo a Ramíres por Hulk. Y así saltó Brasil al césped del Castelão en Fortaleza. Del otro lado, el México de Giovanni dos Santos y Rafa Márquéz. De rojo, de guerreros. En la grada, una sábana amarela empujaba desde sus gargantas para que finalmente la canarinha hiciera vibrar con su juego a todo el país. Pero hoy tampoco fue. No sólo por el enorme despliegue físico mostrado por los aztecas. Que no entendieron de pentacampeones.
Sino porque esta selección brasileña no suena como una orquesta, sino como una consecución desordenada de solos con los que no se podrá lograr, al menos de este modo, una buena sinfonía. Hay que decirlo, por momento los solistas son geniales. Lo demostraron Oscar y Neymar Jr. frente a Croacia. Y repitió el 10 brasileño hoy frente a México. Pero lo dicho, un par de buenos solos no hacen a la orquesta y Brasil hoy nuevamente se quedó sin su concierto.
México volvió a gustar. No sé arrinconó, no se vistió de cordero, no pagó los platos destrozados por Croacia. Salió, se metió por las bandas, buscó desde fuera. Probó y terminó por hacer protagonista a Julio César. México es de lo que más me ha gustado en esta Copa a pesar de que su balance en goles nos engañe, en parte debido al asalto arbitral que sufrieron en el Arena das Dunas de Natal. México le metió ganas, fútbol, le echó huevos, y por si fuera poco su portero Guillermo Ochoa a golpe para el -Tun tun, ¿quién es? - los Neymar, Jo, Marcelo, Thiago Silva y hasta Fred- sólo tuvo una respuesta: cierra la muralla. Y la muralla no fue abierta. El 0-0 final deja en excelente posición a los mexicanos y retrasa al menos hasta el próximo 23, el tan ansiado debut de la verdadera canarinha.
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