¿Qué había en esa mujer, qué epopeya y misterio había en esa
humilde mujer, qué santidad y unción hubo en su seno de madre…?
José Martí
De su primer matrimonio nacieron tres hijos y al enviudar en 1840, después de tener su cuarto descendiente, contrajo segundas nupcias en 1843 con Marcos Maceo, con quien tuvo diez hijos más, de ellos tres niñas. De esta unión nació Antonio y le siguieron José y el resto de la prole, como si alumbrara con ese orden los destinos gloriosos de sus hijos.
En el hogar era todo orden, disciplina y energía. Se cuenta que era tierna y maternal, pero implacable ante cualquier falta. Y junto a Marcos compartía la educación de los hijos. Las lecturas de libros en voz alta antes del anochecer eran parte de los placeres del hogar. La proyección del pensamiento de toda la familia quedaría evidenciada con su actitud ante la lucha por la independencia de la Patria.
LIBERTAD O MUERTE
Dos días después del levantamiento del 10 de Octubre de 1868, protagonizado por Carlos Manuel de Céspedes, el capitán insurrecto Rondón, amigo de la familia, se presentó en la finca. Fue apoyado con caballos y dinero, y al preguntar si había algún muchacho dispuesto, Antonio, José y Justo no dudaron en expresar su deseo de ir a la guerra.
Según testimonios posteriores de María Cabrales, esposa de Antonio Maceo, Mariana sintió un gran orgullo por la actitud de sus hijos y los hizo jurar de rodillas ante un crucifijo con la imagen de Jesucristo “liberar a la Patria o morir por ella”.
A la guerra fue la familia completa y en la manigua, desde los primeros combates, se derramó sangre de los hijos de Mariana. Su actitud y aporte no fue menor desde la retaguardia. En los campamentos, bajo las condiciones más difíciles, fue ejemplo de tesón e hidalguía, de resistencia y amor. Sus manos curaron heridas cubanas y españolas, alimentaron y vistieron a los mambises y cobijaron el dolor que brota de la guerra sin un lamento, y con la ternura que desprenden las causas justas.
Su familia fue fuente de glorias y tristezas. Marcos Maceo, el padre, cayó con los grados de Sargento, pero la prole de Mariana dio también otro sargento, un subteniente, dos Capitanes, dos Tenientes Coroneles, un General de Brigada (Brigadier) y dos Mayores Generales, Antonio y José. Pero al concluir la Guerra Grande en 1878, Mariana solo tenía vivos cuatro de sus valerosos hijos y dos de sus muchachas. No obstante, todos patentizaron en Baraguá, junto a Antonio, su juramento del 68 de libertad o muerte.
JAMAICA
Después del Pacto del Zanjón, Mariana viajó a Jamaica, donde se estableció definitivamente. La pobreza, la ansiedad por sus hijos lejos o presos y la vigilancia española, espuelan aún más el dolor que la embargaba por la Patria esclavizada aún. Sin embargo, sus ojos brillaban cuando se hablaba de lucha y cuando conocía o presentía los andares independentistas de Antonio y José.
Con sus hijas y nuera, convirtió su modesta casa en centro de conspiración independentista y con su labor, ayudó en la organización de asociaciones patrióticas.
En octubre de 1892, José Martí viajó a Jamaica, procedente de Haití. La efervescencia revolucionaria se había multiplicado con el trabajo conspirativo de los cubanos unidos ahora en el Partido Revolucionario Cubano. Entre las múltiples actividades y reuniones, Martí, Delegado de la joven organización, deja un espacio para visitar a la insigne patriota, a Mariana, la madre de los Maceo.
Sobre este encuentro Martí escribió en el periódico Patria: “…Maceo fue feliz, porque vino de león y de leona. Ya está yéndosele la madre, cayéndosele está ya la viejecita gloriosa en el indiferente rincón extranjero, y todavía tiene manos de niña para acariciar a quien le hable de la patria (…) De negro va siempre vestida, pero es como si la bandera vistiese”.
Mariana representaba todo un ejemplo y un símbolo. Era el paradigma de la alianza mujer-hogar-patria, relación que Cintio Vitier definió como imprescindible en la forja del ideal independentista en la Cuba del siglo XIX.
Al conocer la noticia de su muerte, ocurrida el 26 de noviembre de 1893, Antonio Maceo, uno de sus leones, dando muestras de una sensibilidad tremenda, afirmó: “Ella, la madre que acabo de perder, me honra con su memoria de virtuosa matrona, y confirma y aumenta mi deber de combatir por el ideal que era el altar de su consagración divina en este mundo”.
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