Es un axioma más que probado en el injusto orden económico mundial impuesto por los poderosos: quien controla los capitales tiene todas las armas para domeñar las tambaleantes voluntades.
Y la historia regional resulta prueba fehaciente. De hecho, entidades como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco mundial, y otros organismos con sustento en las políticas hegemónicas de Washington y sus socios de Occidente, llegaron a imponer a no pocas naciones los programas neoliberales que hicieron de nuestro patio el peor a escala universal en materia de distribución de la riqueza, entre otros vergonzantes signos distintivos de dependencia, pobreza, ineficacia y entrega de los recursos nacionales.
Es lógico entonces, amén de indispensable, que revertida buena parte de las serviles administraciones que admitieron tan soberano chantaje, los gobiernos que hoy luchan por un futuro más promisorio y debidamente compartido intenten a toda costa el alejamiento con relación a los mecanismos que solo trabajan a favor a aherrojar a los menos desarrollados.
Se trata precisamente, en materia financiera, del establecimiento de entidades propias, autóctonas, dotadas de toda la capacidad necesaria para enfrentar las principales demandas monetarias, comerciales y de desarrollo de sus integrantes, y en nada ligadas a los viejos aparatos de dominación e imposición.
Así, en el caso latinoamericano, agrupaciones como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, no solo ha instrumentado el embrión de una posible moneda común, el SUCRE, sino que además, en su más reciente Cumbre, con sede en Caracas, determinó el surgimiento de un banco propio para solventar las necesidades financieras de sus miembros.
Eso, junto al hecho de que la recién creada Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, también colocó entre sus primeras tareas el desarrollo de una banca regional como paso esencial en el logro de la soberanía económica del área.
Y por estos días, todo ese esfuerzo cobra nuevo dinamismo con el anuncio de la vigencia oficial del convenio constitutivo del Banco del Sur, que debe reunir los esfuerzos financieros de siete naciones de esa parte de nuestro hemisferio.
Según informes, la creación del Banco del Sur fue propuesta en 2007 por el presidente venezolano, Hugo Chávez, y dos años más tarde adoptó su tratado constitutivo firmado por Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela.
De ellos Brasil y Paraguay son los que restan por ratificar el proyecto, un proceso que debe cumplirse en breve, y que permitirá la plena entrada en vigencia de la citada entidad bancaria.
El nuevo ente tiene previsto acumular una capitalización inicial de 7 mil millones de dólares, y Brasil será su mayor contribuyente, con cerca de 2 mil millones de dólares de dicho total.
Ese esfuerzo no solo permitirá a los gobiernos firmantes acceder a capitales frescos en condiciones que no afecten su estabilidad ni sus políticas justas, sino que, por el contrario, contribuirá a reducir y dejar atrás de forma definitiva las ataduras con los aparatos financieros que los grandes poderes capitalistas instituyeron e impusieron a manera de jueces y usureros supremos.
Rastreros que incluso no reparan en aplicar sus planes de ajuste y sus asimétricos recortes presupuestarios a las propias naciones del occidente industrial, acogotadas por una crisis económica que explotó en los estamentos especulativos de los Estados Unidos en 2008, y que ha llevado sus estragos permanentes a todo el planeta, con un especial impacto destructivo entre las naciones de la Unión Europea, los propios socios de primera mano del coloso con paso trastabillado.
De manera que sobran razones para que la independencia económica pase, justamente, por dejar atrás de una vez todo roce con semejante jauría.
Irma
6/4/12 8:23
Excelente opcion de independencia y unión latinoamericana, américa se despereza ojala y de futos pronto
Roberto
6/4/12 8:10
Bien por nuestra America, la Patria Grande... estos son los pasos que necesitan nuestros pueblos.
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