Brotó naturalmente, como brotan los frutos genuinos. Y apenas con 18 años ya era el líder de los trabajadores del central azucarero Constancia. No rebasó el cuarto grado de escolaridad, pero desde el más sencillo trabajador hasta el más rebuscado político o intelectual del país reconocía en Jesús Menéndez Larrondo una gran inteligencia.
Nació entre tablas, guano y anécdotas de antepasados mambises, el 14 de diciembre de 1911, en Encrucijada, antigua provincia de Las Villas. La escuela pública fue sustituida por el trabajo para ayudar a la familia y se empleó como campesino y vendedor de productos agrícolas hasta que a los 14 años se alistó como machetero cañero. Durante el tiempo muerto, las escogidas de tabaco resultaron otra opción de trabajo. Cañeros y tabaqueros serían entonces sus primeros compañeros de lucha.
El inicio de la década del 30 en Cuba estuvo marcado por el rechazo a la dictadura de Machado, el auge de las luchas y demandas obreras y el fortalecimiento paulatino del movimiento comunista nacional.
Jesús Menéndez, apreciado como líder de los obreros del central Constancia, ingresó a la organización comunista en 1931 con solo 20 años y recibió la misión de organizar su ala juvenil en Encrucijada. La experiencia organizativa le valió para posteriormente asumir la estructuración del frente sindical en toda la provincia villareña.
En 1932 creó el Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera, y en 1934, en medio del recrudecimiento de las luchas obreras y políticas en el país, participó en el IV Congreso de la Confederación Nacional Obrera de Cuba, cita que marcó la radicalización de la organización.
Después de la huelga de 1935, el movimiento sindical nacional continuó profundizando su accionar a pesar del debilitamiento que provocó la represión. Menéndez, junto a Lázaro Peña, miembro del Comité Central del Partido Comunista y dirigente sindical nacional, fundó en 1939 la Confederación de la Trabajadores de Cuba (CTC) en un congreso unitario que marcó la vida del país y sirvió de reimpulso a las luchas políticas del momento.
Entre las demandas de aquel congreso fundacional de la CTC estuvo la conformación de una Asamblea Constituyente con el fin de redactar una nueva Carta Magna para Cuba, acorde con las realidades del país y las demandas de los distintos sectores sociales.
Por su prestigio y agudeza política, Jesús Menéndez fue seleccionado para representar a los azucareros en el proceso de redacción de la Constitución de 1940, año en que fue elegido como Representante a la Cámara del Congreso (Parlamento).
El joven negro salido de un batey cañero, comunista, con solo cuarto grado, irrumpió en el Capitolio Nacional para hacer realidad los postulados de aquella Carta Magna que ayudó a redactar, hecho que simboliza las conquistas que el movimiento obrero y comunista cubano obtuvo en un contexto internacional favorable a las fuerzas progresistas.
Su puesto como Representante nunca fue un fin, sino un medio para continuar la lucha. Como miembro de la dirección nacional del Partido Socialista Popular (comunista) y Secretario General de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros, su accionar estuvo dirigido a alcanzar todas las demandas de los obreros y campesinos que representaba.
Entre las conquistas alcanzadas por Menéndez en su labor como líder sindical y legislador comunista están el Diferencial Azucarero, la Cláusula de Garantía, la modesta elevación de los salarios y los niveles de vida de los obreros y campesinos vinculados a la agroindustria azucarera, el descanso retribuido, la creación de la Caja de Retiro y Asistencia Social para el sector, el pago de horas extras, y la higienización de los bateyes.
En 1945, finalizada la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. presionó a Cuba para comprar su azúcar más barato, a pesar de los numerosos mecanismos económicos y políticos de dominación con los cuales sometía a nuestro país. El precio de compra sería de 3,675 centavos la libra, mientras que en el mercado mundial oscilaba alrededor de los 7 centavos.
Jesús Menéndez pronto entabló una lucha por establecer un acuerdo que tuviera en cuenta no solo los intereses de la nación sino también los de los trabajadores azucareros.
Las demandas tuvieron dos momentos. En 1945 los trabajadores llegaron a un arreglo con el presidente Grau San Martín para que se vendieran 250 000 arrobas en el mercado internacional, siempre con el rechazo de EE.UU., país que compraba toda la azúcar cubana y reimportaba importantes inventarios. Las ganancias de esas ventas serían destinadas para la compra de alimentos y la construcción de obras sociales. Sin embargo, importantes sumas de la comercialización de esas 250 000 arrobas fueron malversadas.
El segundo momento fue entre 1946 y 1947, cuando el gobierno, forzado por distintos sectores, creó una comisión para discutir el tema con Washington. Las presiones unidas a la labor política de Jesús Menéndez permitieron que la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros formara parte de las negociaciones.
La presencia de los sindicalistas azucareros posibilitó la inclusión de una Cláusula de Garantía que estableció que el precio de venta del azúcar variaría en la misma proporción en que lo hicieran los productos estadounidenses importados por Cuba. Esta decisión permitió que en 1946 Cuba recuperara 37 millones de dólares, de los cuales 29 fueron distribuidos por conceptos de salarios a todos los trabajadores del sector.
Sin embargo, las presiones de EE.UU. no se hicieron esperar al reducir la cuota azucarera, por lo que en 1947 el Gobierno cubano renunció a la Cláusula de Garantía, postura que contó con el mayor rechazo de Menéndez y el gremio azucarero.
Bajo la consigna de que “el diferencial en la punta de la mocha primero y la zafra después”, Menéndez se dio a la tarea de reconquistar el terreno perdido, y en ese batallar encontró la muerte el día 22 de enero de 1948, hace exactamente 65 años. Tres balas asesinas acabaron con la vida del que fue reconocido como el General de las Cañas, el cubano que más hizo en la Neocolonia por los explotados trabajadores azucareros.
Su legado perdura hoy en la obra de cada obrero y campesino cubanos que produce azúcar, pero sin lágrimas.
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