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martes, 19 de noviembre de 2024

Diario de un médico cubano en Perú (XIX)

Hoy nos informaron que la semana próxima viajaremos a Huaraz, capital regional de Áncash. Allí continuaremos trabajando cada uno en sus propios perfiles. La idea de lo nuevo entusiasma y asusta; la imagen de irnos entristece...

Mario Héctor Almeida Alfonso en Exclusivo 13/09/2020
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Árbol de la vida
En medio de esta pandemia, la carpa –o las carpas, porque son varias– del hospital se ha alzado como refugio de una porción importante del pueblo chimbotano (Foto: Cortesía de la brigada médica cubana en Perú)

“La Flor de la Canela” y “Fina estampa” son dos composiciones musicales escuchadas frecuentemente en las más encumbradas voces de la cancionística internacional. Plácido Domingo, por ejemplo, las ha recreado magistralmente. Sin embargo, me atrevo a afirmar que muchos de los que disfrutamos estos temas desconocemos que fueron compuestos por María Isabel Granda y Larco.

Chabuca Granda, como se le conoce, nació –cien años ya– un 3 de septiembre de 1920. La peruana compuso cientos de canciones que son hoy patrimonio cultural de esta nación andina. Homenaje entonces para ella y la música peruana, que nos acompaña cada día en la jornada laboral.

 

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En medio de esta pandemia, la carpa –o las carpas, porque son varias– del hospital se ha alzado como refugio de una porción importante del pueblo chimbotano. Por ella han desfilado personas de los más diversos estratos sociales; la mayoría humildes. Se les ha tratado no solo con medicamentos, también con el corazón. Las tres damas doctoras que custodian este singular recinto lo han hecho bien. Se han superado a ellas mismas, a sus propios miedos y se han llenado de gloria por lo hecho.

Todavía quedan hospitalizados pacientes con grados diversos de insuficiencia respiratoria. Continúan las altas, el árbol de la victoria tiene más frutos y sus raíces están cada vez más ancladas a esta tierra. 

Hay frío en Chimbote. Esta última semana ha chiflado el mono, como decimos en Cuba. La cruz del cerro al fondo del hospital La Caleta no se ha dejado ver. Bajas temperaturas en la carpa, una nube gris ha permanecido inmóvil durante varios días, tal vez como preludio. Caras alargadas, miradas tristes, palabras de consuelo y hasta chistes de mala clase sobre el fin de una historia.

Las caras largas tienen su porqué: los casos han disminuido y se reagrupan las fuerzas en otra institución, pero hay tristeza cuando se ha creado un vínculo laboral donde prima lo humano; aun con razones, los finales disgustan.

Hoy nos informaron que la semana próxima viajaremos a Huaraz, capital regional de Áncash. Allí continuaremos trabajando cada uno en sus propios perfiles. La idea de lo nuevo entusiasma y asusta; la imagen de irnos entristece.

Los lazos humanos son indestructibles cuando se forjan al fuego. Y en el fuego del trabajo diario nos hemos hermanado con el personal de La Caleta. La compenetración ha llegado al punto de ir a trabajar, aunque no nos corresponda, porque sencillamente nos sentimos útiles y a gusto.

El Maestro, José Martí, escribió: “Es noble defender la amistad, sin olvidar por ello la historia y la justicia”. Historia que se construye cada día. Justicia, el conquistar lo defendido. Amistad… un sentimiento verdadero.

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Dicen que las malas noticias no vienen solas, son un paquete, una deuda a pagar por otros goces. Cuando estás lejos, entonces duelen más. Saber que la compañera de la universidad, la amiga de la residencia y la hermana de la vida ya no estará a tu regreso resulta duro.

Comienzas a vivir todo el pasado nuevamente y aparecen los recuerdos, los gratos, los que no se pueden olvidar. Su carcajada limpia, fresca y única, la fatiga colectiva al ver realizar a un profesor una toracocentesis en las primeras semanas de tercer año.

Las fiestas en la facultad de Medicina, el grupo Moncada tocando en el teatro Sauto. La residencia en Medicina Interna y cada examen, cometer el mismo error y molestarnos mucho para después reírnos de nosotros mismos.

Querer impresionar al profe Ricardo y este decirnos: “muchachos, entre sístole y diástole, murmullo vesicular”, porque, de lo contrario, no acabaríamos aquel maratónico chequeo médico. Su boda, el nacimiento de mis hijos, cuando al verme coger una naranja para comérmela quitándole la corteza gritara: “¿Lo ven? Solo así; está vola´o”.

La que no pudo graduarse de especialista junto conmigo, pero disfrutó con mi familia ese triunfo como nadie. La médico aguda y sin mucho adorno para emitir un diagnóstico. La jefa de servicio con quien nadie discutió porque no había que discutir, solo trabajar. La madre, la esposa, la hermana y la hija. Cómo escribir hoy y no decirle adiós a mi amiga, a mi negrita, la doctora Omara Bandera.     


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Mario Héctor Almeida Alfonso

Médico cubano miembro del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias "Henry Reeve" que colaboró en Perú . Actualmente se encuentra en Mozambique en el enfrentamiento a la Covid-19.


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