Todavía los historiadores no se han puesto de acuerdo sobre si el primer número de la revista Alma Máter apareció el 17 de noviembre de 1922 o cinco días después, el 22. Lo cierto es que en la primera portada solo se anotaba el mes y el año, y la constancia del primer volumen, en número romano.
El cabezal en letra gótica de dicha portada anunciaba el nombre de la nueva publicación, en la cual resaltaban las siglas en círculo de la Universidad de La Habana y la caricatura de la figura de una joven, en atuendo playero atrevido para la época, pelo al aire y sombrero en su mano izquierda.
En la página 9 de ese número inicial estaba un editorial sin firma titulado Nuestro credo, redactado con la prosa inconfundible de Julio Antonio Mella. Ahí se definía a Alma Máter como “el nuevo órgano de los estudiantes cubanos”.
Antes existía Varsity, explicaba el editorialista, cuyo fundador, Tomás R. Yanes, “próximo a graduarse, se retira de la vida periodística y nos deja encomendada la obra que él principió. Nosotros laboraremos con energía y entusiasmo por todo lo que es beneficioso a la clase estudiantil cubana”.
Mella precisaba más adelante: “Laboraremos por la unión de todos los estudiantes cubanos en una Federación que nos haga fuertes y capaces para defender nuestros derechos, para progresar, para aprender cuando jóvenes las conveniencias de la hermandad, de la unión”.
De esta forma, razonaba, los jóvenes aprenderían “a encontrar en el mañana la solución a los problemas nacionales”.
Aunque fungía como su administrador, Mella era el alma de la revista. Bajo el seudónimo de Lord MacPartland suscribió muchos de los artículos y comentarios que aparecieron en ella. Al fundarse la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), Alma Máter se convirtió en su órgano oficial.
En esta primera etapa, que se extendió hasta junio de 1923, signada por la autoridad y el carisma de Mella, fue fundamentalmente una revista de carácter general y social aunque aparecieron en ella artículos políticos.
CONTRA TODA TIRANÍA
Alma Máter reapareció en agosto de 1928, bajo la dirección de Julio César Fernández con Fermín Peraza como director artístico. Tuvo una vida muy breve y en septiembre de 1929 comenzó la tercera etapa, con Carlos Prío de director y como jefe de redacción el notable periodista Mario Kuchilán.
La revista cambió su formato en 1930. Fue esta época la de los encendidos artículos de Pablo de la Torriente Brau, que inicia su presencia en la revista con la publicación de la carta pública a los policías, titulada “Informe oficial estudiantil sobre los sucesos del 30 de septiembre”.
En ella denunció la represión acaecida ese día y el asesinato de Rafael Trejo. A los “Hermanos lobos”, como calificó a los uniformados, Pablo les advertía: “Fuimos nosotros, los jóvenes de Cuba, los que salvamos la dignidad de nuestro país, inmóvil todavía ante toda la convulsión del continente”.
El segundo trabajo de Pablo, publicado en la edición de noviembre de ese año, constituyó un verdadero llamado a la rebeldía contra la tiranía machadista.
Comenzaba por el título: “¡Arriba muchachos, que la dignidad en Cuba es hoy menor de edad!... ¡Arriba muchachos, con la vergüenza viva y sin miedo, que una herida es un honor y una prisión, un mérito”.
La frecuencia de la publicación a partir de 1931 fue semanal. Carlos Prío aparecía como jefe de información y Pablo junto con Juan Marinello, en el cuerpo de redactores. A mediados de 1933 sus realizadores tuvieron que trasladarse a Tampa. Tras el derrocamiento de Machado volvió a editarse en La Habana.
En esta tercera etapa, aparte de Pablo y Marinello, aparecieron otras firmas respetables en la revista, como las de Rafael García Bárcenas, Raúl Roa, Manuel Bisbé y Antonio Iraizos, entre otros.
Desde agosto de 1933 hasta su desaparición (mayo de 1934) devino periódico con Julio César Fernández como director y Enrique de la Osa, subdirector. Pero en estos meses Roa y sobre todo Pablo prefirieron publicar en Ahora, dirigida por Guillermo Martínez Márquez.
No es hasta 1952, con posterioridad al golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista, que no reapareció Alma Máter. Por su oposición al régimen tiránico, tuvo una frecuencia esporádica, casi siempre clandestina. En enero de 1959 normalizó su circulación
HOY
Desde 1959, la revista como órgano de la FEU ha sido un medio informativo sobre las cuestiones universitarias y las actividades estudiantiles. De enero de 1968 a julio de 1971 apareció como órgano de la UJC-FEU. De esta última fecha acá, de nuevo fue solo órgano de la FEU.
Como han planteado en más de una ocasión sus actuales realizadores, Alma Máter enfrenta hoy el reto de ratificar su protagonismo en el estudiantado de la enseñanza superior, en consonancia con las posibilidades tecnológicas de estos tiempos y las demandas de una juventud más culta y exigente.
El colectivo de esta publicación reafirma su aspiración de que, a pesar de las dificultades de nuestros días, que han provocado una reducción de la tirada y que sea más conocida por su formato digital, Alma Máter sea la revista que los estudiantes buscan y encuentran mes por mes.
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