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martes, 19 de noviembre de 2024

Un ejemplo de mujer y deportista

La subcampeona olímpica de Atenas 2005 y Beijing 2008, tres veces campeona panamericana, Yipsi Moreno, recibió este domingo su retiro oficial del deporte activo...

Eyleen Ríos López en Exclusivo 07/12/2015
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Los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014 marcaron su última competencia. Desde entonces extrañamos ver a Yipsi Moreno martillo en mano y ejecutar su “ritual” de concentración en el círculo de lanzamiento.

Añoramos también el grito emitido como liberación del gran esfuerzo, y las expresiones que solían seguir a sus disparos, pero seguimos disfrutando de esa sonrisa que regala sin pedir nada a cambio como expresión de ternura.

La plateada olímpica en Atenas 2004 y Beijing 2008 y tres veces campeona mundial (2001-2003-2005) asegura que cerró feliz un ciclo en su vida, no extraña la pista y es dichosa junto a la familia que formó.

Oficialmente retirada del deporte activo como parte de la gala por el aniversario 110 de la práctica del atletismo en la isla, esta camagüeyana es una mujer fuerte más allá de lo físico, de sólidos principios que defiende e inculca al pequeño Abdel, quien ya cumplió seis años.

Nacida el 19 de noviembre de 1980, es de las grandes atletas cubanas. Cubrió más de una década en la élite del mundo y se “cansó” de coleccionar premios y buenas marcas, lideradas por los 76,62 metros inscritos en septiembre del 2008.

Vivió plenamente el deporte, insiste en que necesitó de mucha gente para ayudarla e integró un binomio perfecto con su entrenador Eladio Hernández.

Sobre ello y más compartió con JIT en la sala de su hogar, decorado con gusto y sin ostentaciones, como otro reflejo de su personalidad.

Es casi una pregunta obligada comenzar por el oro olímpico que no llegó. ¿Lo ves como una deuda?   

En estos momentos siento esa resignación que llega al final, o sea, que no me tocaba, que no iba a ser parte de mi carrera. Eladio me reafirmó todo lo que debe tener un gran atleta para hacer realidad un sueño, y que hay que luchar ciento por ciento por lo que se quiere, y así lo hice. Yo era muy obediente, y aprendí que tienes que darlo todo, para que el día que me tocara analizar por qué no salió algo, estar convencida de que nunca dejé de hacer el esfuerzo.

También hay quien llegó a campeón olímpico y no logró más nada, y en mi caso tengo otros premios, así que 10 años en el podio y una carrera bonita valen más que ese oro olímpico.

¿Tus comienzos fueron como los de casi todos los niños?

Sí, creo que sí. Tenía 11 años cuando fueron a la escuela captando niños en una carrera de 30 metros, y pasé a la EIDE, a esa edad se cubren varios eventos y luego definen el área en que destacas. El salto largo y los lanzamientos eran los fuertes para mí.

¿Y el martillo?

Primero me vieron más condiciones en la bala, y cuando subí de categoría también lancé disco, porque entonces el martillo era una disciplina nueva y no había llegado. Luego los técnicos decidieron que cambiara, aunque yo no estaba de acuerdo porque me había ilusionado con el disco, pero me dijeron que practicara, que empezara, a ver si me gustaba.

Y así fue como empecé, jugando, y me gustó. En los escolares fui tercera en bala, y como juvenil, donde se tiraba el martillo, di tres fouls, aunque largos. Me movía bien… y al final me captaron para el equipo juvenil. Nunca he sido muy fuerte, y el martillo va más conmigo porque es de más velocidad, más ritmo, explosividad...

¿Cómo recuerdas el ascenso a la preselección nacional?

Con 14 años, sin haber salido de Camagüey. Mi mamá me preguntaba «¿Estás segura de que eso es lo que quieres?», y yo le decía que sí, y entonces me enseñó que no había marcha atrás. Ella jugó un rol fundamental en mi carrera, y en general mi seno familiar me ayudó mucho en esto de que no hay límites, de que todo lo que te propongas puedes hacerlo bien.

¿Una anécdota de los comienzos?

Recuerdo cuando tuve mi primer noviecito, en la época de los 15 años, y se enteraron... El día antes de regresar para La Habana mi papá me dijo «Usted no fue para allá a tener novio, y sabe que nos podemos aparecer en la escuela, así que decida si va a entrenar y hacerlo bien, porque para eso nos sacrificamos aquí, o si quiere tener novio y viene para acá y se ocupa de que cuando su mamá venga del trabajo el patio esté chapeado y cumplidas todas las otras tareas de la casa»... Yo lo miré y le contesté «Tranquilo, papá, que esto se resuelve», y cuando llegué a La Habana le dije a mi novio «Ni me mires… que se acabó». Esa educación me ayudó mucho a formarme como atleta y como persona.

¿Cuál fue el premio más importante?

Cada uno fue distinto, y todos lo son. Por esta forma que tengo de ver el deporte no dejo de darle importancia a ninguno, pero siempre tuve claro que no podía ponerme a vivir de lo alcanzado, sino que trabajaba para el siguiente, y eso requiere esfuerzo, sacrificio, entrega.

Repasemos algunos.

El primer oro mundial tuvo el atractivo de lo nuevo, del nerviosismo, de no saber cómo era. El segundo fue reafirmar, mucho más después de lo dicho por la rusa Olga Kuzenkova de que había llegado de casualidad, y el tercero fue peor, porque me lesioné luego de los Juegos Olímpicos del 2004 y pensé que nunca más iba a lanzar, así que fue importante ganar la plata que terminó por convertirse en oro por el dopaje de la propia Kuzenkova. Te preguntas entonces cómo no disfrutar, luego de las veces que lloré para llegar ahí, y por eso insisto en que para mí todos los resultados son importantes, ya sean centroamericanos, panamericanos, mundiales u olímpicos. Nadie imagina el nervio, el estrés, las dudas, que uno carga por pequeña que parezca la competencia.

¿Tu manera de enfrentar cada disparo, y sobre todo el grito que te caracterizó, era parte de una preparación?

Todos en la vida tenemos un momento en que necesitamos liberar energía, hacer algo que nos confirme como uno mismo, y para mí el martillo era eso, era ser yo, era mi espacio, mi lugar, mi todo, y aprendí a disfrutarlo como algo por lo que luchaba. Esos gritos, aquello de caminar de un lado a otro y “fajarme” conmigo misma, eran lo que me transformaban para disfrutar, para vivirlo con intensidad, y me entregaba de esa manera, porque esa era mi vida, mi fiesta. Por eso preparaba cada competencia con antelación, incluida la ropa, maquillarme, peinarme, aunque luego terminara hecha un lío... Incluso desde un mes antes me fijaba lo que iba a hacer, la ropa que me iba a poner, verme linda, porque era el baile final.

La relación con Eladio…

Eladio nos enseñó a ser atletas integrales, a llevarnos con nuestros compañeros, a respetar… involucró mucho a su familia, su esposa, sus hijos, yo soy como su hija mayor, y mi hijo le dice abuelo. Ha estado en todos mis momentos, siempre respaldado por mis padres. Nos enseñó a ser femeninas fuera de los entrenamientos, a que nos arregláramos, nos sentáramos bien, bailáramos… Me enseñó a gritar, a quitarme esa pena que sentía, fue mucho en todos los sentidos.

Aunque eras la más joven, fuiste parte de una generación de campeones como Javier Sotomayor, Iván Pedroso, Ana Fidelia Quirot, ¿Cómo aprecias esa posibilidad?

Algo bello, de lo mejor que me ha pasado en mi vida. Lo más grande de mi carrera deportiva fue haber aprendido de ellos, haber estado entre ellos a pesar de ser menor, porque fueron los mejores.

¿Te consideras una mujer fuerte?

Muy fuerte, súper fuerte, súper exigente, muchos consideran que demasiado, pero si no soy así no soy yo. En los entrenamientos trataba de acercarme lo más posible a la perfección, y así actúo con mi hijo, en la casa, soy exigente con todo lo que me propongo, convencida de que para llegar a lo que quiero no puedo descansar. Lo asumo con alegría para no estresarme, y lo malo lo considero como acicate para levantarte, como me enseñó mi mamá.

¿Cambiarías algo?

No cambiaría nada, porque cuando respetas, cuando te comportas, cuando haces lo correcto, como te enseñaron, no le debes nada a nadie. Uno se debe a la sociedad, a uno mismo, a lo que considera mejor para sí mismo y para el mundo, incluso para esas personas que a veces no quieren escuchar las cosas.

¿La transparencia?

Creo que la sinceridad es lo más lindo. Me inculcaron que sin faltarle al respeto a nadie debía decir lo que pienso y estar abierta a que cuando lo haga me demuestren que pude estar equivocada.

¿Cuánto te cambió la maternidad?

Antes de ser madre no me importaba estar fuera, disfrutaba el conocer otros lugares, otras gentes, entrenaba feliz, incluso no tenía miedo a los aviones, sin embargo después de parir no hubo un día en que me montara en uno sin llamar antes a la casa. «Mima, ya voy a subir, los quiero mucho». Por primera vez en mi vida tuve miedo, y a veces hasta tenía un tic nervioso en el ojo, ya no pude vivir con la calma de antes, pero ha sido lo más grande.

¿Cómo es el pequeño Abdel?

Todas las madres sentimos lo mismo, pero estoy orgullosísima de mi hijo. Antes decía que quería una niña pero lo mejor que me pasó fue tener un varón que me adora, es muy amoroso, me ayuda y le gusta estudiar.

¿Consideras bien decidido el momento del retiro?

Me retiré porque por primera vez vi un obstáculo que no podía superar, y no me gusta pelear en vano. Consideré que incluso haciendo el esfuerzo máximo ya no podía estar a la altura de las exigencias, porque después del mundial de Moscú, en el 2013, coincidí en varios mítines con la polaca Anita Wlodarczyk, la alemana Betty Heidler y la rusa Tatiana Lysenko, y no pude estar entre las primeras. Ya en el último me senté y dije «Yo sobro aquí»... Esa  misma noche nos despedimos de todas en la recepción.

Pero luego competiste en Veracruz…

El país lo necesitaba y lo entendí cuando Christian Jiménez, quien era el presidente del INDER, habló conmigo, pero les dije a mi entrenador y al comisionado que lo haría sin viajar a Europa, y no iba a ir a perder. Cumplí dando lo mejor de mí, como siempre, pero ya.

¿Añoranzas?

Mi carrera deportiva fue un ciclo que cerré, y lo hice consciente. No extraño para nada competir ni estar en una pista, pero siento que para nosotros los atletas es difícil definir, porque quien no desee ser entrenador se queda un poco sin saber qué hacer. Una de las cosas que me ha chocado es esa incertidumbre de no saber a qué dedicarme, es algo así como quedarme huérfana.

¿Difícil ser mujer y deportista?

No es fácil, pero si lo logras creces como mujer, te haces integral, fuerte, creo que irrompible.

¿Los apoyos?

He sido dichosa, porque en cada momento en que lo he necesitado ha habido alguien a mi lado. Luego de parir mi esposo Abdel tuvo a su cargo mi recuperación física, mi mamá cuidó al niño y mi entrenador continuó su trabajo específico, pero estuvo también Esteban Brice, entonces comisionado, quien cuando solo llegué a 61 metros me dijo: «¿Te atreves a competir en Alemania?», dándome la confianza que necesitaba, y tiré 69 metros. Soy la única que logró 75 metros después de ser madre.

¿Entonces, qué fue para ti el atletismo?

Todo, mi diversión, mi lugar, mi ambiente, mi familia.


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Eyleen Ríos López


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