Las más recientes informaciones sobre contundentes victorias militares de Damasco en ciudades que estuvieron hasta hace muy poco bajo el asedio de los grupos de oposición ligados a los intereses foráneos, confirman que el hueso sirio puede partir más de un canino a quienes la emprenden a dentelladas contra su seguridad e integridad.
Pero más allá de lo que representa haber batido a los agentes foráneos, entre ellos mercenarios, terroristas de Al Qaeda y efectivos de la propia Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, está el hecho de que Siria y quienes sinceramente le apoyan ha sumado puntos a la hora de una negociación multilateral sobre su presente y su futuro.
Y en Occidente, donde se cuecen y organizan todos los golpes, lo conocen de sobra.
De ahí la intensificación de un campaña mediática que califica de maniobras los pasos políticos de las autoridades de Damasco como el reciente referendo constitucional y la exhortación a un diálogo nacional; que arremete contra Rusia y China por vetar las agresivas resoluciones anti sirias que se han intentado pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU; que habla de violaciones oficiales en vez de batallas contra oponentes fuertemente armados desde el exterior; y que silencia los brutales crímenes de estas bandas en cuanta ciudad y poblado han caído en sus manos.
De esa manera, y aún en medio de las dificultades originadas por el agresivo empecinamiento imperial, hasta el momento parecería conjurado en buena medida un desenlace tipo Libia en territorio sirio.
Y la espina dorsal del asunto radicaría en el hecho de que aquella lección que terminó con la sangrienta deposición de las autoridades de Trípoli, no es ya la carnada para la picada de ingenuos o gente con reservas y dudas.
Existe ahora un frente internacional que no estaría dispuesto a santificar en las tribunas mundiales pasos que lleven a una intervención extranjera contra el pueblo sirio, y que insisten una y otra vez en el diálogo entre oponentes, y en el más absoluto respeto a la voluntad soberana de la nación.
Peticiones que, debe decirse, Damasco no ha tenido reparos en asumir, aceptar y apoyar, mientras del otro lado se insiste en la violencia y en las presiones mediante el uso de todos los instrumentos regionales y globales para darle pretendida legitimidad a lo que se estima un golpe definitivo al pretendido enemigo.
De hecho, el gobierno de Damasco ha hecho suyas las iniciativas china y rusa para un arreglo negociado, a aceptado la presencia in situ de una Liga Arabe que las satrapías del área han manipulado más de una vez para apoyar los designios occidentales, a la vez que promueve él mismo programas y decisiones encaminadas a favorecer una mayor apertura política interna, y un clima de necesarias reformas y de entendimiento nacional.
Y si todo ello se afinca además en la posibilidad de poner severo coto en el terreno bélico a los que insisten en la violencia, puede que el devenir desemboque en instantes más favorables a los intereses de la población siria y a la concreción de sus más sentidas aspiraciones.
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